dimarts, 29 de desembre del 2020

NADAL '2020

 

 

" avui, a la ciutat de David,


us ha nascut un salvador, que és el Messies, el Senyor.

Això us servirà de senyal: trobareu un infant

faixat amb bolquers i posat en una menjadora. " (Lc 2, 11-12)

 


"Hoy os ha nacido en el pueblo de David

un salvador, que es el Mesías, el Señor.

Como señal, encontraréis al niño envuelto

en pañales y acostado en un pesebre.” 

 

انه ولد لكم اليوم في مدينة داود مخلّص هو المسيح الرب."

" وهذه لكم العلامة تجدون طفلا مقمطا مضجعا في مذود.


 

"C`est qu`aujourd`hui, dans la ville de David,

il vous est né un Sauveur, qui est le Christ, le Seigneur.

Et voici à quel signe vous le reconnaîtrez:

vous trouverez un enfant emmailloté et couché dans une crèche."

 

"This very day in King David's hometown

a Savior was born for you. He is Christ the Lord.

You will know who he is, because you will find him

dressed in baby clothes and lying on a bed of hay.”
 

 

今 天在達味城中,為你們誕生了一位救世者,他是主默西亞。

這 是給你們的記號:你們將要看見一個嬰兒,裹著襁褓,躺在馬槽裏。


MISA DE NOCHEBUENA - NATIVIDAD DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica Vaticana
Jueves, 24 de diciembre de 2020

En esta noche se cumple la gran profecía de Isaías: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).


Un hijo se nos ha dado. A menudo se oye decir que la mayor alegría de la vida es el nacimiento de un hijo. Es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad grande, ante la cual ya nada parece que pese. La Navidad es así: el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba. Sí, porque su nacimiento es para nosotros: para mí, para ti, para todos nosotros. Para es la palabra que se repite en esta noche santa: “Un hijo se nos ha dado para nosotros”, ha profetizado Isaías; “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, hemos repetido en el Salmo; Jesús “se entregó por y para nosotros” (cf. Tt 2,14), ha proclamado san Pablo; y el ángel en el Evangelio ha anunciado: “Ha nacido para vosotros un Salvador” (cf. Lc 2,11). Para mí, para vosotros.

¿Pero qué significa este para nosotros? Que el Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partida para cualquier nuevo nacimiento. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito. Esta noche no tiene otra explicación: sólo la gracia. Todo es gracia. El don es gratuito, sin ningún mérito de nuestra parte, pura gracia. Esta noche, san Pablo nos ha dicho: «Ha aparecido la gracia de Dios» (Tt 2,11). Nada es más valioso.


Un hijo se nos ha dado. El Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo unigénito, que es toda su alegría. Y, sin embargo, si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros? ¿No nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo. No es capaz de dejarnos de amar. Él es así, tan diferente a nosotros. Siempre nos ama, más de lo que nosotros mismos seríamos capaces de amarnos. Ese es su secreto para entrar en nuestros corazones. Dios sabe que la única manera de salvarnos, de sanarnos interiormente, es amarnos: no hay otro modo. Sabe que nosotros mejoramos sólo aceptando su amor incansable, que no cambia, sino que nos cambia. Sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación.

Un hijo se nos ha dado. En el pobre pesebre de un oscuro establo está, en efecto, el Hijo de Dios. Surge otra pregunta: ¿Por qué nació en la noche, sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el rey más grande en el más hermoso de los palacios? ¿Por qué? Para hacernos entender hasta qué punto ama nuestra condición humana: hasta el punto de tocar con su amor concreto nuestra peor miseria. El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura. Y para descubrir algo importante: como en Belén, también con nosotros Dios quiere hacer grandes cosas a través de nuestra pobreza. Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!


Esto es lo que significa que un hijo ha nacido para nosotros. Pero queda todavía otro para, el que el ángel indica a los pastores: «Esta será la señal para vosotros: encontréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Este signo, el Niño en el pesebre, es también para nosotros, para guiarnos en la vida. En Belén, que significa “Casa del Pan”, Dios está en un pesebre, recordándonos que lo necesitamos para vivir, como el pan para comer. Necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable, concreto. Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro. El Señor, por boca del profeta Isaías, se lamenta de que mientras el buey y el asno conocen su pesebre, nosotros, su pueblo, no lo conocemos a Él, fuente de nuestra vida (cf. Is 1,2-3). Es verdad: insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás. Jesús nos da el ejemplo: Él, el Verbo de Dios, es un infante; no habla, pero da la vida. Nosotros, en cambio, hablamos mucho, pero a menudo somos analfabetos de bondad.

Un hijo se nos ha dado. Quien tiene un niño pequeño sabe cuánto amor y paciencia se necesitan. Es necesario alimentarlo, atenderlo, limpiarlo, cuidar su fragilidad y sus necesidades, que con frecuencia son difíciles de comprender. Un niño nos hace sentir amados, pero también nos enseña a amar. Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos caprichos, y de esos tenemos tantos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren. Dios viene a habitar entre nosotros, pobre y necesitado, para decirnos que sirviendo a los pobres lo amaremos. Desde esta noche, como escribió una poetisa, «la residencia de Dios está junto a mí. La decoración es el amor» (E. Dickinson, Poems, XVII).

Un hijo se nos ha dado. Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me amas como soy, no como yo me creo que soy; yo lo sé. Al abrazarte, Niño del pesebre, abrazo de nuevo mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque —Tú sabes— desde esta noche todos son mis hermanos.






 

 

dilluns, 21 de desembre del 2020

4t Diumenge d'Advent'2020

 "Aquest Advent, fes vent..."



      CORONA DE ADVIENTO

● Señor, al encender estas cuatro velas,

en este último domingo de Adviento,

pensamos en ella, la Virgen,

tu madre y nuestra madre.

Queremos revivir especialmente

su disponibilidad,

y lo hacemos con esta vela roja.

Rojo del testimonio i del Espíritu.

● Señor, nadie, como María

te esperó con más ansia,

con más ternura, con más amor.

Nadie te recibió con más alegría.

Te sembraste en ella como el grano de trigo

se siembra en la tierra acogedora.

● También nosotros

queremos prepararnos así:

haznos disponibles

a la acción de tu Espíritu,

haznos disponibles

al compromiso por tu Reino:

en la fe, en el amor, en la gratuidad,

y en el trabajo de cada día.

¡ Ven pronto, Señor; ven a salvarnos!






Lectura primera 2S 7,1-5.8b-11.16

El regne de David es perpetuarà davant el Senyor



Lectura segona Rm 16,25-27

Ha sortit a la llum el pla de Déu, amagat en el silenci dels segles

 

Lectura de l'evangeli segons sant Lluc

En aquell temps, Déu envià l'àngel Gabriel a un poble de la Galilea anomenat Natzaret, per dur un missatge a una noia, promesa amb un descendent de David, que es deia Josep, i el nom de la noia era Maria. L'àngel entrà a casa d'ella i li digué: «Déu te guard, plena de gràcia, el Senyor és amb tu». Ella es torbà en sentir aquestes paraules, i pensava per què la saludava així. Però l'àngel li digué: «No tinguis por, Maria; Déu t'ha concedit el seu favor. Tindràs un fill i li posaràs el nom de Jesús. Serà gran i l'anomenaran Fill-de-l'Altíssim. El Senyor Déu li donarà el tron de David, el seu pare, serà rei del poble d'Israel per sempre, i el seu regnat no tindrà fi». Maria preguntà a l'àngel: «Com pot ser, això, si jo no tinc marit?». L'àngel li respongué: «L'Esperit Sant vindrà sobre teu, i el poder de l'Altíssim et cobrirà amb la seva ombra; per això el fruit sant que naixerà l'anomenaran Fill de Déu. També la teva parenta, Elisabet, ha concebut un fill a la seva edat; ella que era tinguda per estèril ja es troba al sisè mes, perquè a Déu res no li és impossible». Maria va respondre: «Sóc l'esclava del Senyor: que es compleixin en mi les teves paraules». I l'àngel es va retirar.                                 Lc 1,26-38

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS - Plaza de San Pedro - Domingo, 20 de diciembre de 2020

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio nos propone una vez más la historia de la Anunciación. «Alégrate —dice el ángel a María— concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,28.31). Parece un anuncio de alegría pura, destinado a hacer feliz a la Virgen: ¿Quién entre las mujeres de esa época no soñaba con convertirse en la madre del Mesías? Pero, junto con la alegría, esas palabras  predicen a María una gran prueba. ¿Por qué? Porque en aquel momento estaba «desposada» (v. 27) con José. En una situación como esa, la Ley de Moisés establecía que no debía haber relación ni cohabitación. Por lo tanto, si tenía un hijo, María habría transgredido la Ley, y las penas para las mujeres eran terribles: se preveía la lapidación (cf. Dt 22,20-21). Ciertamente el mensaje divino habrá colmado el corazón de María de luz y fuerza; sin embargo, se encontró ante una decisión crucial: decir “sí” a Dios, arriesgándolo todo, incluso su vida, o declinar la invitación y seguir con su camino ordinario.

¿Qué hace? Responde así: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Hágase (fiat) de María. Pero en la lengua en que está escrito el Evangelio, no es simplemente un “suceda”.  La expresión verbal indica un fuerte deseo,  indica la voluntad de que algo se cumpla. En otras palabras, María no dice: “Si tiene que hacerse, que se haga.., si no puede ser de otra manera...”. No es resignación. No expresa una aceptación débil y sometida, expresa un deseo fuerte, un deseo vivo. No es pasiva, sino activa. No sufre a Dios, se adhiere a Dios. Es una enamorada dispuesta a servir a su Señor en todo e inmediatamente. Podría haber pedido más tiempo para pensarlo, o más explicaciones sobre lo que pasaría; quizás podría haber puesto algunas condiciones... En cambio, no se toma tiempo, no hace esperar a Dios, no aplaza.

¡Cuantas veces  —ahora pensemos en nosotros— cuántas veces nuestra vida está hecha de aplazamientos, incluso nuestra vida espiritual! Por ejemplo: sé que me hace bien rezar, pero hoy no tengo tiempo... “mañana, mañana, mañana, mañana...”- Aplazamos las cosas : mañana lo hago; sé que ayudar a alguien es importante —sí, tengo que hacerlo, lo haré mañana—. Es la misma cadena de los mañana... Aplazar las cosas.  Hoy, a las puertas de la Navidad, María nos invita a no aplazar, a decir “sí”.  “¿Tengo que rezar?”, “Sí, y rezo”. “¿Tengo que ayudar a los demás? Sí”. ¿Cómo hacerlo? Lo hago. Sin aplazar. Cada “sí” cuesta . Cada  “sí” cuesta pero siempre es menos de lo que le costó a ella ese “sí” valiente, ese “sí”, decidido, ese «hágase en mí según tu palabra» que nos trajo la salvación.

Y nosotros ¿qué “sí” podemos decir? En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos de lo que la pandemia nos impide hacer, hagamos algo por los que tienen menos: no el enésimo regalo para nosotros y nuestros amigos, sino para una persona necesitada en la que nadie piensa. Y otro consejo: para que Jesús nazca en nosotros, preparemos el corazón: vayamos a rezar. No nos dejemos “arrastrar” por el consumismo: “Tengo que comprar los regalos, tengo que hacer esto y lo otro...”. Ese frenesí por hacer tantas cosas... lo importante es Jesús. El consumismo, hermanos y hermanas, nos ha secuestrado la Navidad. No hay consumismo en el pesebre de Belén: allí está la realidad, la pobreza, el amor. Preparemos el corazón como hizo  María: libre del mal, acogedor, dispuesto a acoger a Dios.

«Hágase en mí según tu palabra». Es la última frase de la Virgen en este último domingo de Adviento, y es la invitación a dar un paso concreto hacia la Navidad. Porque si el nacimiento de Jesús no toca nuestra vida —la mía, la tuya, la de todos—, si no toca la vida pasa en vano. En el Ángelus también nosotros diremos ahora: “Hágase en mí según tu palabra”: que la Virgen nos ayude a decirlo con nuestra vida, con la actitud de estos últimos días para prepararnos bien a la Navidad.




          PREGÀRIA A MARIA

● Vós que sou la noia,

guardeu la nostra mirada clara i neta.

● Vós que sou la dona, beneïda entre totes,

doneu-nos l'alegria de saber estar feliços

amb els altres.

● Vós que sou la mare,

prepareu-nos per donar la vida,

i ajudeu-nos a donar-la.

● Vós, que sou

tota plena de la Vida,

doneu-nos la joia de viure

i que sempre brilli la nostra alegria.

● Vós que sou la Immaculada

feu que lluitem contra tot mal,

i siguem ferms en les proves.

● Vós que sou la Mare de Crist

féu més gran el nostre cor

i ompliu-lo amb l'Amor.

● Vós que sou la Mare de l'Església,

obriu el nostre cor a tothom

i feu que estimem el Crist de veritat.



         ¿QUÉ SENTISTE, MARIA?

Con pocas palabras, pero en Ti María,

habitó por el anuncio de un Ángel

el Misterio de un Dios humanado.

¿Qué sentiste, Virgen María ante la llegada del mensajero?

¿Creíste, acaso, que ese personaje celestial se equivocó de puerta?

¿Pensaste que, uno de tus vecinos, venía para probar tu fe o tu ingenuidad?

¿Qué sentiste María, dinos Tú que miraste al cielo,

ante la llegada del famoso mensajero?

Tal vez, como humilde nazarena,

sentiste que Dios habla en el silencio


Que Dios se hace grande

en el que le recibe manifestándose

esclavo, humilde…y pequeño

Tal vez, como mujer de Dios,

mirando por la ventana

de tu pobre casa de Nazaret

soñaste que, simplemente,

era una estrella que de repente

cayó desde el mismo cielo.

O, tal vez, María,

en el secreto escondido desde hace siglos,

supiste que, contigo,

la partitura comenzaba a escucharse

que el plan comenzaba a llevarse a cabo

que, Dios, en una más de las suyas

irrumpía ahora sin ruido, en silencio,

sin más exigencia que tu obediencia

sin más preguntas que tu respuesta

sin más palacios que tu vientre virginal

sin más pregoneros que un Ángel.

Ayúdanos, María,

en medio de los ruidos

que sacuden los valles de nuestras vidas

a escuchar, como Tú lo hiciste,

la voz de un Dios que sale a nuestro encuentro

en el rostro de un Niño nacido en pesebre.

 

 

               TU PALABRA ESTÁ CERCA

Nos esperas hasta el momento que nos abrimos a Tí.

Estamos a la espera de tu Palabra para que nos hagas acogedores.

Sintoniza nuestro corazón con tu voz, con tu silencio.

Habla para que salga a nuestro encuentro Jesús, Palabra de tu Paz.



Tu Palabra está cerca, Señor Dios nuestro,

tu gracia no está lejos de nosotros.

Ven a nuestro encuentro con fuerza y con dulzura.

Haz que no seamos sordos a tu llamada,

sino abiertos y ágiles para recibir a Cristo Jesús, tu Hijo,

que vendrá en busca de nosotros para salvarnos

hoy y todos los días hasta la eternidad.



Dios, tú infundes la fe en nuestros corazones.

Conoces a tu gente y la aceptar aunque esté lejos de Ti.

Derrama tu Palabra por todo nuestro mundo,

ven hasta nosotros con tu felicidad,

da tu sol a buenos y a malos, ahora y siempre. Amén.

                                      H.Oosterhuis










diumenge, 13 de desembre del 2020

3r Diumenge d'Advent'2020

 "Aquest Advent, fes vent..."

      CORONA D’ADVENT

Viure amb joia

i preparar la vinguda del Senyor.

Ell és sentit per les nostres vides.

En els nostres deserts ressona un clam.

S’anuncia la Bona Notícia:

el Senyor ja és prop.

Ell és el Messies,

el qui porta la Llibertat.

Encenent aquest tres ciris

recordem que cadascú de nosaltres

ha de ser llum que il.lumini

el Món Nou del demà.

I avui especialment expressem

la joia per la proximitat de la Salvació;

l’alegria per la Vida

que en Jesús se’ns ofereix;

el goig per una història i un món

que poden ser realment nous.

Veniu Senyor Jesús!


Lectura primera Is 61,1-2a.10-11

Aclamo el Senyor, ple de goig



Lectura segona 1Te 5,16-24 

Germans, viviu sempre contents, no us canseu mai de pregar,

 doneu gràcies en tota ocasió. Això és el que Déu vol de vosaltres en Jesucrist. 

No sufoqueu l'Esperit,



Evangeli Jn 1,6-8.19-28

Lectura de l'evangeli segons sant Joan

Déu envià un home que es deia Joan. Era un testimoni; vingué a donar testimoni de la Llum, perquè per ell tothom arribés a la fe. Ell mateix no era la Llum; venia només a donar-ne testimoni.

Quan els jueus van enviar-li, des de Jerusalem, sacerdots i levites per interrogar-lo, el testimoni de Joan fou aquest. Li preguntaren: «Qui ets tu?». Ell, sense cap reserva, confessà clarament: «Jo no sóc el Messies». Li preguntaren: «Qui ets, doncs? Elies?». Els diu: «No el sóc». «Ets el Profeta que esperem?». Respongué: «No». Li digueren: «Doncs, qui ets? Hem de donar una resposta als qui ens han enviat: què dius de tu mateix?». Digué: «Sóc una veu que crida en el desert: "Aplaneu el camí del Senyor", com diu el profeta Isaïes». Alguns dels enviats, que eren fariseus, li preguntaren encara: «Per què bateges, doncs, si no ets el Messies, ni Elies, ni el Profeta?». Joan els respongué: «Jo batejo només amb aigua, però, tot i que no el coneixeu, ja teniu entre vosaltres el qui ve després de mi; jo no sóc digne ni de deslligar-li la corretja del calçat».

Això va passar a Bet-Ània, a l'altra banda del Jordà, on Joan batejava

Papa Francisco - Vaticano – 13 de diciembre de 2020

Palabras antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La invitación a la alegría es característica del tiempo de Adviento: la espera del nacimiento de Jesús, la espera que vivimos es alegre, un poco como cuando esperamos la visita de una persona a la que queremos mucho, por ejemplo, un amigo al que no vemos desde hace tiempo, un pariente… Estamos en una espera alegre. Y esta dimensión de la alegría emerge especialmente hoy, el tercer domingo, que se abre con la exhortación de San Pablo: “Alegraos siempre en el Señor” (Antífona de ingreso; cfr. Fil 4,4.5). “¡Alegraos!” La alegría cristiana. ¿Y cuál es el motivo de esta alegría? Que “el Señor está cerca” (v. 5). Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, más estamos en la alegría; cuanto más lejos está, más estamos en la tristeza. Esta es una regla para los cristianos.

Una vez, un filósofo decía más o menos esto: “No comprendo cómo se puede creer hoy, porque aquellos que dicen que creen tienen cara de funeral. No dan testimonio de la alegría de la resurrección de Jesucristo”. Hay muchos cristianos con esa cara, sí, cara de funeral, cara de tristeza… ¡Pero Cristo ha resucitado! ¡Cristo te ama! ¿Y tú no tienes alegría? Pensemos un poco en esto y preguntémonos: ¿Yo estoy alegre porque el Señor está cerca de mí, porque el Señor me ama, porque el Señor me ha redimido?

El Evangelio según Juan nos presenta hoy al personaje bíblico que -exceptuando a la Virgen y a San José- vivió el primero y mayormente la espera del Mesías y la alegría de verlo llegar: hablamos, naturalmente, de Juan el Bautista (cfr Jn 1,6-8.19-28).

El evangelista lo introduce de modo solemne: “Hubo un hombre enviado por Dios […]. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz” (vv. 6-7). El Bautista es el primer testigo de Jesús, con la palabra y con el don de la vida. Todos los Evangelios concuerdan en mostrar cómo realizó su misión indicando a Jesús como el Cristo, el Enviado de Dios prometido por los profetas.  Juan era un líder de su tiempo. Su fama se había difundido en toda Judea y más allá, hasta Galilea. Pero él no cedió ni siquiera por un instante a la tentación de atraer la atención sobre sí mismo: siempre la orientaba hacia Aquel que debía venir. Decía: “Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia” (v. 27). Siempre señalando al Señor. Como la Virgen, que siempre señala al Señor: “Haced lo que Él os diga”. El Señor siempre en el centro. Los santos alrededor, señalando al Señor. ¡Y quien no señala al Señor no es santo!

He aquí la primera condición de la alegría cristiana: descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús. Esto no es alienación, porque Jesús es efectivamente el centro, es la luz que da pleno sentido a la vida de cada hombre y cada mujer que vienen a este mundo. Es un dinamismo como el del amor, que me lleva a salir de mí mismo no para perderme, sino para reencontrarme mientras me dono, mientras busco el bien del otro.

Juan el Bautista recorrió un largo camino para llegar a testimoniar a Jesús. El camino de la alegría no es fácil, no es un paseo. Se necesita trabajo para estar siempre en la alegría. Juan dejó todo, desde joven, para poner a Dios en primer lugar, para escuchar con todo su corazón y con todas sus fuerzas la Palabra. Juan se retiró al desierto, despojándose de todo lo superfluo, para ser más libre de seguir el viento del Espíritu Santo. Cierto, algunos rasgos de su personalidad son únicos, irrepetibles, no se pueden proponer a todos. Pero su testimonio es paradigmático para todo aquel que quiera buscar el sentido de su propia vida y encontrar la verdadera alegría. De manera especial, el Bautista es un modelo para cuantos están llamados en la Iglesia a anunciar a Cristo a los demás: pueden hacerlo solo despegándose de sí mismos y de la mundanidad, no atrayendo a las personas hacia sí sino orientándolas hacia Jesús.

La alegría es esto: orientar a Jesús. Y la alegría debe ser la característica de nuestra fe. También en los momentos oscuros, esa alegría interior de saber que el Señor está conmigo, que el Señor está con nosotros, que el Señor ha resucitado. ¡El Señor! ¡El Señor! ¡El Señor! Este es el centro de nuestra vida, este es el centro de nuestra alegría. Pensad bien hoy: ¿Cómo me comporto yo? ¿Soy una persona alegre que sabe transmitir la alegría de ser cristiano, o soy siempre como esas personas tristes que, como he dicho antes, parece que estén en un funeral? Si yo no tengo la alegría de mi fe, no podré dar testimonio y los demás dirán: “Si la fe es así de triste, mejor no tenerla”.

Rezando ahora el Ángelus, vemos todo esto realizado plenamente en la Virgen María: ella esperó en el silencio la Palabra de salvación de Dios; la escuchó, la acogió, la concibió. En ella, Dios se hizo cercano. Por eso la Iglesia llama a María “Causa de nuestra alegría”.


Estad alegres,

aunque el silencio parezca opresivo,

porque habita en él Su presencia discreta;

cuando os muerda la ausencia de respuesta,

que Dios acaricia de formas insospechadas;

aunque la tormenta parezca infinita;

porque el sol sigue brillando tras las nubes;

si del amor sentís añoranza;

os está esperando, en recodos del futuro;

cuando la Ley quiera domesticar la esperanza;

porque el espíritu es más fuerte que las cadenas.

Si lo injusto os vuelve escépticos;

pues Su justicia es inmortal.

Estad alegres,

con el júbilo de quien ha aprendido a escuchar

y lleva dentro la música del mundo;

con la serenidad de quien ha vencido al miedo;

con la jovialidad de quien comprende antes de juzgar;

con la confianza de saberLe aliado y cómplice

en esta aventura de vivir.

                    JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ OLAIZOLA

Mi alma se alegra en el Señor

y todo mi ser se hace lenguas de su bondad.

El Señor ha elegido nuestra pequeñez

para dar a conocer las maravillas de su poder.

Se ha fijado en nuestra debilidad

para plantar cara a los prepotentes del mundo.

Nos ha elegido,

somos sus enviados, sus mensajeros, profetas.

Nuestra misión

es anunciar la Buena Noticia a los pobres,

ofrecer la amnistía a los pecadores,

proclamar el año de gracia del Señor.

No somos nada, sólo una voz,

quizá sólo una voz en el desierto...

Pero tenemos que ser la voz de Dios,

la voz que recoge el clamor de los que sufren,

la voz de la justicia, del amor, de la paz,

la voz de los sin voz.

                                  Luis Betés

Déu i Pare nostre,

Enmig dels sorolls,

enmig de les foscors,

algú està venint vers nosaltres.

Destrueix les nostres tenebres, Senyor.

Fes-nos la gràcia de saber conèixer

El qui ve a nosaltres.

Ensenya'ns a aplanar-li els camins,

a fer rectes les seves sendes.

Que cada dia amb els nostres gestos

i amb les nostres paraules

fem arribar al nostre món

el gust de l'esperança.

Que cada dia fem créixer més

la seva justícia i la seva pau.

Veniu, Senyor Jesús!



LA ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR

Cuando vienes,

y nos sorprendes

Cuando llegas,

y nos encuentras esperándote

Cuando naces,

y quieres salvarnos

LA ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR

En un mundo triste

Ante tantas noticias negras y amargas

En la violencia y las guerras

LA ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR

Porque nos cuesta sonreír

Porque nos cuesta vivir en fiesta

Porque vivimos sin vivir

Porque sonreímos sin ganas

LA ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR

Vienes a nuestro encuentro

Vienes Dios, haciéndote Niño

Vienes para quedarte con nosotros

Vienes en la soledad de la noche

LA ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR

No nos abandones

Sal a nuestro camino

Conviértenos a Ti, Jesús

Danos tu mano

LA ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR


 

Venga el día, Señor,

en que nuestra miseria,

encuentre tu misericordia.

Venga el día, Señor,

en que nuestra pobreza

encuentre tu riqueza.

Venga el día, Señor,

en que nuestra senda

encuentre el camino de tu casa.

Venga el día, Señor,

en que nuestras lágrimas

encuentren tu sonrisa.

Bendito seas, Padre,

por aquel día

en que nuestros ojos

verán tu rostro.

                  THIERRY MAERTENS

De la pregària arxiprestal d'Advent (Arxiprestat Badalona Sud - Sant Adrià de Besòs)
 

diumenge, 6 de desembre del 2020

2n Diumenge d'Advent'2020

  "Aquest Advent, fes vent..."

 



    CORONA D’ADVENT

● Els profetes  mantenien encesa  l’esperança d’Israel

  i els pobres del món  anhelen la salvació.

● Nosaltres,  com a símbol de la nova justicia,

  encenem aquests dos ciris, especialment EL MORAT,

  signe de la nostra necessitat de conversió.

● Que cadescú de nosaltres,Senyor,

  siguem terra preparada, com Joan Baptista,

  perquè sapiguem obrir en la nostra vida

  i en el nostre món, noves rutes al Senyor.

● Camins de justícia i de pau.  ¡Veniu aviat, Senyor! ¡Veniu Senyor Jesús!


Lectura primera Is 40,1-5.9-11

"Obriu al Senyor una ruta."


Lectura segona 2Pe 3,8-14

"Esperem un cel nou i una terra nova"



Lectura de l'evangeli segons sant Marc

Comença l'evangeli de Jesús, el Messies, Fill de Déu.

En el profeta Isaïes hi ha escrit això: «Jo envio davant teu el meu missatger perquè et prepari el camí. Una veu crida en el desert: Obriu una ruta al Senyor, aplaneu-li el camí». Complint això, Joan començà a batejar en el desert.

Predicava un baptisme de conversió, per obtenir el perdó dels pecats, i anaven a trobar-lo de tot arreu de Judea, amb tota la gent de Jerusalem, confessaven els seus pecats i es feien batejar per ell al riu Jordà. El vestit de Joan era de pèl de camell, es cobria amb una pell a la cintura i s'alimentava de llagostes i mel boscana. I predicava així: «Després de mi ve el qui és més poderós que jo, tan poderós que no sóc digne ni d'ajupir-me a deslligar-li la corretja del calçat. Jo us he batejat només amb aigua; ell us batejarà amb l'Esperit Sant».  

                                                                                 (Mc 1,1-8)

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS - Plaza de San Pedro II Domingo de Adviento, 10.12.2017

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El domingo pasado empezamos el Adviento con la invitación a vigilar; hoy, segundo domingo de este tiempo de preparación a la Navidad, la liturgia nos indica los contenidos propios: es un tiempo para reconocer los vacíos para colmar en nuestra vida, para allanar las asperezas del orgullo y dejar espacio a Jesús que viene.

El profeta Isaías se dirige al pueblo anunciando el final del exilio en Babilonia y el regreso a Jerusalén. Él profetiza: «Una voz clama: “En el desierto abrid camino a Yahveh. […]. Que todo valle sea elevado”» (40, 3). Los valles para elevar representan todos los vacíos de nuestro comportamiento ante Dios, todos nuestros pecados de omisión. Un vacío en nuestra vida puede ser el hecho de que no rezamos o rezamos poco. El Adviento es entonces el momento favorable para rezar con más intensidad, para reservar a la vida espiritual el puesto importante que le corresponde. Otro vacío podría ser la falta de caridad hacia el prójimo, sobre todo, hacia las personas más necesitadas de ayuda no solo material, sino también espiritual. Estamos llamados a prestar más atención a las necesidades de los otros, más cercanos. Como Juan Bautista, de este modo podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas. «Y todo monte y cerro sea rebajado» (v. 4), exhorta aún Isaías. Los montes y los cerros que deben ser rebajados son el orgullo, la soberbia, la prepotencia. Donde hay orgullo, donde hay prepotencia, donde hay soberbia no puede entrar el Señor porque ese corazón está lleno de orgullo, de prepotencia, de soberbia. Por esto, debemos rebajar este orgullo. Debemos asumir actitudes de mansedumbre y de humildad, sin gritar, escuchar, hablar con mansedumbre y así preparar la venida de nuestro Salvador, Él que es manso y humilde de corazón (cf. Mateo 11, 29). Después se nos pide que eliminemos todos los obstáculos que ponemos a nuestra unión con el Señor: «¡Vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie! Se revelará la gloria de Yahveh —dice Isaías— y toda criatura a una la verá (Isaías 40, 4-5). Estas acciones, sin embargo, se cumplen con alegría, porque están encaminadas a la preparación de la llegada de Jesús. Cuando esperamos en casa la visita de una persona querida, preparamos todo con cuidado y felicidad. Del mismo modo queremos prepararnos para la venida del Señor: esperarlo cada día con diligencia, para ser colmados de su gracia cuando venga.

El Salvador que esperamos es capaz de transformar nuestra vida con su gracia, con la fuerza del Espíritu Santo, con la fuerza del amor. En efecto, el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones el amor de Dios, fuente inagotable de purificación, de vida nueva y de libertad. La Virgen María vivió en plenitud esta realidad, dejándose «bautizar» por el Espíritu Santo que la inundó de su poder. Que Ella, que preparó la venida del Cristo con la totalidad de su existencia, nos ayude a seguir su ejemplo y guíe nuestros pasos al encuentro con el Señor que viene.


ADVIENTO EN NUESTRA VIDA

Adviento es una multitud de caminos

de búsqueda y esperanza

para recorrerlos a ritmo ligero

siguiendo las huellas

de Abraham, nuestro padre en la fe,

de Jacob, enamorado, astuto y tenaz,

de Moisés, conocedor de desiertos y guía de tu pueblo,

de Isaías, profeta y cantor de un mundo nuevo,

de Jeremías, sensible a los signos de los tiempos,

de Juan Bautista, el precusor humilde y consciente,

de José, el enraizado y con la vida alterada,

de María, creyente y embarazada,

y con los ojos fijos en quien va a nacer

en cualquier lugar y circunstancia.


Adviento, en nuestra vida e historia,

siempre es una aventura osada

que acontece en cualquier plaza,

calle y encrucijada,

o en el interior de nuestra casa,

o en nuestras propias entrañas.

Adviento es tiempo y ocasión propicia

para preparar el camino:

igualar lo escabroso,

enderezar lo torcido,

rebajar lo pretencioso,

aventar el orgullo,

rellenar los agujeros negros,

despejar el horizonte,

señalar las fuentes de agua fresca,

no crear nieblas ni tormentas

sembrar verdad, justicia y amor

y tener el corazón con las puertas abiertas.

Te agradecemos, Señor,

la reiterada presencia del Adviento

en nuestra vida e historia.

En él, gracias a tu Espíritu y Palabra,

y a nuestra humilde acogida,

despunta una nueva aurora.

            Florentino Ulibarri

PREGÀRIA D’ADVENT

     (Sant Agustí d’Hipona.)

Veniu, oh Déu, i distingirem el bé del mal.

Veniu, oh Déu, i deixarem el mal

per només estimar el bé.

Veniu, oh Déu, i no caurem en la temptació.

Veniu, oh Déu, i gracies a Vós sabrem qui som.

Veniu, i feu-nos caminar amb Vós.

Veniu, i feu camí amb nosaltres.

Veniu, i morirem a l’home vell

per viure d’una manera nova.

Veniu, i ens sentirem forts.

Veniu, i ensenyeu-nos la veritat.

Veniu, truqueu a la nostra porta

i deixeu-la oberta perquè tothom entri.

Veniu, porteu del cel el pa de vida

i l’aigua viva que raja fins a l’eternitat.

Veniu, i esborreu el nostre pecat.

Veniu a visitar-nos, Senyor Déu nostre!




      ¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y que te sirvas de mí, para anunciar tu llegada

Y que me concedas la humildad, para saber que no soy sino tu siervo

Y que me hagas ver los signos de tu llegada


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y colaborar contigo para que, tu Reino, sea una pronta realidad

Y que venga tu Palabra sobre mí y me empuje a proclamarla

Y que, sin miedo al que dirán, anuncie y denuncie lo que falta en el mundo

Y que, sin miedo a la prueba, anuncie y denuncie lo que sobre en el mundo


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y que viva este momento, como un momento de gracia

Y que viva mi vida, como una llamada a darme por los demás

Y que viva mi existencia, como un pregón de esperanza

Y que viva mis días, sabiendo que Tú –tarde o temprano- llegarás


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y ser un heraldo, aunque sea minúsculo, de tu presencia

Y ser un heraldo, aunque sea insignificante, de tu llegada

Y ser un heraldo, aunque me asalten las dudas, de tu grandeza

Y ser un heraldo, aunque me cueste el desierto, de tu nacimiento


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR¡

Rescatando, de los caminos perdidos, a los que andan sin esperanza

Levantando, de los caminos torcidos, a los que cayeron abatidos

Alegrando, de los caminos melancólicos, a los que dejaron de sonreír

Recuperando, de los caminos confundidos, a los que creyeron tenerlo todo


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Un constructor de sendas para los que te busquen

Un arquitecto de autopistas para los que te deseen

Un elevador de puentes, para los que te quieran encontrar

Un ingeniero de pistas, para los que quieran vivir contigo.

VENIU, SENYOR.

     per Pierre Griolet.

Senyor i Déu nostre

perquè vivim esperant-vos,

el nostre clam constant és

el de «Veniu, Senyor».

Massa sovint, però,

ens deixem decaure,

perquè ens sembla

que res no canvia.

Feu-nos descobrir, Señor,

que sou Vós també,

el qui ens espereu.

Que sou Vós també

el qui espereu que la humanitat canvïi

per tal que nosaltres marxem a l’encontre

de Jesús, el Crist, el Déu vivent,

el Déu que salva el pobre i humil,

el Déu que mai no defrauda

els qui esperen en ell.



Consuela a tu pueblo, Señor,

    según tu palabra y tu promesa.

Conduce nuestros pasos

    y tómanos en tus brazos,

    porque no podemos vivir

        desterrados de Ti.

Haz con nosotros el camino,

    ayúdanos a prepararlo de tal forma

    que los más débiles,

    humillados y abatidos

    puedan caminar con nosotros

    en la esperanza de un mundo fraterno,

    libre y digno para todos tus hijos e hijas

    hermanos y hermanas nuestros

          en Jesucristo.

            Así sea. Amén.