ADVENT'2014
"¿QUÉ HAS HECHO CON TU HERMANO?"(Gn 4,9)
La esperanza nos abre a los hermanos.
El Papa Francisco ha sido taxativo en apreciación sobre el momento y la necesidad acuciante de espabilar: "prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma..." La apatía, tan cerca de la acedia, rompe con la esperanza y se engalana de tristeza con una seguridad que huele a viejo y que no abre puertas para nada ni para nadie. Todo lo contrario del Reino, él viene en la intemperie por el camino del riesgo, del ensayo, del barro en manos del alfarero, de lo nuevo, de aquello que se mueve y espera porque nada da por perdido y sabe que todo se puede hacer nuevo. Así es el Adviento.
LA CORONA D'ADVENT
La corona ennobleix a la personapel que simbolitza de grandesa i
majestat.
La seva forma rodona recorda el significat del cercle: perfecció i
participació.
El seu contingut significa consagració. Així, és expressió de força i
plenitud.
La corona d'Advent expressa la nostra preparació pel Nadal.
Es construeix amb branques i fullam, expressant la vida nova que Déu ens
ofereix.
El seu color verd és signe
d'esperança.
Les seves llums recorden que Jesucrist és la nostra llum.
La seva forma rodona significa
l'eternitat.
La corona d'Advent significa que la
llum i la vida venceran sobre les tenebres i la foscor.
Que l'esperança tindrà una
acompliment, gràcies al Senyor, que sempre és
fidel.
● Encendemos,
este primer domingo de adviento
esta luz,
como aquél que permanece en vela,
esperando para salir al encuentro
del Señor que ya viene.
Una vela VERDE
que es signo de nuestra esperanza.
Tu Señor Jesús vienes a nosotros.
Muchas sombras nos envuelven.
Muchos halagos nos adormecen.
En esta primera semana de adviento,
queremos estar atentos y preparados,
como María, Madre de la esperanza,
para acoger al mensajero
que nos trae la mejor noticia,
la paz más profunda
y la alegría más verdadera.
¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor
Jesús!
ADVIENTO: ¡Lánzate ya!
Lectura primera Is
63,16b-17.19b.64,2b-7
Oh, si esquincéssiu el cel i baixéssiu!
¡Ojalá rasgases el
cielo y bajases!
Lectura segona 1C 1,3-9
Vivim esperant la
manifestació de nostre Senyor Jesucrist
vosotros aguardáis
la manifestación de nuestro Señor Jesucristo
Evangeli Mc 13,33-37
Vetlleu: No sabeu quan
tornarà l'amo de casa
Lectura de l'evangeli
segons sant Marc
En aquell temps, deia
Jesús als seus deixebles: «Estigueu atents, vetlleu. No sabeu quan
vindrà el temps decisiu. L'home que se'n va a terres llunyanes,
sortint de casa deixa els seus criats responsables de les tasques que
confia a cadascun, i al porter li recomana que vetlli. Igual heu de
vetllar vosaltres, perquè no sabeu quan tornarà l'amo de casa; no
sabeu si vindrà al vespre, a mitjanit, al cant del gall, a la
matinada. El tindreu aquí a l'hora menys pensada: mireu que no us
trobi dormint. I això que us dic a vosaltres, ho dic a tothom:
Vetlleu».
Primer Diumenge Advent Cicle B ( Català)
Primer Domingo de Adviento Ciclo B ( Castellano )
https://www.youtube.com/watch?v=uHsCkCQXd-c
Premier Dimanche Advent Cycle B ( Français )
https://www.youtube.com/watch?v=0nopUr3JvvM
1st Sunday of Advent Cycle B ( English )
https://www.youtube.com/watch?v=_J2t2hGIYCg
BIENAVENTURANZAS DE ADVIENTO
Felices quienes siguen confiando, a pesar de las muchas circunstancias adversas de la vida.
Felices quienes tratan de allanar todos los altibajos de la existencia: odios, marginaciones, discordias, enfrentamientos, injusticias.
Felices quienes descienden de sus cielos particulares para ofrecer esperanza y anticipar el futuro, con una sonrisa en los labios y mucha ternura en el corazón.
Felices quienes aguardan, contemplan, escuchan, están pendientes de recibir una señal y cuando llega el momento decisivo, dicen: sí, quiero, adelante, sea, en marcha...
Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida y no sólo con meras palabras.
Felices quienes rellenan los baches, abren sendas, abajan las cimas, para que la existencia sea para todos más humana.
Felices quienes regalan su amistad y reparten ilusión a manos llenas con su ejemplo y sus obras.
Felices quienes cantan al levantarse, quienes proclaman que siempre hay un camino abierto a la esperanza, diciendo: "No tengáis miedo, estad alegres. Dios es como un padre bueno que nos acompaña y nos alienta, pues únicamente desea nuestra alegría y nuestra felicidad.
¡NO NOS DEJEMOS ROBAR LA ESPERANZA!
El Papa Francisco nos invita mirar nuestra vida y el mundo con ojos de esperanza. ¡No nos dejemos robar la esperanza! Iniciemos el Adviento desterrando los pesimismos. ¡Dejemos de ser "profetas de calamidades"! Y construyamos espacios de esperanza.
No al pesimismo estéril
84. La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf.
Jn 16,22). Los males de nuestro mundo –y los de la Iglesia– no deberían ser
excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos
para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre
derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde
abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a
vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que
crece en medio de la cizaña. A cincuenta años del Concilio Vaticano II, aunque
nos duelan las miserias de nuestra época y estemos lejos de optimismos ingenuos,
el mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor
generosidad. En ese sentido, podemos volver a escuchar las palabras del beato
Juan XXIII en aquella admirable jornada del 11 de octubre de 1962: «Llegan, a
veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas
que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la
medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina [...]
Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar
siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese
inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a
un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres pero más
aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes
superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo
dispone para mayor bien de la Iglesia».
85. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la
conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados
con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía
plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la
mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de
las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y
recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza
se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una
cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con
una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es
hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña,
producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica. (Evangelii gaudium 84-85)
PÓRTICO
DE ADVIENTO
La
vida
litúrgica
está
estructurada
en
cuatro
etapas:
Adviento,
Pascua
(con
Navidad)
Cuaresma
y
Tiempo
Ordinario.
Ello
se
debe
a
que
nuestra
vida
está
teñida
por
esos
cuatro
colores:
la
esperanza,
la
alegría
con
la
celebración,
el
dolor
y
la
vulgaridad
cotidiana
que
también
tiene
su
riqueza.
Por
tanto
no
hay
que
mirar
los
tiempos
litúrgicos
como
fragmentos
aislados
sino
como
acentos
que
nos
van
recordando
las
dimensiones
que
no
deben
faltar
en
nuestra
vida
de
fe.
Los
cuatro
domingos
de
Adviento
habría
que
intentar
vivirlos
como
una
larga
meditación
sobre
la
esperanza:
esa
virtud
de
la
que
Péguy
decía
que
es
la
que
más
asombra
a
Dios
cuando
la
ve
en
nosotros.
Porque
esperanza
no
es
lo
mismo
que
optimismo:
en
un
mundo
tan
cruel
y
tan
injusto
como
el
nuestro,
el
optimismo
sólo
puede
fundarse
en
ingenuidad
o
en
hormonas.
Pero
aunque
no
quepa
el
optimismo,
en
el
creyente
siempre
hay
lugar
para
la
esperanza:
porque,
como
Dios
sigue
siendo
el
Señor
de
la
historia,
siempre
es
posible
seguir
luchando,
o
dar
algún
paso
adelante
o
volver
a
comenzar.
La
posibilidad
del
Reinado
de
Dios
sigue
latente
en
nuestra
realidad
y
Dios
nos
sigue
dando
la
oportunidad
de
reconvertir
en
bienes
lo
que
hemos
hecho
mal.
Precisamente
por
eso,
el
Adviento
comienza
cada
año
con
textos
apocalípticos
que,
aunque
no
hay
que
tomarlos
como
profecías
sino
como
advertencias,
no
dejan
de
resonar
negativamente
como
catastróficos.
Pero,
del
primer
domingo
al
último,
pasamos
del
anuncio
de
una
(hipotética)
catástrofe,
en
continuidad
con
los
últimos
domingos
del
año
litúrgico,
a
la
Anunciación
de
un
salvador
del
mundo.
Debemos
caer
en
la
cuenta
de
que
este
esquema
es
opuesto
al
del
resto
del
año
litúrgico
y
de
los
mismos
evangelios,
donde
la
predicación
de
Jesús
comienza
con
un
anuncio
optimista
(la
cercanía
del
reinado
de
Dios)
y
concluye
con
los
largos
discursos
apocalípticos
que
cierran
la
predicación
de
Jesús
en
los
evangelios
sinópticos.
Si
aquí
íbamos
pasando
del
optimismo
a
la
decepción
y
la
amenaza,
ahora
en
el
Adviento
pasamos
de
la
amenaza
bien
seria
a
una
nueva
esperanza.
Al
igual
que
la
bondad,
la
esperanza
es
en
este
mundo
la
siempre
vencida
y
la
siempre
invencible.
Subrayemos
otra
vez
que
se
trata
de
esperanza,
no
de
optimismo.
Precisamente
por
eso,
es
una
esperanza
que
reclama
nuestra
colaboración.
Y
esa
colaboración
humana
se
nos
concreta
este
año
en
dos
imperativos
decisivos
que
enunciarán
el
segundo
y
el
tercer
domingo
del
adviento:
la
lucha
por
la
igualdad
y
el
testimonio.
El
camino
del
Señor
hay
que
prepararlo.
Y
sólo
se
prepara
luchando
por
la
igualdad,
tratando
de
borrar
todas
las
diferencias.
La
igualdad
entre
todos
los
seres
humanos,
esa
igualdad
denostada
por
los
economistas
como
si
fuese
enemiga
de
la
creatividad,
es
como
la
autopista
que
facilita
la
llegada
del
Señor
(evangelio
del
segundo
domingo).
Y
esa
igualdad,
siempre
pendiente
en
esta
historia
dominada
por
lo
que
Jesús
llamaba
“el
príncipe
de
este
mundo”
(en
oposición
al
reinado
de
Dios),
sólo
puede
fundarse
y
mantenerse
en
el
testimonio
constante
de
que
hay
en
medio
de
nosotros
algo
(Alguien)
que
desconocemos
(evangelio
del
tercer
domingo).
Por
tanto:
viviremos
cristianamente
el
Adviento
si
sabemos
pasar
del
pesimismo
a
la
esperanza
siempre
renacida.
Y
podremos
dar
ese
paso
si
tratamos
de
luchar
denodadamente
por
la
igualdad
entre
los
seres
humanos
y
por
ser
todos
precursores
como
el
Bautista.
J.I.González
Faus
(Homilética,
2014/6)
MÉS FOTOGRAFIES / IMATGES:
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