dilluns, 19 de desembre del 2016

Advent 2016 - 4a setmana

Veniu Senyor Jesús!

En encendre aquests quatre ciris,
   aquest darrer diumenge d'Advent,
   pensem en ella, en Maria, la mare.
Ningú no us va esperar amb més ànsia,
   amb més tendresa, amb més amor.
Ningú no us va rebre amb més alegria.
Dintre seu vau créixer
   com el gra de blat creix
   dintre la terra fecunda.
I els seus braços van ser per a vós
   el bressol més acollidor.
També nosaltres ens volem
        preparar així;
   en la fe, en l'amor, en la solidaritat,
    i, per damunt de tot, en el camí de cada dia.
Veniu, no trigueu més, Senyor!
 Senyor, veniu a salvar-nos!





"El Senyor mateix us donarà un senyal: 
La noia tindrà un fill i li posarà Emmanuel"
                                                 (Isaïes 7, 10-14)





"Aquesta bona nova es refereix
 al seu Fill Jesucrist, Senyor nostre" 
                                    (Romans 1, 1-7)




"Mentre ell hi pensava, 
se li aparegué en somni 
un àngel del Senyor que li digué: 
«Josep, fill de David, 
no tinguis por de prendre a casa teva 
Maria com a esposa. 
És cert que ella ha concebut 
per obra de l'Esperit Sant; 
ha de tenir un fill 
i li has de posar el nom de Jesús, 
perquè ell salvarà dels pecats 
     el seu poble»". (Mateu 1, 18-24)





Con la luz de tu palabra,
con la fuerza de tu Cuerpo y de tu Sangre,
queremos, Señor,
hacer un mundo nuevo
y una historia distinta.
Queremos hacer un mundo
donde no haya explotación, ni clases,
ni discriminación, ni pobres y ricos:
un mundo de iguales.
Queremos un mundo solidario,
sin niños abandonados,
sin ancianos desamparados,
sin jóvenes y adultos
maltratados por la vida:
un mundo donde nadie se sienta solo.
Queremos un mundo limpio
sin ruidos, sin contaminación,
sin guerras, ni terrorismos,
sin armas, sin miedo, sin recelos:
un mundo hermoso.
Queremos un mundo cálido
que sea la casa de todos,
donde todos seamos hermanos
y disfrutemos el hecho de serlo,
que sea como una gran familia
tu familia, Señor,
la gran familia humana
que goce de llamarte Padre.



(Papa Francisco - 18/12/2016 - Ciudad del Vaticano)
Al medio día de este domingo soleado y frío de Roma, el papa Francisco rezó desde la ventana de su estudio que da hacia la Plaza de San Pedro la oración del ángelus, ante miles de fieles y peregrinos que allí le esperaban.
El Papa recordó que el próximo domingo es Navidad y nos invitó en esta semana a “encontrar algún momento para detenernos, hacer un poco de silencio, e imaginar a la Virgen y a san José que están yendo hacia Belén: el camino, el cansancio, pero también la gloria, la conmoción, como el ansia por poder encontrar un lugar, la preocupación…, etc”. Recordó también que para esto ayuda mucho el pesebre. Invitó así a entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, para recibir la gracia de amor, de humildad y de ternura.
A continuación el texto del ángelus
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!”. La liturgia de la cuarta y último domingo de Adviento se caracteriza por el tema de la cercanía de Dios a la humanidad. 
El pasaje del evangelio (cfr Mt 1, 18-24) nos muestra a dos personas que más que todas las otras fueron involucradas en este misterio de amor: la Virgen María y su esposo san José.
María es presentada a la luz de la profecía que dice: ”La Virgen concebirá y dará a luz un hijo”. El evangelista Mateo reconoce que esto sucedió en María, quien concibió a Jesús por obra del Espírtu Santo, sin necesidad de José. El Hijo de Dios “viene” a sus entrañas para volverse hombre y Ella lo acoge.
Así, de manera única, Dios se ha acercado al ser humano tomando la carne de una mujer. También para nosotros, de manera diversa, Dios se acerca con su gracia para entrar en nuestra vida y ofrecernos como un don a su Hijo.
¿Y nosotros qué hacemos? Lo recibimos o lo rechazamos? Como María, que ofreciéndose libremente al Señor de la historia le ha permitido cambiar el destino de la humanidad, así también nosotros recibamos a Jesús y busquemos de seguirlo cada día, para cooperar con su designio de salvación sobre nosotros mismos y sobre el mundo.
çMaría aparece por lo tanto como modelo al que es necesario mirar y un apoyo sobre el cual contar en nuestra búsqueda de Dios y en nuestro empeño para construir la civilización del amor.
El otro protagonista del evangelio de hoy es san José. El evangelista pone en evidencia como José por si mismo no puede explicarse lo sucedido que ve verificar bajo sus ojos, o sea que María estaba embarazada.
Justamente entonces, Dios le es cercano con su mensajero y él es iluminado sobre la naturaleza de aquella maternidad: “El Niño engendrado en ella proviene del Espíritu Santo”. Así delante del hecho extraordinario, que seguramente suscita muchos interrogantes, se confía totalmente en Dios y siguiendo su invitación no rechaza a la prometida esposa, sino que la toma consigo.
Recibiendo a María, José acoge sin saberlo y con amor a Aquel que en ella ha sido concebido por obra admirable de Dios, para quien nada es imposible. José, hombre humilde y justo nos enseña a confiar siempre en Dios, a dejarnos guiar por Él con voluntaria obediencia.
Estas dos figuras, María y José, que recibieron primeros a Jesús mediante la fe, nos introduzcan en el misterio de la Navidad. María nos ayuda a ponernos en una actitud de disponibilidad para recibir al Hijo de Dios en nuestra vida concreta, en nuestra carne. José nos incita a buscar siempre la voluntad de Dios y a seguirla con plena confianza
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros»”. Este anuncio de esperanza que se cumple en Navidad lleve a su cumplimiento la espera de Dios también en cada uno de nosotros, en toda la Iglesia y en tantos pequeños que el mundo desprecia, pero que Dios ama”.
El Papa reza el ángelus y después dice:

“Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos los fieles, romanos y peregrinos que han venido desde diversos países, a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones. En particular saludo al nutrido grupo de Unitalsi de Roma, que ha dado vida a un pesebre viviente que incluye a personas con discapacidad, así como a los estudiantes del Instituto Calabrés de Política Internacional.

Les deseo a todos un buen domingo. ¡El tiempo está lindo!
El próximo domingo es Navidad. En esta semana tratemos de encontrar algún momento para detenerlos, hacer un poco de silencio, e imaginar a la Virgen y a san José que están yendo hacia Belén: el camino, el cansancio, pero también la gloria, la conmoción, como el ansia por poder encontrar un lugar, la preocupación…, etc.
En esto nos ayuda mucho el pesebre. Busquemos entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, para recibir la gracia de esta fiesta, que es una gracia de amor, de humildad y de ternura. Y en estos momentos acuérdense de rezar también por mi”. Y concluyó con la frase “¡Buon pranzo e arrivederci!”.




 

Espero en ti, Señor, 
con la esperanza
de la persona 
que camina con ilusión,
con la ilusión 
de quien cree en sí mismo.
Espero en ti, Señor, 
porque me fío de tu palabra
que al hacerse vida en mí,
me dice que eres Verdad.
Espero en ti, Señor, 
porque mi vida
necesita de impulsos renovados,
porque quiero ser testigo 
entre las personas
de que hay una razón fuerte para vivir.
Señor, hazme sensible
 a la esperanza de las personas,
que comprenda
a quienes carecen de lo mínimo
y no pueden abrirse a la esperanza.
Haz que ponga mi vida a su servicio,
tendrán entonces
un motivo para esperar.
Señor, no quiero esperar solo.






Enséñanos, Señor, 
a amar el silencio.
Sólo en medio del silencio
podremos escucharte.
Sólo en el silencio
captaremos tu voluntad,
y sólo en el silencio
lograremos convertirla
en compromiso de servicio
a los demás.
En unos tiempos en los que
todo el mundo desea hablar y hablar,
sobre todo de sí mismos,
ayúdanos a escuchar tu Palabra,
para que pueda encarnarse de nuevo,
en cada uno de nosotros,
y por nosotros, también
en el mundo.






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