VENIU SENYOR JESÚS!!!
● En la foscor s'ha encés una llum,
en el desert s'ha sentit el crit d'una veu.
Arriba la gran notícia:
El Senyor és a punt d'arribar!
Prepareu els seus camins, perquè ja s'acosta.
● Adorneu la vostra ànima
com una núvia engalanada el dia del casament.
Ja és aquí el missatger.
Joan Baptista no és la llum,
sinó el qui ens anuncia la llum.
● Senyor, quan encenem aquestes tres espelmes
cada u de nosaltres vol ser
torxa vostra perquè brilleu,
flama vostra perquè escalfeu.
● Veniu, Senyor, a salvar-nos,
ompliu-nos amb la vostra llum,
escalfeu-nos amb el vostre amor!
"Enrobustiu les mans que es deixen caure,
afermeu els genolls que
no s'aguanten.
Digueu als cors alarmats: Sigueu valents, no tingueu
por!
Aquí teniu el vostre Déu que ve per fer justícia;
la paga de
Déu és aquí, és ell mateix qui us ve a salvar."
Is 35,1-6a.10
"Mireu com el pagès espera els fruits preciosos de la terra,
prenent paciència fins que les pluges primerenques i tardanes
l'hauran assaonada. Igualment vosaltres tingueu paciència,
refermeu
els vostres cors, que la vinguda del Senyor és a prop."
Jm 5, 7-10
«Aneu a anunciar a Joan el que veieu i el que heu sentit dir:
els
cecs hi veuen, els invàlids caminen, els leprosos queden purs,
els
sords hi senten, els morts ressusciten,
els desvalguts senten
l'anunci de la bona nova,
i feliç aquell que no quedarà decebut de
mi».
Mt 11, 2-11
El PAPA FRANCISCO, como cada domingo, ha rezado el ángelus desde
la ventana del Palacio Apostólico, acompañado por los fieles
reunidos en la plaza de San Pedro, en este TERCER DOMINGO de ADVIENTO
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos el tercer domingo de adviento, caracterizado por la
invitación de san Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo
a insistir, alégrense. El Señor está cerca” (Fil 4, 4-5). No es
una alegría superficial o puramente emotiva a la que nos exhorta el
apóstol. Y tampoco esa mundana o esa alegría del consumismo, no no
es esa. Se trata de una alegría más auténtica, de la que estamos
llamados a redescubrir el sabor, el sabor de la verdadera alegría.
Es una alegría que toca la intimidad de nuestro ser, mientras que
esperamos a Jesús, que ya ha venido a traer la salvación al mundo,
el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María. La
liturgia de la Palabra nos ofrece el contexto adecuado para
comprender y vivir esta alegría. Isaías habla de desierto, de
tierra árida, de estepa (cfr 35,1); el profeta tiene delante de sí
manos débiles, rodillas vacilante, corazones perdidos, ciegos,
sordos y mudos (cfr vv. 3-6). Es el cuadro de una situación de
desolación, de un destino inexorable sin Dios.
Pero finalmente la salvación es anunciada: “Sed fuertes, no
temáis –dice el prófeta–. Mirad a vuestro Dios, […] os
salvará” (cfr Is 35,4). Y enseguida todo se transforma: el
desierto florece, la consolación y la alegría impregnan los
corazones (cfr vv. 5-6). Estos signos anunciados por Isaías como
reveladores de la salvación ya presente, se realizan en Jesús. Él
mismo lo afirman respondiendo a los mensajeros enviados por Juan
Bautista. ¿Qué dice Jesús a estos mensajeros? “Los
ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y
los sordos oyen; los muertos resucitan” (Mt 11,5). No son palabras,
son hechos que demuestran cómo la salvación traída por Jesús,
aferra a todo el ser humano y lo regenera. Dios ha entrado en la
historia para liberar de la esclavitud del pecado; ha puesto su
tienda en medio de nosotros para compartir nuestra existencia, sanar
nuestras llagas, vendar nuestras heridas y donarnos la vida nueva. La
alegría es el fruto de esta intervención de salvación y de amor de
Dios.
Estamos llamados a participar del sentimiento de júbilo, este
júbilo, esta alegría. Pero un cristisno que no está alegre, algo
le falta a este cristiano, o no es cristiano. La alegría del
corazón, la alegría dentro que nos lleva adelante y da el valor. El
Señor viene, viene a nuestra vida como liberador, viene a liberarnos
de todas las esclavitudes interiores y exteriores. Es Él quien nos
indica el camino de la fidelidad, de la paciencia y de la
perseverancia porque, a su llegada, nuestra alegría será plena.
La Navidad está cerca, los signos de su aproximarse son evidentes
en nuestras calles y en nuestras casas; también aquí en la Plaza se
ha puesto el pesebre y al lado el árbol. Estos signos externos nos
invitan a acoger al Señor que siempre viene y llama a nuestra
puerta; llama a nuestro corazón para acercarse. Nos invitan a
reconocer sus pasos entre los de los hermanos que pasan a nuestro
lado, especialmente los más débiles y necesitados.
Hoy somos invitados a alegrarnos por la venida inminente de
nuestro Redentor; y estamos llamados a compartir esta alegría con
los otros, donando consuelo y esperanza a los pobres, a los enfermos,
a las personas solas e infelices. La Virgen María, la “sierva del
Señor”, nos ayude a escuchar la voz de Dios en la oración y a
servirlo con compasión en los hermanos, para alcanzar preparados el
encuentro con la Navidad, preparando nuestro corazón a acoger a
Jesús."
"Si alguien nos cuestionase, como hoy hacen los dos discípulos
enviados por Juan, al preguntar a Jesús: ¿Sois vosotros los
seguidores de Jesús, o tenemos que esperar a otros y buscarlos en
otra parte? Algunos puede que se sintieran ofendidos, pero, podríamos
responder con el texto de Isaías, (primera lectura), como hizo Jesús
y decir: Sí, somos nosotros; anunciar lo que estáis viendo y
oyendo: los hombres son liberados y a los pobres se les anuncia la
buena noticia del Reino. ¡Felices vosotros si no os sentís
defraudados por nuestro testimonio!
Toda noticia y el Evangelio es “buena noticia”, se basa en
hechos concretos, sin hechos no hay noticia, más aún, una noticia
no basada en hechos, es una mentira. Por eso, las palabras que
pronunciemos, aunque sean muy elevadas o de acuerdo a la doctrina,
sino van avaladas por los hechos, están huecas. Dejémonos de
discusiones, sobre la salvación espiritual o temporal, la liberación
del cuerpo y del alma,… La muestra de su Mesianismo está clara: lo
más importante es la persona, el hombre y primero el que no tiene,
después el que tiene, primero el enfermo, después el sano. Primero
el Reino y su justicia, el resto vendrá por añadidura, por eso
rezamos: “Que venga tu reino” y empujamos la historia con
acciones concretas.
Hoy la pregunta no es: ¿Cómo es Dios?, tenemos demasiada
doctrina; sino ¿Dónde está Dios? Y el cristiano que quiere tener
experiencia de Dios, es decir ser místico, debe ir a buscarlo donde
está, desde donde se nos acerca y se nos revela. El texto nos dice;
que es en los débiles, los que no cuentan, como diría Eduardo
Galiano, “los nadies”, donde nos habla e interpela. Pero éste,
no es sólo un problema ético o de derechos humanos, sino la clave
desde la que tenemos que interpretar la realidad, la fe, la
espiritualidad, la vida en sí. Recordando a todos los crucificados,
que Jesús es el Viviente (esto es la Buena Noticia) y reviviendo
nosotros, para responder a la pregunta inicial de esta homilía, que
queremos desvivirnos por los que Él ama.
Continúa el relato diciendo: “Al irse ellos, Jesús se puso a
hablar a la gente sobre Juan”. Resalta su fortaleza; no es una caña
sacudida por el viento. Su austeridad; no viste con lujo, esos
habitan en los palacios. Es más que un profeta, es el precursor, el
que prepara el camino; el más grande nacido de mujer. Pero atención:
“El más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él”.
Empieza Jesús a jugar con las paradojas, que no le abandonarán en
todo el Evangelio: los últimos, los pequeños, los servidores, los
niños… son los más grandes. Lo dejará claro, lavando los pies en
la Última Cena.
Por eso los cristianos, la Iglesia, si quiere ser grande, debe de
hacerse pequeña, humilde, pobre, como dice el Papa Francisco:
“quiero una Iglesia pobre, para los pobres”. Si lo que se dice de
María, puede decirse de alguna manera de la Iglesia, ella fue la más
grande, porque se hizo esclava, se humilló. Dios mismo al que
consideramos lo más grande, se hizo pequeño, niño, en el establo
de Belén. Es necesaria, una revisión a fondo de la tarea pastoral
de la Iglesia, de tantos prejuicios que tienen algunos, sobre los
pequeños, los que no cuentan en la historia; y sobre todo, una
revisión del lenguaje para hacerlo comprensible, no tan misterioso y
que éste basado, en la cercanía a los más necesitados.
Avanza el Adviento pero no sólo en las semanas, sino en
profundidad. Cada domingo, descubrimos la importancia de lo que vamos
a celebrar en la Navidad. La encarnación de nuestro Dios y la
implantación del Reino, es algo central para nuestra fe. Es cuestión
de mirar, mirar a la cara de aquellos que están marginados o
excluidos y ver si van recuperando la dignidad. No es tiempo de
especular, en qué consiste la liberación. Ésta, se manifiesta como
en la Bienaventuranzas, en signos que no parecen religiosos o
cultuales, pero que proclaman que esta Eucaristía, nuestro Bautismo,
es la reunión y el encuentro de aquellos que se han sentido
liberados. Alcemos la cabeza, se acerca nuestra liberación." (Julio César Rioja, cmf
- www.ciudadredonda.org)
IMATGES:
https://goo.gl/photos/Bc3mVCkS22NwYeBq8
BON CAMÍ DRET CAP A NADAL.
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