Veniu Senyor Jesús!
En encendre aquests quatre ciris,
aquest darrer diumenge d'Advent,
pensem en ella, en Maria, la mare.
Ningú no us va esperar amb més ànsia,
amb més tendresa, amb més amor.
Ningú no us va rebre amb més alegria.
Dintre seu vau créixer
com el gra de blat creix
dintre la terra fecunda.
I els seus braços van ser per a vós
el bressol més acollidor.
També nosaltres ens volem
preparar així;
en la fe, en l'amor, en la solidaritat,
i, per damunt de tot, en el camí de cada dia.
Veniu, no trigueu més, Senyor!
Senyor, veniu a salvar-nos!
"El Senyor mateix us donarà un senyal:
La noia tindrà un fill i li posarà Emmanuel"
(Isaïes 7, 10-14)
"Aquesta bona nova es refereix
al seu Fill Jesucrist, Senyor nostre"
(Romans 1, 1-7)
"Mentre ell hi pensava,
se li aparegué en somni
un àngel del Senyor que li digué:
«Josep, fill de David,
no tinguis por de prendre a casa teva
Maria com a esposa.
És cert que ella ha concebut
per obra de l'Esperit Sant;
ha de tenir un fill
i li has de posar el nom de Jesús,
perquè ell salvarà dels pecats
el seu poble»". (Mateu 1, 18-24)
Con la luz de tu palabra,
con la fuerza de tu Cuerpo y de tu Sangre,
queremos, Señor,
hacer un mundo nuevo
y una historia distinta.
donde no haya explotación, ni clases,
ni discriminación, ni pobres y ricos:
un mundo de iguales.
Queremos un mundo solidario,
sin niños abandonados,
sin ancianos desamparados,
sin jóvenes y adultos
maltratados por la vida:
un mundo donde nadie se sienta solo.
Queremos un mundo limpio
sin ruidos, sin contaminación,
sin guerras, ni terrorismos,
sin armas, sin miedo, sin recelos:
un mundo hermoso.
Queremos un mundo cálido
que sea la casa de todos,
donde todos seamos hermanos
y disfrutemos el hecho de serlo,
que sea como una gran familia
tu familia, Señor,
la gran familia humana
que goce de llamarte Padre.
(Papa Francisco - 18/12/2016 - Ciudad del
Vaticano)
Al medio día de este domingo soleado y frío de Roma, el
papa Francisco rezó desde la ventana de su estudio que da hacia la
Plaza de San Pedro la oración del ángelus, ante miles de fieles y
peregrinos que allí le esperaban.
El Papa recordó que el próximo
domingo es Navidad y nos invitó en esta semana a “encontrar algún
momento para detenernos, hacer un poco de silencio, e imaginar a la
Virgen y a san José que están yendo hacia Belén: el camino, el
cansancio, pero también la gloria, la conmoción, como el ansia
por poder encontrar un lugar, la preocupación…, etc”. Recordó
también que para esto ayuda mucho el pesebre. Invitó así a entrar
en la verdadera Navidad, la de Jesús, para recibir la gracia de
amor, de humildad y de ternura.
A continuación el texto del ángelus
“¡Queridos hermanos y hermanas,
buenos días!”. La liturgia de la cuarta y último domingo de
Adviento se caracteriza por el tema de la cercanía de Dios a la
humanidad.
El pasaje del evangelio (cfr Mt 1, 18-24) nos muestra a dos
personas que más que todas las otras fueron involucradas en este
misterio de amor: la Virgen María y su esposo san José.
María es presentada a la luz de la
profecía que dice: ”La Virgen concebirá y dará a luz un
hijo”. El evangelista Mateo reconoce que esto sucedió en María,
quien concibió a Jesús por obra del Espírtu Santo, sin necesidad
de José. El Hijo de Dios “viene” a sus entrañas para volverse
hombre y Ella lo acoge.
Así, de manera única, Dios se ha
acercado al ser humano tomando la carne de una mujer. También para
nosotros, de manera diversa, Dios se acerca con su gracia para entrar
en nuestra vida y ofrecernos como un don a su Hijo.
¿Y nosotros qué hacemos? Lo
recibimos o lo rechazamos? Como María, que ofreciéndose libremente
al Señor de la historia le ha permitido cambiar el destino de la
humanidad, así también nosotros recibamos a Jesús y busquemos
de seguirlo cada día, para cooperar con su designio de salvación
sobre nosotros mismos y sobre el mundo.
çMaría aparece por lo tanto como
modelo al que es necesario mirar y un apoyo sobre el cual contar en
nuestra búsqueda de Dios y en nuestro empeño para construir la
civilización del amor.
El otro protagonista del evangelio de
hoy es san José. El evangelista pone en evidencia como José por si
mismo no puede explicarse lo sucedido que ve verificar bajo sus ojos,
o sea que María estaba embarazada.
Justamente entonces, Dios le es
cercano con su mensajero y él es iluminado sobre la naturaleza de
aquella maternidad: “El Niño engendrado en ella proviene del
Espíritu Santo”. Así delante del hecho extraordinario, que
seguramente suscita muchos interrogantes, se confía totalmente en
Dios y siguiendo su invitación no rechaza a la prometida esposa,
sino que la toma consigo.
Recibiendo a María, José acoge sin
saberlo y con amor a Aquel que en ella ha sido concebido por obra
admirable de Dios, para quien nada es imposible. José, hombre
humilde y justo nos enseña a confiar siempre en Dios, a dejarnos
guiar por Él con voluntaria obediencia.
Estas dos figuras, María y José,
que recibieron primeros a Jesús mediante la fe, nos introduzcan en
el misterio de la Navidad. María nos ayuda a ponernos en una actitud
de disponibilidad para recibir al Hijo de Dios en nuestra vida
concreta, en nuestra carne. José nos incita a buscar siempre la
voluntad de Dios y a seguirla con plena confianza
“La Virgen concebirá y dará a luz
un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido
significa: «Dios con nosotros»”. Este anuncio de esperanza que se
cumple en Navidad lleve a su cumplimiento la espera de Dios también
en cada uno de nosotros, en toda la Iglesia y en tantos pequeños que
el mundo desprecia, pero que Dios ama”.
El Papa reza el ángelus y después
dice:
“Queridos hermanos y hermanas,
saludo a todos los fieles, romanos y peregrinos que han venido desde
diversos países, a las familias, a los grupos parroquiales, a las
asociaciones. En particular saludo al nutrido grupo de Unitalsi de
Roma, que ha dado vida a un pesebre viviente que incluye a personas
con discapacidad, así como a los estudiantes del Instituto Calabrés
de Política Internacional.
Les deseo a todos un buen domingo.
¡El tiempo está lindo!
El próximo domingo es Navidad. En
esta semana tratemos de encontrar algún momento para detenerlos,
hacer un poco de silencio, e imaginar a la Virgen y a san José que
están yendo hacia Belén: el camino, el cansancio, pero también la
gloria, la conmoción, como el ansia por poder encontrar un
lugar, la preocupación…, etc.
En esto nos ayuda mucho el pesebre.
Busquemos entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, para recibir
la gracia de esta fiesta, que es una gracia de amor, de humildad y de
ternura. Y en estos momentos acuérdense de rezar también por mi”.
Y concluyó con la frase “¡Buon pranzo e arrivederci!”.
Espero en ti, Señor,
con la esperanza
de la persona
que camina con ilusión,
con la ilusión
de quien cree en sí mismo.
Espero en ti, Señor,
porque me fío de tu palabra
que al hacerse vida en mí,
me dice que eres Verdad.
Espero en ti, Señor,
porque mi vida
necesita de impulsos renovados,
porque quiero ser testigo
entre las personas
Señor, hazme sensible
a la esperanza de las personas,
que comprenda
a quienes carecen de lo mínimo
y no pueden abrirse a la esperanza.
Haz que ponga mi vida a su servicio,
tendrán entonces
un motivo para esperar.
Señor, no quiero esperar solo.
Enséñanos, Señor,
a amar el silencio.
Sólo en medio del silencio
podremos escucharte.
Sólo en el silencio
captaremos tu voluntad,
y sólo en el silencio
lograremos convertirla
en compromiso de servicio
a los demás.
En unos tiempos en los que
todo el mundo desea hablar y hablar,
sobre todo de sí mismos,
ayúdanos a escuchar tu Palabra,
para que pueda encarnarse de nuevo,
en cada uno de nosotros,
y por nosotros, también
en el mundo.
IMATGES:
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