diumenge, 5 d’abril del 2020

Diumenge de Rams 2020



HOSANNA AL FILL DE DAVID!!!
BENEÏT EL QUI VE EN NOM DEL SENYOR.
HOSANNA A DALT DEL CEL!!!












           DEMOS EL PASO


● La Pascua está cerca, llega la hora,
es tiempo de decisiones
y de convicciones firmes.
Jesús invita, llama a seguirlo,
convoca al encuentro,
abre el camino a la vida nueva,
que pasa por la cruz y nos conduce al Reino.
● Jesús, maestro, amigo, compañero,
te seguimos: ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como Pedro, Andrés, Juan y Santiago.
Que no dudemos
y seamos capaces
de ponernos en camino tras tus huellas,
dando lo mejor de nosotros
para que todos puedan vivir mejor
y llegue el Reino, tu Reino Señor.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como María, la madre, nuestra madre.
Que aprendamos a decir con ella
"Aquí estoy Señor
que se haga en mi, tu voluntad".
● Que no seamos mezquinos, ni egoístas,
que seamos portadores de vida,
de dignidad, de buena convivencia.
Que hagamos realidad tu evangelio, Jesús,
en el hacer y vivir de cada día.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como Zaqueo, que no dudó y cambió su vida
cuando tú le saliste al encuentro.
Que aprendamos a compartir nuestros bienes,
don de Dios para provecho compartido
y no para egoísta acumulación
que mata y aleja del Reino.
● Que aprendamos a revisar nuestra vida,
a reconocer nuestros errores,
a comprometernos en la conversión permanente,
en el continuo crecimiento interior,
a demostrarlo con gestos y hechos cotidianos.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como aquella pobre viuda en el Templo,
sencilla, humilde,
que supo dar de corazón
lo poco que tenía.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como las mujeres que acompañaban a Jesús.
Fieles, cerca de la cruz,
cuando los demás habían huído
y Jesús moría solo y abandonado.
Que nos mantegamos fuertes en la fe,
firmes en la esperanza,
activos en el amor concreto.
Que no tengamos vergüenza
de confesar nuestra fe cristiana.
Que no reneguemos de nuestras convicciones
en los momentos difíciles.
Que aprendamos el camino de la cruz
para ser fieles a tu proyecto, Señor,
de Salvación.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como los discípulos de Emaús.
Que aprendamos a reconocerte,
cuando caminas a nuestro lado,
explicándonos las cosas que suceden
desde la mirada de Dios Padre,
● Ayúdanos a discernir
y encontrar cómo vivir mejor
el evangelio en nuestros días.
Que sepamos rectificar en el camino,
si es necesario, para anunciar
tu presencia viva a los demás.
Que sepamos cambiar nuestros planes
al dejar que Dios Padre entre n nuestra vida
con propuestas y horizontes nuevos.
●¡Ayúdanos a dar el paso, Señor!
Ayúdanos a vivir la Pascua
Muéstranos qué cosas de nuestra persona,
de nuestra mentalidad,
de nuestra manera de vivir,
deben morir para cambiar y ser nuevas,
hombres y mujeres resucitados y resucitadores.
●Que demos el paso liberador, comprometido,
de vivir anunciando tu Resurrección
con la práctica de una vida nueva,
guiada por la justicia, el perdón, la bondad,
el amor, y la solidaridad cotidianas.
         - Que así, buen Señor
            Dios Padre Bueno -




   

Lectura del libro de Isaías (50,4-7):
Mi Señor me ha dado
   una lengua de iniciado,
 para saber decir al abatido
   una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
 El Señor me abrió el oído.
 Y yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda
   a los que me apaleaban,
las mejillas
  a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro
   ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda,
 por eso no sentía los ultrajes;
 por eso endurecí el rostro como pedernal,
  sabiendo que no quedaría defraudado.






     HIMNE DE FILIPENCS
Jesucrist, que era de condició divina,
no es volgué guardar gelosament la seva igualtat amb Déu,
sinó que es va fer no-res, fins a prendre la condició d'esclau.
Havent-se fet semblant als homes
i començant de captenir-se com un home qualsevol,
s'abaixà i es féu obedient fins a acceptar la mort,
i una mort de creu.
Per això Déu l'ha exalçat
i li ha concedit aquell nom que està per damunt de tot altre nom,
perquè tothom, al cel, a la terra i sota la terra,
doblegui el genoll al nom de Jesús,
i tots els llavis reconeguin que Jesucrist és Senyor,
a glòria de Déu Pare. 
                           (Fl 2,6-11)


LECTURA de la PASIÓN según SAN MATEO
Mateo 26,14-27,66


 DOMINGO de RAMOS y de la PASIÓN del SEÑOR
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO - Baslica de San Pedro
XXXV Jornada Mundial de la Juventud - Domingo, 5 de abril de 2020


Jesús «se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo» (Flp 2,7). Con estas palabras del apóstol Pablo, dejémonos introducir en los días santos, donde la Palabra de Dios, como un estribillo, nos muestra a Jesús como siervo: el siervo que lava los pies a los discípulos el Jueves santo; el siervo que sufre y que triunfa el Viernes santo (cf. Is 52,13); y mañana, Isaías profetiza sobre Él: «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo» (Is 42,1). Dios nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió gratuitamente, porque nos amó primero. Es difícil amar sin ser amados, y es aún más difícil servir si no dejamos que Dios nos sirva.
Pero, una pregunta: ¿Cómo nos sirvió el Señor? Dando su vida por nosotros. Él nos ama, puesto que pagó por nosotros un gran precio. Santa Ángela de Foligno aseguró haber escuchado de Jesús estas palabras: «No te he amado en broma». Su amor lo llevó a sacrificarse por nosotros, a cargar sobre sí todo nuestro mal. Esto nos deja con la boca abierta: Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Sin defenderse, sólo con la humildad, la paciencia y la obediencia del siervo, simplemente con la fuerza del amor. Y el Padre sostuvo el servicio de Jesús, no destruyó el mal que se abatía sobre Él, sino que lo sostuvo en su sufrimiento, para que sólo el bien venciera nuestro mal, para que fuese superado completamente por el amor. Hasta el final.
El Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono.
La traición. Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado» (Mt 27,22). Fue traicionado por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó las manos. Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para amar y ser amados, y lo más doloroso es la traición de quién nos prometió ser fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuán doloroso haya sido para Dios, que es amor.
Examinémonos interiormente. Si somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuánta falsedad, hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas no mantenidas. Cuántos propósitos desvanecidos. El Señor conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos, sabe que somos muy débiles e inconstantes, que caemos muchas veces, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta muy difícil curar ciertas heridas. ¿Y qué hizo para venir a nuestro encuentro, para servirnos? Lo que había dicho por medio del profeta: «Curaré su deslealtad, los amaré generosamente» (Os 14,5). Nos curó cargando sobre sí nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: “Mira, mi infidelidad está ahí, Tú la cargaste, Jesús. Me abres tus brazos, me sirves con tu amor, continúas sosteniéndome... Por eso, ¡sigo adelante!”.
El abandono. En el Evangelio de hoy, Jesús en la cruz dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Es una frase dura. Jesús sufrió el abandono de los suyos, que habían huido. Pero le quedaba el Padre. Ahora, en el abismo de la soledad, por primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita «con voz potente» el “¿por qué?”, el porqué más lacerante: “¿Por qué, también Tú, me has abandonado?”. En realidad, son las palabras de un salmo (cf. 22,2) que nos dicen que Jesús llevó a la oración incluso la desolación extrema, pero el hecho es que en verdad la experimentó. Comprobó el abandono más grande, que los Evangelios testimonian recogiendo sus palabras originales.
¿Y todo esto para qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total, la situación más ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti, por todos nosotros, lo ha hecho para decirnos: “No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación para estar siempre a tu lado”. He aquí hasta dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono. Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene”.
Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, el amor permanece. El drama que estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado —mirad, mirad al Crucificado—, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos, mirando al Crucificado, la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer. 
Mirad a mi Siervo, a quien sostengo. El Padre, que sostuvo a Jesús en la Pasión, también a nosotros nos anima en el servicio. Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva, nos salva la vida. Quisiera decirlo de modo particular a los jóvenes, en esta Jornada que desde hace 35 años está dedicada a ellos. Queridos amigos: Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganaréis! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Es decir, sin condiciones, sí al amor, como hizo Jesús por nosotros.
-----------------------------------------





Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada