2n diumenge d'Advent
Veniu Senyor Jesús,
misericòrdia del Pare!
CORONA DE ADVIENTO
Los profetas
mantenían encendida
la esperanza de
Israel
y los pobres del
mundo
anhelan la
liberación.
Nosotros,
como símbolo de la
nueva justicia,
encendemos estas dos
velas,
ESPECIALMENTE LA
MORADA,
SIGNO DE NUESTRA
NECESIDAD
DE CONVERSIÓN.
Que cada uno de
nosotros, Señor,
sea tierra
preparada,
como Juan Bautista,
para que sepamos
abrir
en nuestra vida
y en nuestro mundo,
nuevas rutas al
Señor.
Caminos de justicia
y de paz.
¡Ven pronto, Señor!
¡Ven, Salvador!
Refugiados iraquíes rezando el Padrenuestro en arameo.
Senyor, en el cor
del nostre desert,
en el fons del
nostre silenci,
en el més profund
del nostre ésser...
...encén un llum,
aquella llum que mai
no s'apaga,
aquella claror que
il·lumina la nostra veritat.
Veniu, Senyor,
Jesús,
i renoveu la nostra
tenebra,
parleu en el nostre
desert,
i poseu llum al
nostre demà.
Veniu, Senyor,
Jesús.
Lectures de la Litúrgia de la Paraula:
CATALÀ:
CASTELLÀ:
DEL PROFETA BARUC
"Déu conduirà Israel, ple d'alegria,
a la llum de la seva glòria,
amb aquella bondat i aquell amor que li són propis."
(Ba 5, 1-9)
DE LA SEGONA CARTA ALS CRISTIANS DE FILIPS
"Estic segur d'una cosa: Déu,
que ha començat en vosaltres un bon treball,
acabarà de dur-lo a terme fins al dia de Jesucrist."
(Fl 1,4-6.8-11)
Evangeli Lc 3,1-6
DE L'EVANGELI SEGONS SANT LLUC:
L'any quinzè del regnat de l'emperador Tiberi, mentre Ponç Pilat era
procurador romà de la Judea, Herodes era tetrarca de Galilea, Felip, el
seu germà ho era d'Iturea i de la regió de Traconítida, i Lisànies ho
era d'Abilena, durant el pontificat d'Anàs i Caifàs, Joan, fill de
Zacaries, rebé la paraula de Déu al desert, i anà per tota la comarca
del Jordà predicant un baptisme de conversió per obtenir el perdó dels
pecats.
Complia el que hi ha escrit al llibre del profeta Isaïes: «Una veu crida
en el desert: Obriu una ruta al Senyor, aplaneu-li el camí. S'alçaran
les fondalades i s'abaixaran les muntanyes i els turons, la serralada es
tornarà una plana, i el terreny escabrós serà una vall, i tothom veurà
la salvació de Déu».
Tú, Padre, siempre
estás enviando profetas:
Los que llaman al
compromiso por la justicia:
nos ayudan a
“igualar lo escabroso”
eliminando las
desigualdades injustas,
buscando libertad
para los oprimidos,
pan para los
necesitados,
acogida y amor para
todos.
Profetas que nos
incitan a un mundo habitable
ahora y en el
futuro.
Profetas que nos
llaman a la austeridad solidaria,
nos invitan a comer
y beber con mesura,
a vestir sin exceso
de adornos,
a consumir teniendo
presente que haya para todos.
Profetas que nos
llaman al “autodominio”:
nos hacen
conscientes de nuestros límites,
nos ayudan a
respetarlos y acogerlos con ternura,
nos aportan
serenidad, y paz de espíritu,
nos llevan hacia la
verdadera libertad:
evitando el
consumo compulsivo que genera injusticia.
Cristo Jesús:
Ayúdanos a preparar tu venida.
Que descubramos
nuestros caminos hacia Ti.
Que seamos capaces
de suprimir los vacíos,
superar el
desaliento,
evitar las
ambiciones exageradas,
corregir
humildemente lo negativo,
eliminar la
desigualdad injusta.
Que tu voz resuene
en el desierto de nuestro corazón.
¡Ven pronto, Señor!
TU TIENES PROMESAS
VERDADERAS
¡Ven,
Señor, y no tardes demasiado!
Estamos cansados de
tantas promesas falsas
A cada momento nos
asaltan dudas,
incertidumbres,
fracasos, bofetadas,
traiciones,
desencuentros, engaños.
¡Ven,
Señor, no te demores!
Pensamos haber
atinado el futuro,
y estamos inmersos
en constantes fracasos.
Creemos ser
portadores de humanidad,
inocentes y víctimas
de nuestro vivir opulento.
¡Ven,
Señor, no retrases tu llegada!
Porque, entre otras
cosas, sentimos que la tiniebla
se impone con más
rapidez que la misma luz,
que los engaños se
disparan a más velocidad
que la verdad que
pide y exige el hombre
¡Ven,
Señor, y endereza nuestros caminos!
Haznos buscar un
desierto en el que hablarte
Un desierto en el
que encontrarte
Un desierto en el
que buscarte
Un desierto en el
cual poder escucharte
¡Ven,
Señor, y allana nuestros senderos!
Rebaja nuestro
orgullo, para conquistarte con humildad
Alisa nuestra
dispersión, para quererte sólo a Ti
Pule nuestro vivir,
para que tengas más cabida en él
¡Ven,
Señor, y no aplaces tu vuelta!
Entre otras cosas,
porque cada día que pasa,
sentimos que el
mundo está más herido de muerte
si Tú le faltas por
dentro
si Tú no le envías
tu esperanza y tu aliento
¡Ven,
Señor, y acelera tu llegada!
Papa
Francisco, "Angelus", Ciudad del Vaticano, 06-12-15
En
este segundo domingo de Adviento, la liturgia nos pone a la escuela
de Juan el Bautista, que predicaba “un bautismo de conversión para
el perdón de los pecados”. Y nosotros quizá nos preguntemos:
'¿Por qué nos tendríamos que convertir? La conversión es para el
que de ateo se vuelve creyente, de pecador se hace justo. Pero
nosotros no la necesitamos. Nosotros somos ya cristianos'. Podemos
preguntarnos esto. Por tanto, 'estamos bien'. Y eso no es verdad.
Pensando de este modo, no nos damos cuenta de que es precisamente por
esta presunción --que somos cristianos, todos buenos, que estamos en
lo correcto-- precisamente por esta presunción, es por lo que nos
debemos convertir: de la suposición de que, en fin de cuentas, va
bien así y no necesitamos conversión alguna.
Pero
preguntémonos: ¿es cierto que en las diversas situaciones y
circunstancias de la vida, tenemos en nosotros los mismos
sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que sentimos como siente Jesús?
Por ejemplo, cuando sufrimos algún mal o alguna afrenta ¿podemos
reaccionar sin animosidad y perdonar de corazón a los que nos piden
perdón? Que difícil es perdonar, ¿eh? ¡Que difícil! ‘Me la vas
a pagar: esta palabra viene de dentro, ¿eh? Cuando estamos llamados
a compartir alegrías y tristezas, ¿sabemos llorar sinceramente con
el que llora y alegrarnos con el que se alegra? Cuando debemos
expresar nuestra fe, ¿sabemos hacerlo con valentía y sencillez, sin
avergonzarnos del Evangelio? Y así podemos plantearnos tantas
preguntas. No estamos bien. Siempre debemos convertirnos, tener los
sentimientos que tenía Jesús.
La
voz del Bautista grita aún en los desiertos de hoy de la humanidad,
que son --¿cuáles son los desiertos de hoy?-- son las mentes
cerradas y los corazones duros, y nos provoca para que nos
preguntemos si efectivamente estamos recorriendo el camino correcto,
viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como entonces, él nos
amonesta con las palabras del profeta Isaías: “¡Preparad el
camino del Señor!”. Es una invitación apremiante a abrir el
corazón y recibir la salvación que Dios nos ofrece incesantemente,
casi con testarudez, porque nos quiere a todos libres de la
esclavitud del pecado. Pero el texto del profeta dilata esa voz,
preanunciando que “todos los hombres verán la Salvación de Dios”.
Y la salvación es ofrecida a todo hombre, y a todo pueblo, sin
excluir a nadie, a cada uno de nosotros: ninguno de nosotros puede
decir: ‘Yo soy santo, yo soy perfecto, yo ya estoy salvado’. No.
Siempre debemos aceptar este ofrecimiento de la salvación, y por eso
el Año de la Misericordia: para avanzar más en ese camino de la
salvación, ese camino que nos ha enseñado Jesús. Dios quiere que
todos los hombres sean salvados por medio de Jesucristo, el único
mediador.
Por
lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a hacer conocer a Jesús
a cuantos no lo conocen aún: pero eso no es hacer proselitismo. No.
Es abrir una puerta. “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”,
declaraba san Pablo. Si a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado
la vida, y nos la cambia cada vez que acudimos a Él, ¿cómo no
sentir la pasión de hacerlo conocer a cuantos encontramos en el
trabajo, en la escuela, en la comunidad, en el hospital, en los
lugares de reunión? Si miramos a nuestro alrededor, encontramos a
personas que estarían dispuestas a comenzar o a volver a comenzar un
camino de fe, si encontraran a cristianos enamorados de Jesús. ¿No
deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos? Os dejo la
pregunta: ¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido
de que Jesús me ofrece y me da la salvación? Y, si estoy enamorado,
¡tengo que hacerlo conocer! Pero debemos ser valientes: allanar las
montañas del orgullo y de la rivalidad, rellenar los abismos
excavados por la indiferencia y la apatía, enderezar los senderos de
nuestras perezas y de nuestros acomodamientos.
Que
nos ayude la Virgen María --que es Madre y sabe cómo hacerlo-- a
derribar las barreras y los obstáculos que impiden nuestra
conversión, es decir, nuestro camino hacia el encuentro con el
Señor. ¡Él solo! ¡Solo Jesús puede dar cumplimiento a todas las
esperanzas del hombre!
Gràcies, Salvador! M'ajuda molt aquest butlletí. Una abraçada!
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