dissabte, 29 de novembre del 2014

1r diumenge d'Advent - cicle B - 2014

ADVENT'2014


"¿QUÉ HAS HECHO CON TU HERMANO?"(Gn 4,9)
        La esperanza nos abre a los hermanos.



El Papa Francisco ha sido taxativo en apreciación sobre el momento y la necesidad acuciante de espabilar: "prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma..." La apatía, tan cerca de la acedia, rompe con la esperanza y se engalana de tristeza con una seguridad que huele a viejo y que no abre puertas para nada ni para nadie. Todo lo contrario del Reino, él viene en la intemperie por el camino del riesgo, del ensayo, del barro en manos del alfarero, de lo nuevo, de aquello que se mueve y espera porque nada da por perdido y sabe que todo se puede hacer nuevo. Así es el Adviento.



LA CORONA D'ADVENT


La corona ennobleix a la personapel que simbolitza de grandesa i majestat.

La seva forma rodona recorda el significat del cercle: perfecció i participació.

El seu contingut significa consagració. Així, és expressió de força i plenitud.

La corona d'Advent expressa la nostra preparació pel Nadal.

Es construeix amb branques i fullam, expressant la vida nova que Déu ens ofereix.

El seu color verd és signe d'esperança.

Les seves llums recorden que Jesucrist és la nostra llum.

La seva forma rodona significa l'eternitat.

La corona d'Advent significa que la llum i la vida venceran sobre les tenebres i la foscor.

Que l'esperança tindrà una acompliment, gràcies al Senyor, que sempre és fidel.



               ORACIÓN

● Encendemos,
este primer domingo de adviento

esta luz,
 como aquél que permanece en vela,

esperando para salir al encuentro

del Señor que ya viene.

Una vela VERDE

que es signo de nuestra esperanza.

Tu Señor Jesús vienes a nosotros.

Muchas sombras nos envuelven.

Muchos halagos nos adormecen.

En esta primera semana de adviento,

queremos estar atentos y preparados,

como María, Madre de la esperanza,

para acoger al mensajero

que nos trae la mejor noticia,

la paz más profunda

y la alegría más verdadera.

¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!


ADVIENTO: ¡Lánzate ya!



Lectura primera Is 63,16b-17.19b.64,2b-7

Oh, si esquincéssiu el cel i baixéssiu!

¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!





Lectura segona 1C 1,3-9
Vivim esperant la manifestació de nostre Senyor Jesucrist
vosotros aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo


 
Evangeli Mc 13,33-37
Vetlleu: No sabeu quan tornarà l'amo de casa
Lectura de l'evangeli segons sant Marc
En aquell temps, deia Jesús als seus deixebles: «Estigueu atents, vetlleu. No sabeu quan vindrà el temps decisiu. L'home que se'n va a terres llunyanes, sortint de casa deixa els seus criats responsables de les tasques que confia a cadascun, i al porter li recomana que vetlli. Igual heu de vetllar vosaltres, perquè no sabeu quan tornarà l'amo de casa; no sabeu si vindrà al vespre, a mitjanit, al cant del gall, a la matinada. El tindreu aquí a l'hora menys pensada: mireu que no us trobi dormint. I això que us dic a vosaltres, ho dic a tothom: Vetlleu».


 Primer Diumenge Advent Cicle B ( Català)


 Primer Domingo de Adviento Ciclo B ( Castellano )
 https://www.youtube.com/watch?v=uHsCkCQXd-c

Premier Dimanche Advent Cycle B ( Français ) 
https://www.youtube.com/watch?v=0nopUr3JvvM

1st Sunday of Advent Cycle B ( English ) 
 https://www.youtube.com/watch?v=_J2t2hGIYCg





BIENAVENTURANZAS DE ADVIENTO

Felices quienes siguen confiando, a pesar de las muchas circunstancias adversas de la vida.
Felices quienes tratan de allanar todos los altibajos de la existencia: odios, marginaciones, discordias, enfrentamientos, injusticias.
Felices quienes descienden de sus cielos particulares para ofrecer esperanza y anticipar el futuro, con una sonrisa en los labios y mucha ternura en el corazón.
Felices quienes aguardan, contemplan, escuchan, están pendientes de recibir una señal y cuando llega el momento decisivo, dicen: sí, quiero, adelante, sea, en marcha...
Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida y no sólo con meras palabras.
Felices quienes rellenan los baches, abren sendas, abajan las cimas, para que la existencia sea para todos más humana.
Felices quienes regalan su amistad y reparten ilusión a manos llenas con su ejemplo y sus obras.
Felices quienes cantan al levantarse, quienes proclaman que siempre hay un camino abierto a la esperanza, diciendo: "No tengáis miedo, estad alegres. Dios es como un padre bueno que nos acompaña y nos alienta, pues únicamente desea nuestra alegría y nuestra felicidad.




¡NO NOS DEJEMOS ROBAR LA ESPERANZA!
El Papa Francisco nos invita mirar nuestra vida y el mundo con ojos de esperanza. ¡No nos dejemos robar la esperanza! Iniciemos el Adviento desterrando los pesimismos. ¡Dejemos de ser "profetas de calamidades"! Y construyamos espacios de esperanza.

No al pesimismo estéril
84. La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22). Los males de nuestro mundo –y los de la Iglesia– no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. A cincuenta años del Concilio Vaticano II, aunque nos duelan las miserias de nuestra época y estemos lejos de optimismos ingenuos, el mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad. En ese sentido, podemos volver a escuchar las palabras del beato Juan XXIII en aquella admirable jornada del 11 de octubre de 1962: «Llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina [...] Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres pero más aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para mayor bien de la Iglesia».
85. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica.                       (Evangelii gaudium 84-85)


PÓRTICO DE ADVIENTO
La vida litúrgica está estructurada en cuatro etapas: Adviento, Pascua (con Navidad) Cuaresma y Tiem­po Ordinario. Ello se debe a que nuestra vida está teñida por esos cuatro colores: la esperanza, la alegría con la celebración, el dolor y la vulgaridad cotidiana que también tiene su riqueza. Por tanto no hay que mirar los tiempos litúrgicos como fragmentos aislados sino como acentos que nos van recordando las dimensiones que no deben faltar en nuestra vida de fe.
Los cuatro domingos de Adviento habría que intentar vivirlos como una larga meditación sobre la esperanza: esa virtud de la que Péguy decía que es la que más asombra a Dios cuan­do la ve en nosotros. Porque esperanza no es lo mismo que optimismo: en un mundo tan cruel y tan injusto como el nuestro, el optimismo sólo puede fundarse en ingenuidad o en hormonas. Pero aunque no quepa el optimismo, en el creyente siempre hay lugar para la esperanza: porque, como Dios sigue siendo el Señor de la historia, siempre es posible seguir luchando, o dar algún paso adelante o volver a comenzar. La posibilidad del Reinado de Dios sigue latente en nuestra realidad y Dios nos sigue dando la oportunidad de reconvertir en bienes lo que hemos hecho mal.
Precisamente por eso, el Adviento comien­za cada año con textos apocalípticos que, aunque no hay que tomarlos como profe­cías sino como advertencias, no dejan de resonar negativamente como catastrófi­cos. Pero, del primer domingo al último, pasamos del anuncio de una (hipotética) catástrofe, en continuidad con los últimos domingos del año litúrgico, a la Anuncia­ción de un salvador del mundo. Debemos caer en la cuenta de que este esquema es opuesto al del resto del año litúrgico y de los mismos evangelios, donde la predicación de Jesús comienza con un anuncio optimista (la cercanía del reinado de Dios) y concluye con los largos discursos apocalípticos que cierran la predicación de Jesús en los evangelios sinópticos. Si aquí íbamos pasando del optimismo a la decepción y la amenaza, ahora en el Adviento pasamos de la amenaza bien seria a una nueva esperanza.
Al igual que la bondad, la esperanza es en este mundo la siempre vencida y la siempre invenci­ble. Subrayemos otra vez que se trata de espe­ranza, no de optimismo. Precisamente por eso, es una esperanza que reclama nuestra colaboración. Y esa colaboración humana se nos concreta este año en dos imperativos decisivos que enunciarán el segundo y el tercer domingo del adviento: la lucha por la igualdad y el testimonio. El camino del Señor hay que prepararlo. Y sólo se prepara luchando por la igualdad, tratando de borrar todas las diferencias. La igualdad entre todos los seres humanos, esa igualdad denostada por los economistas como si fuese enemiga de la creatividad, es como la autopista que facilita la llegada del Señor (evangelio del segun­do domingo). Y esa igualdad, siempre pendiente en esta historia dominada por lo que Jesús llamabael príncipe de este mundo(en oposición al reinado de Dios), sólo puede fundarse y mantenerse en el testimonio constante de que hay en medio de noso­tros algo (Alguien) que desconocemos (evangelio del tercer domingo).
Por tanto: viviremos cristianamente el Adviento si sabemos pasar del pesimismo a la esperanza siem­pre renacida. Y podremos dar ese paso si tratamos de luchar denodadamente por la igualdad entre los seres humanos y por ser todos precursores como el Bautista. 
                                                                          J.I.González Faus (Homilética, 2014/6)

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