Bon Nadal!!!
" avui, a la ciutat de David,
us ha nascut un salvador, que és el Messies, el Senyor.
Això us servirà de senyal: trobareu un infant
faixat amb bolquers i posat en una menjadora. " (Lc 2, 11-12)
Això us servirà de senyal: trobareu un infant
faixat amb bolquers i posat en una menjadora. " (Lc 2, 11-12)
MISA de NOCHEBUENA
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO
«María dio a luz a su Hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había
lugar para ellos en el albergue» (Lc 2,7). De esta manera, simple
pero clara, Lucas nos lleva al corazón de esta noche santa: María
dio a luz, María nos dio la Luz. Un relato sencillo para sumergirnos
en el acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia. Todo,
en esa noche, se volvía fuente de esperanza.
Vayamos unos versículos atrás. Por decreto del
emperador, María y José se vieron obligados a marchar. Tuvieron que
dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser
censados. Una travesía nada cómoda ni fácil para una joven pareja
en situación de dar a luz: estaban obligados a dejar su tierra. En
su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que
vendría; sus pasos en cambio iban cargados de las incertidumbres y
peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar.
Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más
difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no
los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar.
Y precisamente allí, en esa desafiante realidad,
María nos regaló al Enmanuel. El Hijo de Dios tuvo que nacer en un
establo porque los suyos no tenían espacio para él. «Vino a los
suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). Y allí…, en medio
de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para
el forastero que viene de lejos, en medio de la oscuridad de una
ciudad en pleno movimiento y que en este caso pareciera que quiere
construirse de espaldas a los otros, precisamente allí se enciende
la chispa revolucionaria de la ternura de Dios. En Belén se generó
una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su
patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la
asfixia que produce una vida encerrada.
En los pasos de José y María se esconden tantos
pasos. Vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas
a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen
irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son
expulsados de su tierra. En muchos de los casos esa marcha está
cargada de esperanza, cargada de futuro; en muchos otros, esa marcha
tiene solo un nombre: sobrevivencia. Sobrevivir a los Herodes de
turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen
ningún problema en cobrar sangre inocente.
María y José, los que no tenían lugar, son los
primeros en abrazar a aquel que viene a darnos carta de ciudadanía a
todos. Aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que
el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre
la fragilidad del más débil.
Esa noche, el que no tenía lugar para nacer es
anunciado a aquellos que no tenían lugar en las mesas ni en las
calles de la ciudad. Los pastores son los primeros destinatarios de
esta buena noticia. Por su oficio, eran hombres y mujeres que tenían
que vivir al margen de la sociedad. Las condiciones de vida que
llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a estar, les
impedían practicar todas las prescripciones rituales de purificación
religiosa y, por tanto, eran considerados impuros. Su piel, sus
vestimentas, su olor, su manera de hablar, su origen los delataba.
Todo en ellos generaba desconfianza. Hombres y mujeres de los cuales
había que alejarse, a los cuales temer; se los consideraba paganos
entre los creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre
los ciudadanos. A ellos (paganos, pecadores y extranjeros) el ángel
les dice: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran
alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha
nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11).
Esa es la alegría que esta noche estamos
invitados a compartir, a celebrar y a anunciar. La alegría con la
que a nosotros, paganos, pecadores y extranjeros Dios nos abrazó en
su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo.
La fe de esa noche nos mueve a reconocer a Dios
presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él
está en el visitante indiscreto, tantas veces irreconocible, que
camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en
nuestros metros, golpeando nuestras puertas.
Y esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una
nueva imaginación social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas
de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene
lugar. Navidad es tiempo para transformar la fuerza del miedo en
fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la
caridad. La caridad que no se conforma ni naturaliza la injusticia
sino que se anima, en medio de tensiones y conflictos, a ser «casa
del pan», tierra de hospitalidad. Nos lo recordaba san Juan Pablo
II: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las
puertas a Cristo!» (Homilía
en la Misa de inicio de Pontificado, 22 octubre
1978)
En el niño de Belén, Dios sale a nuestro
encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea. Se
ofrece para que lo tomemos en brazos, para que lo alcemos y
abracemos. Para que en él no tengamos miedo de tomar en brazos,
alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al
preso (cf. Mt 25,35-36). «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía,
abrid de par en par las puertas a Cristo!». En este niño, Dios nos
invita a hacernos cargo de la esperanza. Nos invita a hacernos
centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación
que nace al encontrar tantas puertas cerradas. En este Niño, Dios
nos hace protagonistas de su hospitalidad.
Conmovidos por la alegría del don, pequeño Niño
de Belén,
te pedimos que tu llanto despierte nuestra indiferencia,
abra nuestros ojos ante el que sufre.
Que tu ternura despierte
nuestra sensibilidad
y nos mueva a sabernos invitados
a reconocerte
en todos aquellos que llegan
a nuestras ciudades, a nuestras
historias, a nuestras vidas.
Que tu ternura revolucionaria
nos
convenza a sentirnos invitados, a hacernos cargo
de la esperanza y de
la ternura de nuestros pueblos.
(Papa Francisco, 24 de diciembre de 2017)
Nadal: un significant buit en disputa
Probablement aquest any se’ns ha fet més
evident que mai: litúrgicament l’Advent no començava fins el 3 de desembre, però en canvi els llums de
Nadal porten encesos des del 24 de novembre. Segur que són de Nadal
els llums que han encès? Segur que les compres nadalenques, els
regals nadalencs, els sopars de Nadal.… porten l’adjectiu
correcte? Quina utilització fem d’un concepte, el Nadal, que ha
perdut tot el seu significat?
Sí, Nadal és allò que
se’n diu “un significant buit en disputa”, concepte creat pel
professor de teoria política argentí Ernesto Laclau. Quan una idea
és abandonada i deixa de ser conegut el seu significat original, la
construcció de noves hegemonies culturals passarà per la
utilització d’aquesta idea buida omplint-la del contingut
desitjat. Així doncs, en el moment en que el Nadal queda buit de
contingut, no només religiós sinó també cultural, quan un alt
percentatge de la població no sap quin és l’origen de la
celebració, ni perquè estem contents i esperançats per Nadal, el
Nadal es converteix en un significant buit ideal. Un contenidor
preciós, lluent i atractiu que la societat de consum omple de tot
allò que necessita per a que no deixem d’engrassar la roda d’un
sistema que necessita banalitat, festa continua i positivitat
superflua per a seguir funcionant.
Un cristianisme poruc i acomplexat (amb raó), ha
permès que el Nadal perdés gran part del seu substantiu. No ha
passat el mateix amb la Quaresma o la Pasqua. Tant un com altre període litúrgic simplement han anat
desapareixent de l’imaginari cultural al ritme de la
secularització. A ningú interessa apropiar-se d’un significant de
connotacions tan poc atractives (austeritat, dejuni, pobresa) com la
Quaresma o teològicament tan complicades com la Pasqua.
El primer engany consisteix en creure que ja ha
arribat el Nadal quan ni tan sols hem entrat a l’Advent. El vivim
per imposició ja des de finals de novembre, quan precisament el que
l’Advent ens proposa és vetllar i pregar “doncs no sabem pas quan arribarà l’amo” i ens ha de
trobar desperts. L’actitud que es desprèn és l’actitud
d’escolta, de vigies de la realitat, d’estar atents, de ser
sol·lícits.
El segon engany passa per la superficialitat i
felicitat imposada durant les festes que acaba per diluir el caràcter
revolucionari del Nadal cristià. No oblidem quina és la proposta
del Nadal: Déu ha estimat tant la humanitat que ha decidit fer-se
home, i no un home qualsevol, sinó un entre els més pobres. Les
implicacions d’aquest fet, independentment si un és o no és
creient són cabdals en la història de la humanitat. L’home
és revestit de la més gran dignitat, ens ho recorda el magnificat
de Maria, l’alegria que li neix quan se sap embarassada: “ha
mirat la petitesa de la seva serventa”, el seu és un Déu
que “derroca els poderosos del soli i exalta els humils; omple de
béns els pobres, i els rics se’n tornen sense res.” És
aquest el Déu que s’encarna i celebrem, i no pas cap altre.
Tot el que jo vull pel Nadal (all I want for
christmas…), és que tornem a omplir-lo del seu autèntic
contingut, que recuperem el seu significat original. CaI que els que
ens diem cristians recordem a qui ja no sap ni que se celebra, el
caràcter revolucionari d’un Déu que es fa pobre entre els més
pobres de la Terra. Recuperem un Nadal que no que no
hauríem d’haver perdut mai.
"La Navidad suele ser una fiesta ruidosa:
nos vendria bien un poco de silencio,
para oir la voz del Amor."
Navidad eres tú,
cuando decides nacer de nuevo cada día
y dejar entrar a Dios en tu alma.
El pino de Navidad eres tú,
cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida.
Los adornos de Navidad eres tú,
cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida.
La campana de Navidad eres tú,
cuando llamas, congregas y buscas unir.
Eres también luz de Navidad,
cuando iluminas con tu vida el camino de los demás
con la bondad, la paciencia, alegría y la generosidad.
Los ángeles de Navidad eres tú,
cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor.
La estrella de Navidad eres tú,
cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor.
Eres también los reyes Magos,
cuando das lo mejor que tienes sin importar a quien.
La música de Navidad eres tú
cuando conquistas la armonía dentro de ti.
El regalo de Navidad eres tú,
cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano.
La tarjeta de Navidad eres tú,
cuando la bondad está escrita en tus manos.
La felicitación de Navidad eres tú,
cuando perdonas y reestableces la paz, aun cuando sufras.
La cena de Navidad eres tú,
cuando sacias de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado.
Tú eres, sí, la noche de Navidad,
cuando humilde y consciente,
recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo
sin ruidos ni grandes celebraciones;
tú eres sonrisa de confianza y de ternura,
en la paz interior de una Navidad perenne
que establece el Reino dentro de ti.
Una muy Feliz Navidad
para todos los que se parecen a la Navidad"
(Del Papa Francisco acerca de la Navidad)
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