dilluns, 28 de novembre del 2016

Advent 2016 - 1ª setmana

Advent: Veniu, Senyor, Jesús!!












CORONA D'ADVENT
(Oració per llegir mentre s'encén
el primer ciri de la corona.)

Encenem, Senyor, aquesta llum,
com qui encén la seva llàntia
per sortir, en la nit,
a l'encontre de l'amic que arriba.

En aquesta primera setmana de l'Advent
volem alçar el cap i estar a punt
per esperar -vos,
per rebre-us amb alegria.

Moltes foscors ens envolten,
les nostres mandres
i les nostres pors
ens tenen adormits

Volem mantenir-nos desperts i vetllant,
perquè vós ens porteu la llum més clara,
la pau més profunda,
i l'alegria més veritable.

Veniu, Senyor Jesús! Veniu, Senyor Jesús!








«Veniu, pugem a la muntanya del Senyor, 
al temple del Déu de Jacob, 
que ens ensenyi els seus camins
 i seguim les seves rutes; 
perquè de Sió en surt l'ensenyament, 
de Jerusalem, l'oracle del Senyor». 
                       Is 2,1-5





Germans, siguem conscients 
                dels moments que vivim. 
Prou de dormir; ja és hora d'aixecar-nos. 
Avui tenim la salvació més a prop nostre 
            que quan vam abraçar la fe.
 S'acaba la nit i el dia s'acosta.
                  Rm 13,11-14a




Estigueu a punt també vosaltres, 
 que el Fill de l'home vindrà a l'hora menys pensada
                                   Mt 24,37-44








Ven, Señor Jesús,
no esperes que te invitemos.
Entra sin llamar
porque todos te necesitamos.

Necesitamos tu Palabra,
tu paz, tu compasión,
tu fidelidad al Padre,
tu amor a la verdad,
tu entrega sincera,
tu amor sin reservas.

En este comienzo
del tiempo de Adviento
te pedimos que te esperamos a diario
en nuestras casas
y en nuestras calles,
y en este mundo a veces tan materialista.

Señor Jesús, no tardes
y mantén nuestra esperanza en tu venida.
Gracias, Señor Jesús.






Sí, ven, Jesús.
Tú sabes que sí, ven.
Ven Jesús samaritano, que hay pobres y te llaman, 
                       necesitan tu calor, tu cercanía.
Ven, Jesús amigo, que hay hambrientos de pan y de ternura.
Ven, Jesús compañero, que hay pequeños que lloran sin consuelo.
Ven, luz, liberador, que hay millones de esclavos, ¡todavía!
Ven, Jesús hermano, háblanos de nuevo de tu Padre, nuestro Padre.
Ven, Jesús resucitado, contágianos de tu victoria, 
                          de la Gloria del Espíritu.
Ven, Jesús divino, exprésanos tu amor, 
                   dinos que amar es lo único que importa.
                                    ¡Gracias por tu amor!



AL SEÑOR QUE VIENE,
AL SEÑOR QUE SE ACERCA

Venid, adoremos al Señor,
que viene a cumplir sus promesas.
Ya lo dijo a los antepasados:
"Aunque tú te olvides de mí,
yo nunca te olvidaré", dice el Señor.

Venid, adoremos al Señor,
que viene a renovar nuestros compromisos.
Ya nuestros antepasados se comprometieron con el Señor
a seguir sus caminos y ser fieles a sus mandatos:
"Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo."

Venid, adoremos al Señor
que viene a proyectarnos planes de futuro.
Ya sufrieron los antepasados los rigores
de los enfrentamientos y deportaciones;
por eso escuchaban esperanzados la voz de los profetas:
"De las espadas forjaran arados,
y de las lanzas rejas para labrar la tierra."

Venid, adoremos al Señor
que viene a traernos la sorpresa:
se puede vivir de otra manera.
Así lo entendieron y llevaron a la práctica
las primeras personas seguidoras
del camino iniciado por Jesús de Nazaret
"ya es hora de despertarnos del sueño,
porque ahora nuestra salvación está más cerca
que cuando empezamos a creer.
                           Álvaro Franch








QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
Así, cuando llegues y llames a mi puerta
encuentres mi mente despierta,
mi corazón inclinado totalmente a Ti
mis pies sin haberse desviado de tu camino
y, mis manos, ¡ay mis manos!
volcadas de lleno con las piedras de tu Reino.
Sí, Señor;
Que no me duerma y que, en la noche de mi vida,
mantenga encendida la lámpara de mi fe
Abierta, sin temor alguno, la ventana de mi esperanza
Confiada, sin ninguna fisura, la grandeza de mi alma

QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
¡Son tantos los que desean verme adormecido!
¡Son tantos los que insinúan que no vendrás!
¡Son tantos los que se cansaron de esperar!
Ayúdame, mi Señor, a ser persona con esperanza
a esperar, con la ilusión de un niño,
el destello de la estrella de un eterno mañana
la noche mágica y santa de una Navidad luminosa
el misterio, que sin comprenderlo,
asombrará totalmente a mis ojos
al ver tu humanidad y divinidad juntas.

QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
Y que, cuando mañana despierte,
siga mirando, por el balcón, hacia el horizonte
sabiendo que, tarde o temprano, llegarás
porque, pronto o tardíamente,
cumplirás lo que has prometido: que vendrás.
Amén.



SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN
PREGÓN de ADVIENTO
Un día, hace ya mucho, mucho tiempo, tanto años como llevan los hombres y mujeres sobre la tierra, Adán y Eva dijeron que se separaban de Dios y le dieron la espalda; empezando a caminar por otros caminos, no por los caminos que él quería y había elegido para ellos y para toda la Humanidad. Pero Dios, en su paciencia infinita, aunque se entristeció y se quedó apenado, prometió visitarles y seguir siendo su amigo. Así es el corazón de Dios: todo amor, lleno de compasión y de misericordia.
A lo largo del tiempo Dios iba renovando su promesa, su alianza, cada vez que los hombres le daban la espalda y eran infieles a su amistad. Para ello enviaba, al pueblo de Israel, hombres llamados profetas, recordándoles la promesa y alianza de Dios: “Dios va a venir. Prepárense y conviértanse”. Este mensaje tuvieron que repetirlo muchas veces, ya que su pueblo seguía por caminos paralelos a los de Dios. Pero, un día, llegó un profeta, que fue el último de los profetas antes de la visita del Gran Profeta. Este profeta se llamaba Juan Bautista. Él empezó a gritar: “Ya está cerca, ya viene. Dense prisa, arrepiéntase y caminen a la luz del Señor”. Y así fue. Una noche, que no sabemos muy bien ni el año ni la hora, Dios nos visitó por medio de su Hijo, Jesús, nacido en Belén de una doncella llamada María, y José su esposo, le acompañaba.
Los pastores, las gentes sencillas, buenas y pobres, le reconocieron y se hicieron muy amigos de Él, y comenzaron a seguirle y a vivir como Él decía. El gozo y la alegría nacieron en el mundo y para el mundo. Una nueva era comenzaba, el Salvado, el Rey del Universo había plantado su tienda entre nosotros y había asumido nuestra propia carne, haciéndose uno de los nuestros. El gozo y la alegría inundaban los corazones y la tierra entera.
Desde ese momento, cada vez que se acerca la Navidad, muchos hombres y mujeres, de todos los rincones de la tierra, razas y culturas, vuelven a ponerse en camino hacia Dios y abren el corazón a su venida, a su encarnación. Porque el Dios que se encarnó en el tiempo, se sigue encarnando, hoy, y ahora, en tu propio corazón, en la historia que nos toca vivir.
Nosotros, cristianos, en este tiempo de Adviento queremos escuchar la Palabra de Dios, cantar, alabar, suplicarle y darle gracias; porque también queremos disponernos a seguir el camino de Jesús, a ser sus amigos. Y sobre todo queremos que Jesús nazca en nuestro corazón.
Adviento, tiempo de espera y esperanza; tiempo de gracia, tiempo de vivir en vela y oración, para poder escuchar a Aquel que viene y llama a mi puerta, a la puerta de mi corazón. Realmente, cuando llame, ¿la encontrará completamente abierta? ¿Podre ofrecerle un hogar donde se sienta a gusto, como en su propia morada?
¡Ven, Señor Jesús!         (C.Herrera, Fraternidad Monástica de Jerusalén (Eclesalia))