diumenge, 6 de desembre del 2020

2n Diumenge d'Advent'2020

  "Aquest Advent, fes vent..."

 



    CORONA D’ADVENT

● Els profetes  mantenien encesa  l’esperança d’Israel

  i els pobres del món  anhelen la salvació.

● Nosaltres,  com a símbol de la nova justicia,

  encenem aquests dos ciris, especialment EL MORAT,

  signe de la nostra necessitat de conversió.

● Que cadescú de nosaltres,Senyor,

  siguem terra preparada, com Joan Baptista,

  perquè sapiguem obrir en la nostra vida

  i en el nostre món, noves rutes al Senyor.

● Camins de justícia i de pau.  ¡Veniu aviat, Senyor! ¡Veniu Senyor Jesús!


Lectura primera Is 40,1-5.9-11

"Obriu al Senyor una ruta."


Lectura segona 2Pe 3,8-14

"Esperem un cel nou i una terra nova"



Lectura de l'evangeli segons sant Marc

Comença l'evangeli de Jesús, el Messies, Fill de Déu.

En el profeta Isaïes hi ha escrit això: «Jo envio davant teu el meu missatger perquè et prepari el camí. Una veu crida en el desert: Obriu una ruta al Senyor, aplaneu-li el camí». Complint això, Joan començà a batejar en el desert.

Predicava un baptisme de conversió, per obtenir el perdó dels pecats, i anaven a trobar-lo de tot arreu de Judea, amb tota la gent de Jerusalem, confessaven els seus pecats i es feien batejar per ell al riu Jordà. El vestit de Joan era de pèl de camell, es cobria amb una pell a la cintura i s'alimentava de llagostes i mel boscana. I predicava així: «Després de mi ve el qui és més poderós que jo, tan poderós que no sóc digne ni d'ajupir-me a deslligar-li la corretja del calçat. Jo us he batejat només amb aigua; ell us batejarà amb l'Esperit Sant».  

                                                                                 (Mc 1,1-8)

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS - Plaza de San Pedro II Domingo de Adviento, 10.12.2017

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El domingo pasado empezamos el Adviento con la invitación a vigilar; hoy, segundo domingo de este tiempo de preparación a la Navidad, la liturgia nos indica los contenidos propios: es un tiempo para reconocer los vacíos para colmar en nuestra vida, para allanar las asperezas del orgullo y dejar espacio a Jesús que viene.

El profeta Isaías se dirige al pueblo anunciando el final del exilio en Babilonia y el regreso a Jerusalén. Él profetiza: «Una voz clama: “En el desierto abrid camino a Yahveh. […]. Que todo valle sea elevado”» (40, 3). Los valles para elevar representan todos los vacíos de nuestro comportamiento ante Dios, todos nuestros pecados de omisión. Un vacío en nuestra vida puede ser el hecho de que no rezamos o rezamos poco. El Adviento es entonces el momento favorable para rezar con más intensidad, para reservar a la vida espiritual el puesto importante que le corresponde. Otro vacío podría ser la falta de caridad hacia el prójimo, sobre todo, hacia las personas más necesitadas de ayuda no solo material, sino también espiritual. Estamos llamados a prestar más atención a las necesidades de los otros, más cercanos. Como Juan Bautista, de este modo podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas. «Y todo monte y cerro sea rebajado» (v. 4), exhorta aún Isaías. Los montes y los cerros que deben ser rebajados son el orgullo, la soberbia, la prepotencia. Donde hay orgullo, donde hay prepotencia, donde hay soberbia no puede entrar el Señor porque ese corazón está lleno de orgullo, de prepotencia, de soberbia. Por esto, debemos rebajar este orgullo. Debemos asumir actitudes de mansedumbre y de humildad, sin gritar, escuchar, hablar con mansedumbre y así preparar la venida de nuestro Salvador, Él que es manso y humilde de corazón (cf. Mateo 11, 29). Después se nos pide que eliminemos todos los obstáculos que ponemos a nuestra unión con el Señor: «¡Vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie! Se revelará la gloria de Yahveh —dice Isaías— y toda criatura a una la verá (Isaías 40, 4-5). Estas acciones, sin embargo, se cumplen con alegría, porque están encaminadas a la preparación de la llegada de Jesús. Cuando esperamos en casa la visita de una persona querida, preparamos todo con cuidado y felicidad. Del mismo modo queremos prepararnos para la venida del Señor: esperarlo cada día con diligencia, para ser colmados de su gracia cuando venga.

El Salvador que esperamos es capaz de transformar nuestra vida con su gracia, con la fuerza del Espíritu Santo, con la fuerza del amor. En efecto, el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones el amor de Dios, fuente inagotable de purificación, de vida nueva y de libertad. La Virgen María vivió en plenitud esta realidad, dejándose «bautizar» por el Espíritu Santo que la inundó de su poder. Que Ella, que preparó la venida del Cristo con la totalidad de su existencia, nos ayude a seguir su ejemplo y guíe nuestros pasos al encuentro con el Señor que viene.


ADVIENTO EN NUESTRA VIDA

Adviento es una multitud de caminos

de búsqueda y esperanza

para recorrerlos a ritmo ligero

siguiendo las huellas

de Abraham, nuestro padre en la fe,

de Jacob, enamorado, astuto y tenaz,

de Moisés, conocedor de desiertos y guía de tu pueblo,

de Isaías, profeta y cantor de un mundo nuevo,

de Jeremías, sensible a los signos de los tiempos,

de Juan Bautista, el precusor humilde y consciente,

de José, el enraizado y con la vida alterada,

de María, creyente y embarazada,

y con los ojos fijos en quien va a nacer

en cualquier lugar y circunstancia.


Adviento, en nuestra vida e historia,

siempre es una aventura osada

que acontece en cualquier plaza,

calle y encrucijada,

o en el interior de nuestra casa,

o en nuestras propias entrañas.

Adviento es tiempo y ocasión propicia

para preparar el camino:

igualar lo escabroso,

enderezar lo torcido,

rebajar lo pretencioso,

aventar el orgullo,

rellenar los agujeros negros,

despejar el horizonte,

señalar las fuentes de agua fresca,

no crear nieblas ni tormentas

sembrar verdad, justicia y amor

y tener el corazón con las puertas abiertas.

Te agradecemos, Señor,

la reiterada presencia del Adviento

en nuestra vida e historia.

En él, gracias a tu Espíritu y Palabra,

y a nuestra humilde acogida,

despunta una nueva aurora.

            Florentino Ulibarri

PREGÀRIA D’ADVENT

     (Sant Agustí d’Hipona.)

Veniu, oh Déu, i distingirem el bé del mal.

Veniu, oh Déu, i deixarem el mal

per només estimar el bé.

Veniu, oh Déu, i no caurem en la temptació.

Veniu, oh Déu, i gracies a Vós sabrem qui som.

Veniu, i feu-nos caminar amb Vós.

Veniu, i feu camí amb nosaltres.

Veniu, i morirem a l’home vell

per viure d’una manera nova.

Veniu, i ens sentirem forts.

Veniu, i ensenyeu-nos la veritat.

Veniu, truqueu a la nostra porta

i deixeu-la oberta perquè tothom entri.

Veniu, porteu del cel el pa de vida

i l’aigua viva que raja fins a l’eternitat.

Veniu, i esborreu el nostre pecat.

Veniu a visitar-nos, Senyor Déu nostre!




      ¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y que te sirvas de mí, para anunciar tu llegada

Y que me concedas la humildad, para saber que no soy sino tu siervo

Y que me hagas ver los signos de tu llegada


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y colaborar contigo para que, tu Reino, sea una pronta realidad

Y que venga tu Palabra sobre mí y me empuje a proclamarla

Y que, sin miedo al que dirán, anuncie y denuncie lo que falta en el mundo

Y que, sin miedo a la prueba, anuncie y denuncie lo que sobre en el mundo


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y que viva este momento, como un momento de gracia

Y que viva mi vida, como una llamada a darme por los demás

Y que viva mi existencia, como un pregón de esperanza

Y que viva mis días, sabiendo que Tú –tarde o temprano- llegarás


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y ser un heraldo, aunque sea minúsculo, de tu presencia

Y ser un heraldo, aunque sea insignificante, de tu llegada

Y ser un heraldo, aunque me asalten las dudas, de tu grandeza

Y ser un heraldo, aunque me cueste el desierto, de tu nacimiento


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR¡

Rescatando, de los caminos perdidos, a los que andan sin esperanza

Levantando, de los caminos torcidos, a los que cayeron abatidos

Alegrando, de los caminos melancólicos, a los que dejaron de sonreír

Recuperando, de los caminos confundidos, a los que creyeron tenerlo todo


¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Un constructor de sendas para los que te busquen

Un arquitecto de autopistas para los que te deseen

Un elevador de puentes, para los que te quieran encontrar

Un ingeniero de pistas, para los que quieran vivir contigo.

VENIU, SENYOR.

     per Pierre Griolet.

Senyor i Déu nostre

perquè vivim esperant-vos,

el nostre clam constant és

el de «Veniu, Senyor».

Massa sovint, però,

ens deixem decaure,

perquè ens sembla

que res no canvia.

Feu-nos descobrir, Señor,

que sou Vós també,

el qui ens espereu.

Que sou Vós també

el qui espereu que la humanitat canvïi

per tal que nosaltres marxem a l’encontre

de Jesús, el Crist, el Déu vivent,

el Déu que salva el pobre i humil,

el Déu que mai no defrauda

els qui esperen en ell.



Consuela a tu pueblo, Señor,

    según tu palabra y tu promesa.

Conduce nuestros pasos

    y tómanos en tus brazos,

    porque no podemos vivir

        desterrados de Ti.

Haz con nosotros el camino,

    ayúdanos a prepararlo de tal forma

    que los más débiles,

    humillados y abatidos

    puedan caminar con nosotros

    en la esperanza de un mundo fraterno,

    libre y digno para todos tus hijos e hijas

    hermanos y hermanas nuestros

          en Jesucristo.

            Así sea. Amén.




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