QUARESMA 2016
"Practica la justícia,
estima la misericòrdia,
i camina humilment
amb el teu Déu.»
(Mi 6,8)
LITÚRGIA de la PARAULA
CATALÀ: http://lecturesdelamissa.blogspot.com/2011/10/diumenge-iii-de-quaresma_06.html
CASTELLANO: http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2016-02-28
DEL LLIBRE de L'ÈXODE
Déu el cridà de la bardissa estant: «Moisès, Moisès».
Ell respongué: «Aquí em teniu».
Déu li digué: «No t'acostis aquí.
Descalça't, que el lloc on ets és terra sagrada».
I afegí: «Jo sóc el Déu del teu pare,
Déu d'Abraham, Déu d'Isaac, Déu de Jacob».
(Ex 3,1-8a.10.13-15)
DE la PRIMERA CARTA de SANT PAU als CRISTIANS de CORINT
"Els nostres pares estaven tots emparats per aquell núvol,
tots passaren el mar Roig
i tots, en el núvol i en el mar,
van rebre com un baptisme que els unia a Moisès.
Tots es van alimentar amb el mateix menjar espiritual,
tots van beure la mateixa beguda espiritual,
ja que bevien d'una roca espiritual que els acompanyava,
i aquesta roca significava el Crist."
(1Co 10,1-6.10-12)
DE l'EVANGELI segons sant LLUC
Per aquell temps,
alguns dels qui eren presents contaren a Jesús el cas d'uns galileus,
com Pilat havia barrejat la sang d'ells amb la de les víctimes que
oferien en sacrifici. Jesús els respongué: «Us penseu que aquells
galileus van ser malmenats perquè havien estat més pecadors que tots els
altres galileus? Us asseguro que no: si no us convertiu, tots acabareu
igual. I aquells divuit homes que van morir quan els caigué a sobre la
torre de Siloè, us penseu que eren més culpables que tots els altres
habitants de Jerusalem? Us asseguro que no: si no us convertiu, tots
acabareu igual».
I els digué aquesta paràbola: «Un home que
tenia una figuera a la vinya, anà a cercar-hi fruit i no n'hi trobà. En
veure això, digué al vinyater: "Mira, fa tres anys que vinc a cercar
fruit a aquesta figuera i no n'hi trobo. Talla-la d'una vegada. Per què
la tinc, si no fa més que ocupar-me la terra?" Ell li contestà: "Senyor,
deixeu-la encara aquest any. Cavaré la terra i la femaré, a veure si fa
fruit d'ara endavant; si no, ja la podreu tallar». (Lc 13,1-9)
¿DÓNDE ESTAMOS NOSOTROS?
LA ORIENTACIÓN DE FONDO
Si no os convertís, todos pereceréis.
Unos desconocidos le comunican a Jesús la noticia de la horrible matanza de unos galileos en el recinto sagrado del templo. El autor ha sido, una vez más, Pilato. Lo que más los horroriza es que la sangre de aquellos hombres se haya mezclado con la sangre de los animales que estaban ofreciendo a Dios.
No sabemos por qué acuden a Jesús. ¿Desean que se solidarice con las víctimas? ¿Quieren que les explique qué horrendo pecado han podido cometer para merecer una muerte tan ignominiosa? Y si no han pecado, ¿por qué Dios ha permitido aquella muerte sacrílega en su propio templo?
Jesús responde recordando otro acontecimiento dramático ocurrido en Jerusalén: la muerte de dieciocho personas aplastadas por la caída de un torreón de la muralla cercana a la piscina de Siloé. Pues bien, de ambos sucesos hace Jesús la misma afirmación: las víctimas no eran más pecadores que los demás. Y termina su intervención con la misma advertencia: «si no os convertís, todos pereceréis».
La respuesta de Jesús hace pensar. Antes que nada, rechaza la creencia tradicional de que las desgracias son un castigo de Dios. Jesús no piensa en un Dios "justiciero" que va castigando a sus hijos e hijas repartiendo aquí o allá enfermedades, accidentes o desgracias, como respuesta a sus pecados.
Después, cambia la perspectiva del planteamiento. No se detiene en elucubraciones teóricas sobre el origen último de las desgracias, hablando de la culpa de las víctimas o de la voluntad de Dios. Vuelve su mirada hacia los presentes y los enfrenta consigo mismos: han de escuchar en estos acontecimientos la llamada de Dios a la conversión y al cambio de vida.
Todavía vivimos estremecidos por el trágico terremoto de Haití. ¿Cómo leer esta tragedia desde la actitud de Jesús? Ciertamente, lo primero no es preguntarnos dónde está Dios, sino dónde estamos nosotros. La pregunta que puede encaminarnos hacia una conversión no es "¿por qué permite Dios esta horrible desgracia?", sino "¿cómo consentimos nosotros que tantos seres humanos vivan en la miseria, tan indefensos ante la fuerza de la naturaleza?".
Al Dios crucificado no lo encontraremos pidiéndole cuentas a una divinidad lejana, sino identificándonos con las víctimas. No lo descubriremos protestando de su indiferencia o negando su existencia, sino colaborando de mil formas por mitigar el dolor en Haití y en el mundo entero. Entonces, tal vez, intuiremos entre luces y sombras que Dios está en las víctimas, defendiendo su dignidad eterna, y en los que luchan contra el mal, alentando su combate. (J.A. Pagola)
Unos desconocidos le comunican a Jesús la noticia de la horrible matanza de unos galileos en el recinto sagrado del templo. El autor ha sido, una vez más, Pilato. Lo que más los horroriza es que la sangre de aquellos hombres se haya mezclado con la sangre de los animales que estaban ofreciendo a Dios.
No sabemos por qué acuden a Jesús. ¿Desean que se solidarice con las víctimas? ¿Quieren que les explique qué horrendo pecado han podido cometer para merecer una muerte tan ignominiosa? Y si no han pecado, ¿por qué Dios ha permitido aquella muerte sacrílega en su propio templo?
Jesús responde recordando otro acontecimiento dramático ocurrido en Jerusalén: la muerte de dieciocho personas aplastadas por la caída de un torreón de la muralla cercana a la piscina de Siloé. Pues bien, de ambos sucesos hace Jesús la misma afirmación: las víctimas no eran más pecadores que los demás. Y termina su intervención con la misma advertencia: «si no os convertís, todos pereceréis».
La respuesta de Jesús hace pensar. Antes que nada, rechaza la creencia tradicional de que las desgracias son un castigo de Dios. Jesús no piensa en un Dios "justiciero" que va castigando a sus hijos e hijas repartiendo aquí o allá enfermedades, accidentes o desgracias, como respuesta a sus pecados.
Después, cambia la perspectiva del planteamiento. No se detiene en elucubraciones teóricas sobre el origen último de las desgracias, hablando de la culpa de las víctimas o de la voluntad de Dios. Vuelve su mirada hacia los presentes y los enfrenta consigo mismos: han de escuchar en estos acontecimientos la llamada de Dios a la conversión y al cambio de vida.
Todavía vivimos estremecidos por el trágico terremoto de Haití. ¿Cómo leer esta tragedia desde la actitud de Jesús? Ciertamente, lo primero no es preguntarnos dónde está Dios, sino dónde estamos nosotros. La pregunta que puede encaminarnos hacia una conversión no es "¿por qué permite Dios esta horrible desgracia?", sino "¿cómo consentimos nosotros que tantos seres humanos vivan en la miseria, tan indefensos ante la fuerza de la naturaleza?".
Al Dios crucificado no lo encontraremos pidiéndole cuentas a una divinidad lejana, sino identificándonos con las víctimas. No lo descubriremos protestando de su indiferencia o negando su existencia, sino colaborando de mil formas por mitigar el dolor en Haití y en el mundo entero. Entonces, tal vez, intuiremos entre luces y sombras que Dios está en las víctimas, defendiendo su dignidad eterna, y en los que luchan contra el mal, alentando su combate. (J.A. Pagola)
SABRÉ QUE CONEIXES EL NOM DE DÉU
Sabré que coneixes
el nom de Déu
si sento que vibres
en parlar del seu missatge,
si sento que el teu
rostre s'il·lumina quan parles d'Ell,
si sento que actues
fent real el seu projecte.
Sabré que coneixes
el nom de Déu
si et commous davant
el qui pateix,
si aprens a plorar
amb el qui plora.
Sabre que coneixes
el nom de Déu
si et reveles contra
tota injustícia,
si vius des de la
misericòrdia,
si el teu cor és
dels altres i per als altres.
Sabré que coneixes
el nom de Déu
si el teu parlar és
net i sincer,
si fas lluir la
veritat en cada frase,
si deixes brollar la
bondat amb cada mot.
Sabré que coneixes
el nom de Déu
si no guardes la
vida com un tresor
si no defenses els
tresors com una vida
si ets desprès i
estimes la justícia.
Aleshores sabré que
coneixes el nom de Déu.
Ell és el
misericordiós,
la font d'on brolla
la teva bondat i el teu amor.
Aleshores et diré:
ensenya'm el nom de Déu!
I les teves paraules
i els teus gestos
em diran el gust de
l'evangeli i de la llibertat.
EL SEÑOR ES
COMPASIVO
Y MISERICORDIOSO
(Sal 102)
Habló con Moisés
porque quería
liberar al pueblo.
Dios no amenaza,
siempre perdona,
es fuente de gracia,
lluvia de bondad.
En sus manos
benditas aceite y vino
para curar heridas,
para eso vino.
Dios es
misericordioso, es compasivo,
no es rencoroso, no
es agresivo.
Ternura entrañable,
es buen amigo,
es Padre y Madre, es
como un niño.
Dios no quiere
holocaustos ni sacrificios,
prefiere otros
regalos que sean vivos.
Prefiere
misericordia y el pan partido,
de amor arrobas, la
paz por kilos.
Prefiere corazones
no divididos.
¿QUÉ FRUTOS,
SEÑOR?
Me pides confianza
y, por lo que sea,
prefiero mirar hacia
atrás
que saborear y soñar
con lo que en Ti me espera
Deseas el fruto de
mi constancia y, a la menor,
me dejo enredar por
los hilos de la pereza,
la tibieza o las
dudas, la fragilidad o la torpeza.
Sueñas con un
futuro bueno para mí,
y me encuentras
soñando con otras cosas
con otras instancias
que no son las tuyas
con una tierra muy
distinta a la que Tú me ofreces.
Estoy en la higuera,
pero la higuera de mi vida,
no siempre
fructifica en lo santo, noble y bueno.
Miras a las ramas de
mis días
y, lejos de
comprobar cómo despuntan sus yemas
me limito a vivir
bajo mínimos,
a dar aquello que me
conviene y no me molesta
a fructificar, poco
o nada, si no es beneficio propio.
¿QUÉ
FRUTOS, DARTE, SEÑOR?
Mira mi miseria, y
dejándome arrastrar por tu riqueza
ojala recojas de mí
aquello que a tu Reino convenga
Acoge mi buena
voluntad,
y lejos de echarme
en brazos de la vanidad
descubra que, sólo
Tú y siempre Tú,
eres la causa de lo
bueno que brota en mí.
Perdona mi débil
cosecha,
y, sigue sembrando
Señor, para que tal vez mañana
puedas despertar,
descubriendo en mí
aquello que, hoy,
brilla por su ausencia:
frutos de verdad y
de amor
de generosidad y de
alegría, de fe y de esperanza
de confianza y de
futuro. de vida y de verdad.
Y no te canses,
Señor, de visitar tu viña,
tal vez hoy, puede
que no,
pero mañana, con tu
ayuda y mi esfuerzo,
brotará con todo su
esplendor
la higuera de mi
vida. Amén
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