dimecres, 28 de desembre del 2016

Bon Nadal '2016

BON NADAL!!!




"El poble que avançava a les fosques 
  ha vist una gran llum",    Is 9,1-6





"Ens ha nascut un noi, ens ha estat donat un fill
 que porta a l'espatlla la insígnia de príncep.
 Déu li ha posat aquest nom: Conseller-prodigiós, 
Déu-heroi, Pare-per-sempre, Príncep-de-pau. 
Serà immens el principat, la pau no tindrà fi
 en el tron de David i en el seu regne,
 fonamentat i sostingut, des d'ara i per sempre, 
sobre el dret i la justícia"         Is 9,1-6




"Quin goig de sentir a les muntanyes 
els passos del missatger 
que anuncia la pau i porta la bona nova, 
que anuncia la salvació 
i diu a la ciutat de Sió: «El teu Déu és rei»."
                       Isaïes Is 52,7-10




 

"Ha vingut a casa seva, i els seus no l'han acollit. 
Però a tots els qui l'han rebut, als qui creuen en el seu nom, 
els concedeix poder ser fills de Déu.
El qui és la Paraula es va fer home 
i plantà entre nosaltres el seu tabernacle,
 i hem contemplat la seva glòria, 
que li pertoca com a Fill únic del Pare, 
ple de gràcia i de veritat."       Jo 1,1-18


"En diverses ocasions i de moltes maneres 
Déu antigament havia parlat als pares per boca dels profetes; 
però ara, en aquests dies que són els darrers, 
ens ha parlat a nosaltres en la persona del Fill."
                                    He 1,1-6


"S'ha revelat l'amor de Déu, que vol salvar tots els homes,
 i ens ensenya que abandonem la impietat i els desigs mundans, 
per viure en aquest món una vida de sobrietat, de justícia i de pietat,
 mentre esperem que es compleixi feliçment la nostra esperança, 
que es manifesti la glòria de Jesucrist, Déu gran i salvador nostre."
                                       Tt 2,11-14


"Les seves senyes són aquestes: trobareu un nen en bolquers,
 posat en una menjadora»."   Lc 2,1-14





SANTA MISA de NOCHEBUENA - NATIVIDAD del SEÑOR

HOMILÍA del SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana - Sábado 24 de diciembre de 2016
«Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11). Las palabras del apóstol Pablo manifiestan el misterio de esta noche santa: ha aparecido la gracia de Dios, su regalo gratuito; en el Niño que se nos ha dado se hace concreto el amor de Dios para con nosotros.

Es una noche de gloria, esa gloria proclamada por los ángeles en Belén y también por nosotros en todo el mundo. Es una noche de alegría, porque desde hoy y para siempre Dios, el Eterno, el Infinito, es Dios con nosotros: no está lejos, no debemos buscarlo en las órbitas celestes o en una idea mística; es cercano, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de nuestra humanidad, que ha hecho suya. Es una noche de luz: esa luz que, según la profecía de Isaías (cf. 9,1), iluminará a quien camina en tierras de tiniebla, ha aparecido y ha envuelto a los pastores de Belén (cf. Lc 2,9).

Los pastores descubren sencillamente que «un niño nos ha nacido» (Is 9,5) y comprenden que toda esta gloria, toda esta alegría, toda esta luz se concentra en un único punto, en ese signo que el ángel les ha indicado: «Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Este es el signo de siempre para encontrar a Jesús. No sólo entonces, sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios.

Y con este signo, el Evangelio nos revela una paradoja: habla del emperador, del gobernador, de los grandes de aquel tiempo, pero Dios no se hace presente allí; no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende. Y para encontrarlo hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño. El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará. Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido luminoso de la vida.

Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes. Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas.

El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza. Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada. Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, «porque no tenían [para ellos] sitio en la posada» (v. 7): Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría. También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos afanamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado. ¡Esta mundanidad nos ha secuestrado la Navidad, es necesario liberarla!

Pero la Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece. Su luz suave no da miedo; Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más. Nace en Belén, que significa «casa del pan». Parece que nos quiere decir que nace como pan para nosotros; viene a la vida para darnos su vida; viene a nuestro mundo para traernos su amor. No viene a devorar y a mandar, sino a nutrir y servir. De este modo hay una línea directa que une el pesebre y la cruz, donde Jesús será pan partido: es la línea directa del amor que se da y nos salva, que da luz a nuestra vida, paz a nuestros corazones.

Lo entendieron, en esa noche, los pastores, que estaban entre los marginados de entonces. Pero ninguno está marginado a los ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la Navidad. Quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente se quedó en casa entre sus cosas; los pastores en cambio «fueron corriendo de prisa» (cf. Lc 2,16). También nosotros dejémonos interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites, desde nuestros pecados. Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo. Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas, nuestros pecados. Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios. Con María y José quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle sencillamente gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí.





Navidad, a pesar de todo
22 diciembre 2016 · por Victor Codina.
Hace tiempo que en el seno del pueblo cristiano surgen voces muy críticas en torno a Navidad: orgía del consumo, compra frenética de regalos, comidas y bebidas, el gordinflón Papá Noel parece marginar al Niño Jesús, los villancicos se utilizan como propaganda comercial, el árbol suplanta al pesebre, las iluminaciones de las ciudades se convierten en marketing y atractivo turístico, hay un protagonismo de personas e instituciones en las obras benéficas de los días de Navidad… Navidad se ha transformado en la fiesta del solsticio…
Y todo ello como dentro una burbuja de bienestar, al margen de un mundo de violencia y pobreza, de refugiados y guerras, con el corazón anestesiado ante el sufrimiento ajeno.
La verdadera Navidad es diferente. Ha sucedido como lo que se cuenta de las hormigas, que para poder almacenar el trigo, le cortan su punto germinal. Occidente ha domesticado y pervertido la Navidad, le ha arrancado su nervio evangélico. Todo esto es cierto y hay que denunciarlo proféticamente. Este estilo burgués de Navidad es lo más opuesto a la primera Navidad. Hoy Jesús nace de nuevo en Alepo y Haití, en los campos de emigrantes y refugiados de Lesbos y Lampedusa, en las víctimas del atentado de Berlín, en los nuevos mártires cristianos de Egipto y Oriente medio.
Pero ¿y si a pesar de todo, la fiesta de Navidad  mantuviera encendida la misteriosa luz de Belén, porque las tinieblas nunca pueden llegar a vencer la luz? Que las familias se reúnan y muchas veces se reconcilien en Navidad, los regalos a los pequeños, especialmente a los niños pobres, las visitas a cárceles, hospitales y hogares de ancianos, los pesebres en los templos y las familias, la tregua, a veces, en las guerras… ¿no son una señal de que, a pesar de todo, la luz y el calor de la Navidad perduran todavía en medio del rescoldo de tantas cenizas? ¿De dónde  brota esta súbita bondad que nos inunda estos días el corazón y a veces los ojos? Sin duda esta bondad nace del pesebre de Belén, del Niño, de los pastores y los ángeles que cantan paz. Y recordamos también las viejas profecías bíblicas que anuncian un mundo nuevo, donde el lobo y el cordero pacerán juntos y un niño jugará con la serpiente. El espíritu de la Navidad nunca se extingue totalmente.
Porque Navidad no es solo un recuerdo del pasado sino el proyecto de Dios Padre sobre la humanidad, un sueño de filiación y de fraternidad, de concordia y de paz, de amor sobre todo a los últimos y marginados. De todos y de cada uno de nosotros depende que hagamos que cada día del año sea Navidad, que el grano de trigo evangélico no pierda su poder germinal y produzca fruto verdadero. Por esto, a pesar de todo y en medio de estas ambigüedades, ¡feliz Navidad, la de verdad!



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dilluns, 19 de desembre del 2016

Advent 2016 - 4a setmana

Veniu Senyor Jesús!

En encendre aquests quatre ciris,
   aquest darrer diumenge d'Advent,
   pensem en ella, en Maria, la mare.
Ningú no us va esperar amb més ànsia,
   amb més tendresa, amb més amor.
Ningú no us va rebre amb més alegria.
Dintre seu vau créixer
   com el gra de blat creix
   dintre la terra fecunda.
I els seus braços van ser per a vós
   el bressol més acollidor.
També nosaltres ens volem
        preparar així;
   en la fe, en l'amor, en la solidaritat,
    i, per damunt de tot, en el camí de cada dia.
Veniu, no trigueu més, Senyor!
 Senyor, veniu a salvar-nos!





"El Senyor mateix us donarà un senyal: 
La noia tindrà un fill i li posarà Emmanuel"
                                                 (Isaïes 7, 10-14)





"Aquesta bona nova es refereix
 al seu Fill Jesucrist, Senyor nostre" 
                                    (Romans 1, 1-7)




"Mentre ell hi pensava, 
se li aparegué en somni 
un àngel del Senyor que li digué: 
«Josep, fill de David, 
no tinguis por de prendre a casa teva 
Maria com a esposa. 
És cert que ella ha concebut 
per obra de l'Esperit Sant; 
ha de tenir un fill 
i li has de posar el nom de Jesús, 
perquè ell salvarà dels pecats 
     el seu poble»". (Mateu 1, 18-24)





Con la luz de tu palabra,
con la fuerza de tu Cuerpo y de tu Sangre,
queremos, Señor,
hacer un mundo nuevo
y una historia distinta.
Queremos hacer un mundo
donde no haya explotación, ni clases,
ni discriminación, ni pobres y ricos:
un mundo de iguales.
Queremos un mundo solidario,
sin niños abandonados,
sin ancianos desamparados,
sin jóvenes y adultos
maltratados por la vida:
un mundo donde nadie se sienta solo.
Queremos un mundo limpio
sin ruidos, sin contaminación,
sin guerras, ni terrorismos,
sin armas, sin miedo, sin recelos:
un mundo hermoso.
Queremos un mundo cálido
que sea la casa de todos,
donde todos seamos hermanos
y disfrutemos el hecho de serlo,
que sea como una gran familia
tu familia, Señor,
la gran familia humana
que goce de llamarte Padre.



(Papa Francisco - 18/12/2016 - Ciudad del Vaticano)
Al medio día de este domingo soleado y frío de Roma, el papa Francisco rezó desde la ventana de su estudio que da hacia la Plaza de San Pedro la oración del ángelus, ante miles de fieles y peregrinos que allí le esperaban.
El Papa recordó que el próximo domingo es Navidad y nos invitó en esta semana a “encontrar algún momento para detenernos, hacer un poco de silencio, e imaginar a la Virgen y a san José que están yendo hacia Belén: el camino, el cansancio, pero también la gloria, la conmoción, como el ansia por poder encontrar un lugar, la preocupación…, etc”. Recordó también que para esto ayuda mucho el pesebre. Invitó así a entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, para recibir la gracia de amor, de humildad y de ternura.
A continuación el texto del ángelus
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!”. La liturgia de la cuarta y último domingo de Adviento se caracteriza por el tema de la cercanía de Dios a la humanidad. 
El pasaje del evangelio (cfr Mt 1, 18-24) nos muestra a dos personas que más que todas las otras fueron involucradas en este misterio de amor: la Virgen María y su esposo san José.
María es presentada a la luz de la profecía que dice: ”La Virgen concebirá y dará a luz un hijo”. El evangelista Mateo reconoce que esto sucedió en María, quien concibió a Jesús por obra del Espírtu Santo, sin necesidad de José. El Hijo de Dios “viene” a sus entrañas para volverse hombre y Ella lo acoge.
Así, de manera única, Dios se ha acercado al ser humano tomando la carne de una mujer. También para nosotros, de manera diversa, Dios se acerca con su gracia para entrar en nuestra vida y ofrecernos como un don a su Hijo.
¿Y nosotros qué hacemos? Lo recibimos o lo rechazamos? Como María, que ofreciéndose libremente al Señor de la historia le ha permitido cambiar el destino de la humanidad, así también nosotros recibamos a Jesús y busquemos de seguirlo cada día, para cooperar con su designio de salvación sobre nosotros mismos y sobre el mundo.
çMaría aparece por lo tanto como modelo al que es necesario mirar y un apoyo sobre el cual contar en nuestra búsqueda de Dios y en nuestro empeño para construir la civilización del amor.
El otro protagonista del evangelio de hoy es san José. El evangelista pone en evidencia como José por si mismo no puede explicarse lo sucedido que ve verificar bajo sus ojos, o sea que María estaba embarazada.
Justamente entonces, Dios le es cercano con su mensajero y él es iluminado sobre la naturaleza de aquella maternidad: “El Niño engendrado en ella proviene del Espíritu Santo”. Así delante del hecho extraordinario, que seguramente suscita muchos interrogantes, se confía totalmente en Dios y siguiendo su invitación no rechaza a la prometida esposa, sino que la toma consigo.
Recibiendo a María, José acoge sin saberlo y con amor a Aquel que en ella ha sido concebido por obra admirable de Dios, para quien nada es imposible. José, hombre humilde y justo nos enseña a confiar siempre en Dios, a dejarnos guiar por Él con voluntaria obediencia.
Estas dos figuras, María y José, que recibieron primeros a Jesús mediante la fe, nos introduzcan en el misterio de la Navidad. María nos ayuda a ponernos en una actitud de disponibilidad para recibir al Hijo de Dios en nuestra vida concreta, en nuestra carne. José nos incita a buscar siempre la voluntad de Dios y a seguirla con plena confianza
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros»”. Este anuncio de esperanza que se cumple en Navidad lleve a su cumplimiento la espera de Dios también en cada uno de nosotros, en toda la Iglesia y en tantos pequeños que el mundo desprecia, pero que Dios ama”.
El Papa reza el ángelus y después dice:

“Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos los fieles, romanos y peregrinos que han venido desde diversos países, a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones. En particular saludo al nutrido grupo de Unitalsi de Roma, que ha dado vida a un pesebre viviente que incluye a personas con discapacidad, así como a los estudiantes del Instituto Calabrés de Política Internacional.

Les deseo a todos un buen domingo. ¡El tiempo está lindo!
El próximo domingo es Navidad. En esta semana tratemos de encontrar algún momento para detenerlos, hacer un poco de silencio, e imaginar a la Virgen y a san José que están yendo hacia Belén: el camino, el cansancio, pero también la gloria, la conmoción, como el ansia por poder encontrar un lugar, la preocupación…, etc.
En esto nos ayuda mucho el pesebre. Busquemos entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, para recibir la gracia de esta fiesta, que es una gracia de amor, de humildad y de ternura. Y en estos momentos acuérdense de rezar también por mi”. Y concluyó con la frase “¡Buon pranzo e arrivederci!”.




 

Espero en ti, Señor, 
con la esperanza
de la persona 
que camina con ilusión,
con la ilusión 
de quien cree en sí mismo.
Espero en ti, Señor, 
porque me fío de tu palabra
que al hacerse vida en mí,
me dice que eres Verdad.
Espero en ti, Señor, 
porque mi vida
necesita de impulsos renovados,
porque quiero ser testigo 
entre las personas
de que hay una razón fuerte para vivir.
Señor, hazme sensible
 a la esperanza de las personas,
que comprenda
a quienes carecen de lo mínimo
y no pueden abrirse a la esperanza.
Haz que ponga mi vida a su servicio,
tendrán entonces
un motivo para esperar.
Señor, no quiero esperar solo.






Enséñanos, Señor, 
a amar el silencio.
Sólo en medio del silencio
podremos escucharte.
Sólo en el silencio
captaremos tu voluntad,
y sólo en el silencio
lograremos convertirla
en compromiso de servicio
a los demás.
En unos tiempos en los que
todo el mundo desea hablar y hablar,
sobre todo de sí mismos,
ayúdanos a escuchar tu Palabra,
para que pueda encarnarse de nuevo,
en cada uno de nosotros,
y por nosotros, también
en el mundo.






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dilluns, 12 de desembre del 2016

Advent 2016 - 3a setmana

VENIU SENYOR JESÚS!!!



● En la foscor s'ha encés una llum,
en el desert s'ha sentit el crit d'una veu.

Arriba la gran notícia:
El Senyor és a punt d'arribar!
Prepareu els seus camins, perquè ja s'acosta.
● Adorneu la vostra ànima
com una núvia engalanada el dia del casament.
Ja és aquí el missatger.
Joan Baptista no és la llum,
sinó el qui ens anuncia la llum.
● Senyor, quan encenem aquestes tres espelmes
cada u de nosaltres vol ser
torxa vostra perquè brilleu,
flama vostra perquè escalfeu.
● Veniu, Senyor, a salvar-nos,
ompliu-nos amb la vostra llum,
escalfeu-nos amb el vostre amor!

 


"Enrobustiu les mans que es deixen caure, 
afermeu els genolls que no s'aguanten. 
Digueu als cors alarmats: Sigueu valents, no tingueu por! 
Aquí teniu el vostre Déu que ve per fer justícia;
 la paga de Déu és aquí, és ell mateix qui us ve a salvar."
                                     Is 35,1-6a.10


 
"Mireu com el pagès espera els fruits preciosos de la terra, 
prenent paciència fins que les pluges primerenques i tardanes 
l'hauran assaonada. Igualment vosaltres tingueu paciència, 
refermeu els vostres cors, que la vinguda del Senyor és a prop."
                                    Jm 5, 7-10


 


«Aneu a anunciar a Joan el que veieu i el que heu sentit dir: 
els cecs hi veuen, els invàlids caminen, els leprosos queden purs,
 els sords hi senten, els morts ressusciten, 
els desvalguts senten l'anunci de la bona nova, 
i feliç aquell que no quedarà decebut de mi».   
                                    Mt 11, 2-11




El PAPA FRANCISCO, como cada domingo, ha rezado el ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, acompañado por los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, en este TERCER DOMINGO de ADVIENTO

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos el tercer domingo de adviento, caracterizado por la invitación de san Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca” (Fil 4, 4-5). No es una alegría superficial o puramente emotiva a la que nos exhorta el apóstol. Y tampoco esa mundana o esa alegría del consumismo, no no es esa. Se trata de una alegría más auténtica, de la que estamos llamados a redescubrir el sabor, el sabor de la verdadera alegría. Es una alegría que toca la intimidad de nuestro ser, mientras que esperamos a Jesús, que ya ha venido a traer la salvación al mundo, el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María. La liturgia de la Palabra nos ofrece el contexto adecuado para comprender y vivir esta alegría. Isaías habla de desierto, de tierra árida, de estepa (cfr 35,1); el profeta tiene delante de sí manos débiles, rodillas vacilante, corazones perdidos, ciegos, sordos y mudos (cfr vv. 3-6). Es el cuadro de una situación de desolación, de un destino inexorable sin Dios.
Pero finalmente la salvación es anunciada: “Sed fuertes, no temáis –dice el prófeta–.  Mirad a vuestro Dios, […] os salvará” (cfr Is 35,4). Y enseguida todo se transforma: el desierto florece, la consolación y la alegría impregnan  los corazones (cfr vv. 5-6). Estos signos anunciados por Isaías como reveladores de la salvación ya presente, se realizan en Jesús. Él mismo lo afirman respondiendo a los mensajeros enviados por Juan Bautista. ¿Qué dice Jesús a estos mensajeros? “Los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan” (Mt 11,5). No son palabras, son hechos que demuestran cómo la salvación traída por Jesús, aferra a todo el ser humano y lo regenera. Dios ha entrado en la historia para liberar de la esclavitud del pecado; ha puesto su tienda en medio de nosotros para compartir nuestra existencia, sanar nuestras llagas, vendar nuestras heridas y donarnos la vida nueva. La alegría es el fruto de esta intervención de salvación y de amor de Dios.
Estamos llamados a participar del sentimiento de júbilo, este júbilo, esta alegría. Pero un cristisno que no está alegre, algo le falta a este cristiano, o no es cristiano. La alegría del corazón, la alegría dentro que nos lleva adelante y da el valor. El Señor viene, viene a nuestra vida como liberador, viene a liberarnos de todas las esclavitudes interiores y exteriores. Es Él quien nos indica el camino de la fidelidad, de la paciencia y de la perseverancia porque, a su llegada, nuestra alegría será plena.
La Navidad está cerca, los signos de su aproximarse son evidentes en nuestras calles y en nuestras casas; también aquí en la Plaza se ha puesto el pesebre y al lado el árbol. Estos signos externos nos invitan a acoger al Señor que siempre viene y llama a nuestra puerta; llama a nuestro corazón para acercarse. Nos invitan a reconocer sus pasos entre los de los hermanos que pasan a nuestro lado, especialmente los más débiles y necesitados.
Hoy somos invitados a alegrarnos por la venida inminente de nuestro Redentor; y estamos llamados a compartir esta alegría con los otros, donando consuelo y esperanza a los pobres, a los enfermos, a las personas solas e infelices. La Virgen María, la “sierva del Señor”, nos ayude a escuchar la voz de Dios en la oración y a servirlo con compasión en los hermanos, para alcanzar preparados el encuentro con la Navidad, preparando nuestro corazón a acoger a Jesús."


"Si alguien nos cuestionase, como hoy hacen los dos discípulos enviados por Juan, al preguntar a Jesús: ¿Sois vosotros los seguidores de Jesús, o tenemos que esperar a otros y buscarlos en otra parte? Algunos puede que se sintieran ofendidos, pero, podríamos responder con el texto de Isaías, (primera lectura), como hizo Jesús y decir: Sí, somos nosotros; anunciar lo que estáis viendo y oyendo: los hombres son liberados y a los pobres se les anuncia la buena noticia del Reino. ¡Felices vosotros si no os sentís defraudados por nuestro testimonio!
Toda noticia y el Evangelio es “buena noticia”, se basa en hechos concretos, sin hechos no hay noticia, más aún, una noticia no basada en hechos, es una mentira. Por eso, las palabras que pronunciemos, aunque sean muy elevadas o de acuerdo a la doctrina, sino van avaladas por los hechos, están huecas. Dejémonos de discusiones, sobre la salvación espiritual o temporal, la liberación del cuerpo y del alma,… La muestra de su Mesianismo está clara: lo más importante es la persona, el hombre y primero el que no tiene, después el que tiene, primero el enfermo, después el sano. Primero el Reino y su justicia, el resto vendrá por añadidura, por eso rezamos: “Que venga tu reino” y empujamos la historia con acciones concretas.
Hoy la pregunta no es: ¿Cómo es Dios?, tenemos demasiada doctrina; sino ¿Dónde está Dios? Y el cristiano que quiere tener experiencia de Dios, es decir ser místico, debe ir a buscarlo donde está, desde donde se nos acerca y se nos revela. El texto nos dice; que es en los débiles, los que no cuentan, como diría Eduardo Galiano, “los nadies”, donde nos habla e interpela. Pero éste, no es sólo un problema ético o de derechos humanos, sino la clave desde la que tenemos que interpretar la realidad, la fe, la espiritualidad, la vida en sí. Recordando a todos los crucificados, que Jesús es el Viviente (esto es la Buena Noticia) y reviviendo nosotros, para responder a la pregunta inicial de esta homilía, que queremos desvivirnos por los que Él ama.
Continúa el relato diciendo: “Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan”. Resalta su fortaleza; no es una caña sacudida por el viento. Su austeridad; no viste con lujo, esos habitan en los palacios. Es más que un profeta, es el precursor, el que prepara el camino; el más grande nacido de mujer. Pero atención: “El más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él”. Empieza Jesús a jugar con las paradojas, que no le abandonarán en todo el Evangelio: los últimos, los pequeños, los servidores, los niños… son los más grandes. Lo dejará claro, lavando los pies en la Última Cena.
Por eso los cristianos, la Iglesia, si quiere ser grande, debe de hacerse pequeña, humilde, pobre, como dice el Papa Francisco: “quiero una Iglesia pobre, para los pobres”. Si lo que se dice de María, puede decirse de alguna manera de la Iglesia, ella fue la más grande, porque se hizo esclava, se humilló. Dios mismo al que consideramos lo más grande, se hizo pequeño, niño, en el establo de Belén. Es necesaria, una revisión a fondo de la tarea pastoral de la Iglesia, de tantos prejuicios que tienen algunos, sobre los pequeños, los que no cuentan en la historia; y sobre todo, una revisión del lenguaje para hacerlo comprensible, no tan misterioso y que éste basado, en la cercanía a los más necesitados.
Avanza el Adviento pero no sólo en las semanas, sino en profundidad. Cada domingo, descubrimos la importancia de lo que vamos a celebrar en la Navidad. La encarnación de nuestro Dios y la implantación del Reino, es algo central para nuestra fe. Es cuestión de mirar, mirar a la cara de aquellos que están marginados o excluidos y ver si van recuperando la dignidad. No es tiempo de especular, en qué consiste la liberación. Ésta, se manifiesta como en la Bienaventuranzas, en signos que no parecen religiosos o cultuales, pero que proclaman que esta Eucaristía, nuestro Bautismo, es la reunión y el encuentro de aquellos que se han sentido liberados. Alcemos la cabeza, se acerca nuestra liberación."                                                         (Julio César Rioja, cmf -  www.ciudadredonda.org)









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dimarts, 6 de desembre del 2016

Advent 2016 - 2n setmana



Veniu Senyor Jesús!!!






Queremos caminar, Señor,
     caminar a la luz de tu Palabra,
     caminar animados por tu promesa.
No queremos vivir pasivos
     como si no pasara nada.
Queremos caminar
     en las tinieblas del mundo,
     llevando la luz del Evangelio
     para que todos vean
     y puedan seguir adelante.
Queremos que nuestro camino
     sirva para abrir caminos;
     que nuestra fe despierte confianza, 
     que nuestra esperanza recoja
     todas las esperanzas de la humanidad.
Queremos vivir en permanente adviento,
     esperándote, esperando en Ti.
Y estamos dispuestos
     a trabajar con firmeza por tu Reino,
     codo a codo
     con nuestros hermanos y hermanas;
     hasta que nuestro mundo
     sea una casa común para todos,
     y juntos podamos cantar tu bondad.
¡Ven con nosotros, Señor!






 
"Aquell dia,
la soca de Jesè tallada traurà un rebrot, 
naixerà un plançó de les seves arrels."
                            Is 11, 1-10 











"Accepteu-vos els uns als altres 
    com el Crist us ha acceptat, 
   donant així glòria a Déu."
                 Rm 15, 4-9






"«Convertiu-vos, que el Regne del cel és a prop». 
És d'ell que deia el profeta Isaïes: 
«Una veu crida en el desert: 
"Obriu una ruta al Senyor, aplaneu-li el camí"».
                                  Mt 3, 1-12





Allanad los senderos, porque Él vendrá;
     rasgará los corazones de piedra,
     ablandará la dureza de nuestra tierra seca.
Vendrá el Señor, no tardará.
Esperadlo en el umbral de vuestra casa,
     porque, sin hacer ruido, vendrá
     y lo inundará todo con su amor.




     Jesús, renuevo de Jesé,
     el Padre ha posado sobre ti el Espíritu.
Derrama en nosotros el Espíritu que nos guíe
en la búsqueda de la verdadera sabiduría
      para saber vivir bien y lograr la felicidad verdadera.
Derrama en nosotros tu Espíritu,
para que nos conceda el comprender
      nuestra historia en el plan de Dios Padre.
Derrama en nosotros
el Espíritu de consejo y valentía,
     para poder tomar decisiones juiciosas
     y concretizarlas en hechos
     con perseverancia, paciencia y tenacidad.
Derrama en nosotros
el Espíritu de conocimiento,
     para poder tener contigo una profunda familiaridad
     que nos permita penetrar los secretos
     de tu corazón manso y humilde.
Derrama en nosotros
el Espíritu del temor del Señor,
      para que la voluntad del Padre
      sea verdaderamente el centro
     de nuestros pensamientos, deseos y proyectos.
Derrama en nosotros el Espíritu
con el que revelas al Padre
a los pequeños, a los pobres,
     para que nos haga pobres, gozosos y libres
     como Tú, el Hijo que nos colmas de alegría.



CONVIÉRTEME, SEÑOR
Del ruido, que me impide escucharte,
a la paz que me permite sentirte con nitidez.
De la comodidad, que desfigura mi felicidad
a la sobriedad que necesita mi alma para no perderte
a la belleza interior como camino hacia la perfección

CONVIÉRTEME, SEÑOR
De mi voz, suave y tímida para pregonarte,
a un testimonio vivo, eficaz y valiente,
para proclamar que, como Tú,
nada ni nadie ha de salvar al hombre

CONVIÉRTEME, SEÑOR
De mi autosuficiencia, orgullo y seguridades
a la humildad para saber y poder encontrarte

CONVIÉRTEME, SEÑOR
De mis apariencias, simples e interesadas,
a la plenitud que me ofrece tú presencia,
real y misteriosa, dulce y exigente,
divina y humana, audible….y a veces silenciosa
Con respuestas….y a veces con interrogantes

CONVIÉRTEME, SEÑOR
Y dame un nuevo corazón para alabarte
Y dame un nuevo corazón para bendecirte
Y dame un nuevo corazón para esperarte
Y dame un nuevo corazón para amarte. Amén.


Señor Jesús,
conducidos por la palabra fuerte y vigorosa
de Juan el Bautista, tu precursor,
deseamos recibir tu bautismo de Espíritu y fuego.
Tú sabes cuantos miedos, perezas espirituales e hipocresía
albergan nuestros corazones.
Estamos convencidos que en tu bieldo
quedaría de nuestra vida poco grano y mucha paja,
pronta para el fuego inextinguible.
Te decimos desde lo más profundo del corazón:
Ven a nosotros en la humildad de tu encarnación,
de tu humanidad cargada de nuestros límites y pecado
y danos el bautismo de la inmersión
en el abismo de tu humildad.
Concédenos estar inmersos en aquellas aguas del Jordán
que fluyen de tu divino costado atravesado en la cruz
y haz que te reconozcamos verdadero Hijo de Dios,
verdadero Salvador nuestro.
En este adviento llévanos al desierto del expolio,
de la conversión, de la soledad, de la penitencia
para experimentar el amor del tiempo primaveral.
Que tu voz no quede en el desierto,
sino que resuene en nuestro corazón
de modo que toda nuestra vida,
inmersa – bautizada en tu Presencia
pueda convertirse en novedad de amor. Amén.






De la Exhoración Apostólica "Evangelii Gaudium" del Papa Francisco:

86. Es cierto que en algunos lugares se produjo una «desertificación» espiritual, fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas. Allí «el mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota como una tierra sobreexplotada, que se convierte en arena». En otros países, la resistencia violenta al cristianismo obliga a los cristianos a vivir su fe casi a escondidas en el país que aman. Ésta es otra forma muy dolorosa de desierto. También la propia familia o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y tratar de irradiarla. Pero «precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza». En todo caso, allí estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza!




EL ADVIENTO COMERCIAL
El tiempo navideño se desliza hoy en la tensión entre armonía familiar y religiosidad difusa) presión consumista y recuerdos nostálgicos de infancia.
El Adviento comercial comenzó ya hace unas semanas y es visible en nuestras calles.
Las gentes se apresuran en los comercios y compran, Se escucha música de Navidad y se ve a Papa Noel, una atracción para los niños pequeños y grandes. El Adviento parece un mercado anual. Un auténtico caos de productos. Pronto uno no se entera de nada, tan confuso es todo.
Pero hay todavía algo más. Cuando uno va por la calle encuentra columnas y paneles publicitarios llenos de anuncios. No gritan, pero son lo suficientemente grandes, como para que uno no los vea. Cada uno promete lo mejor: ¡Tienes que tomar esto para mantenerte sano! ¡Tienes que ver esto para ser feliz! ¡Tienes que participar en esto para tener éxito! ¡Tienes que comer esto, poseer aquello, para pertenecer a un grupo de personas especiales! Cada uno hace propaganda a su manera. Y curioso: Con lo silenciosos que son los anuncios, con el correr del tiempo actúan sobre la gente.
La mentalidad de consumir está hoy agudizada por una escalada de la publicidad. Queremos tener cada vez más, usar cada vez más, cada vez más pronto cambiar lo viejo por lo nuevo que presumimos es mejor. Lo viejo, aunque funcione, ya no sirve,
El estado de ánimo de los cristianos frente a estos fenómenos a menudo está un poco dividido. Nos sentimos obligados a protestar frente a este secuestro y falsificación del misterio navideño, que es evidente en muchos anuncios y también en algunas canciones; nos indignamos de que el misterio de Dios se haya degradado a un medio de aumentar la cifra de ventas y de hacer negocio.
Pero no vamos sólo a elevar el canto de las lamentaciones. No podemos tampoco cerrarnos a la alegría que brota de las luces y los sonidos, de los recuerdos y expectativas y de los rostros de nuestros niños. En efecto, no debemos aplicar nuestro celo profético en un lugar equivocado, sino preguntar primero por lo que es bueno para luego sensatamente podernos defender de lo que queda nocivo.
Así, sin una escisión esquizofrénica entre colaboración y protesta, podemos actuar desde dentro en el restablecimiento de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. Debemos mantener o aprender de nuevo a regalar, sin ahogamos en las compras; debemos recibir y aceptar las canciones para superar nuestro falso pragmatismo y llegar a ser hombres y mujeres de corazón abierto; debemos aprender de los niños sencillez y alegría y así comprender mejor el mensaje de Dios, cuya grandeza se abre precisamente a los pequeños que no se consideran demasiado inteligentes para poder adorar.
                                                   Javier Calvo - “Eucaristía2-EVB - 2007 - nº57






ABECEDARIO POSITIVO COMO CAMINO PARA VIVIR EL ADVIENTO:
Agradecer a Dios habernos regalado a las personas con las que convivimos.
Buscar el bien común por encima de los intereses personales.
Corregir con empatía a aquél que se equivoca.
Dar lo mejor de uno mismo, poniéndose siempre al servicio de los otros.
Estimar a los otros, sabiendo reconocer sus capacidades.
Facilitar las cosas dando soluciones y no creando más problemas.
Ganar la confianza de los otros compartiendo con ellos sus preocupaciones.
Heredar la capacidad de aquellos que saben ser sinceros con valentía y respeto
Interceder por los otros a Dios, antes de hablarle de nuestras cosas.
Juzgar a los otros por lo que son, no por lo que tienen ni por lo que aparentan.
Limitar las ansias personales frente a las necesidades del grupo.
LLenarse con lo mejor que uno encuentra en el camino de la vida.
Mediar entre los compañeros que no se entienden.
Necesitar de los otros sin ningún perjuicio.
Olvidar el miedo al "qué dirán".
Preocuparse por los más débiles y los más necesitados.
Querer siempre el bien de las personas.
Respetar las opiniones de los demás.
Salir al encuentro del otro, no esperando que él dé el primer paso.
Tolerar los defectos y límites propios y ajenos con sentido del humor.
Unirnos todos para que podamos vivir en paz y armonía.
Valorarse con realismo, sin creerse superiores a los demás
X es una incógnita que invita a la búsqueda constante de la verdad.
Yuxtaponer ilusiones y esperanzas, trabajos y esfuerzos por crear fraternidad.
Zambullirse sin miedo en el nuevo día que Dios nos regala cada mañana





Ideas para vivir una verdadera Navidad

Tener presencia de Dios, ser conscientes de que en este mes de diciembre, donde las calles se llenan de luces y los comercios de gente comprando regalos, va a nacer Jesús y va a nacer para salvarnos. Una vez más. Esta es la principal idea para vivir una verdadera Navidad. Recordar en todo momento qué es la Navidad.

1. Celebra San Nicolás el 6 de diciembre. Un santo que de pequeño todas las cosas que tenía se las regalaba a los pobres. Es por eso que en la celebración de su onomástica se regalaban dulces y juguetes a los más pequeños. Esta tradición cristiana derivaría más tarde en Santa Claus.
2. Pon el árbol de Navidad como hizo San Bonifacio. Plantó un pino para simbolizar el amor de Dios y la vida eterna por ser este árbol perenne. Lo adornó con velas (luz de Cristo) y manzanas (pecado original). Añade una estrella en la punta para recordar la de Belén que guía nuestra fe.
3. Prepara el belén. San Francisco de Asís fue el primero en hacerlo. En una cueva de verdad, con animales y pastores, celebró la Santa Misa en la Nochebuena de 1223.
4. Piensa en Jesús cuando veas las luces de Navidad en las calles, porque Él es la luz del mundo. Si le seguimos no caminaremos en la oscuridad.
5. Ilusiónate con la llegada de los Reyes Magos. Ellos recorrieron miles de kilómetros para ir a adorar al Niño. Visita los belenes de la ciudad con la misma ilusión y que hicieron ellos. Ofrécele al Niño todos tus propósitos.