dilluns, 1 de març del 2021

2n Diumenge de Quaresma'2021

 

«Aquest és el meu Fill, el meu estimat;

escolteu-lo» (Mc 9,7)      







Lectura primera Gn 22,1-2.9a.10-13.15-18

Sacrifici d'Abraham, el nostre pare en la fe



Lectura segona Rm 8,31b-34

Germans, si tenim Déu a favor nostre,

 qui tindrem en contra?

Lectura de l'evangeli segons sant Marc

En aquell temps, Jesús prengué Pere, Jaume i Joan, els dugué tots sols dalt d'una muntanya alta i es transfigurà davant d'ells: els seus vestits es tornaren fulgurants, i eren tan blancs que cap tintorer del món no hauria pogut blanquejar-los així. Se'ls aparegué Elies amb Moisès, i conversaven amb Jesús. Llavors Pere diu a Jesús: «Rabí, que n'estem de bé aquí dalt! Hi farem tres cabanes, una per a vós, una per a Moisès i una altra per a Elies». No sabia pas què dir, d'esglaiats que estaven. Llavors es formà un núvol que els cobria, i del núvol estant va sortir una veu: «Aquest és el meu Fill, el meu estimat; escolteu-lo». Immediatament, mirant al seu voltant, ja no veieren ningú més, sinó Jesús tot sol amb ells.

Mentre baixaven de la muntanya, Jesús els manà que no referissin a ningú allò que havien vist, fins després que el Fill de l'home hagués ressuscitat d'entre els morts. Ells retingueren aquestes paraules i discutien entre ells què volia dir això de «ressuscitar d'entre els morts».     (Mc 9,2-10)




PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS - Plaza de San Pedro- Domingo, 28 de febrero de 2021 

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Este segundo domingo de Cuaresma nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús en el monte, ante tres discípulos (cf. Mc 9,2-10). Poco antes, Jesús había anunciado que, en Jerusalén, sufriría mucho, sería rechazado y condenado a muerte. Podemos imaginar lo que debió ocurrir en el corazón de sus amigos, de sus amigos íntimos, sus discípulos: la imagen de un Mesías fuerte y triunfante entra en crisis, sus sueños se hacen añicos, y la angustia los asalta al pensar que el Maestro en el que habían creído sería ejecutado como el peor de los malhechores. Y precisamente en ese momento, con esa angustia del alma, Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva consigo a la montaña.

Dice el Evangelio: «Los llevó a un monte» (v. 2). En la Biblia el monte siempre tiene un significado especial: es el lugar elevado, donde el cielo y la tierra se tocan, donde Moisés y los profetas vivieron la extraordinaria experiencia del encuentro con Dios. Subir al monte es acercarse un poco a Dios. Jesús sube con los tres discípulos y se detienen en la cima del monte. Aquí, Él se transfigura ante ellos. Su rostro radiante y sus vestidos resplandecientes, que anticipan la imagen de Resucitado, ofrecen a estos hombres asustados la luz, la luz de la esperanza, la luz para atravesar las tinieblas: la muerte no será el fin de todo, porque se abrirá a la gloria de la Resurrección. Jesús, pues, anuncia su muerte, los lleva al monte y les muestra lo que sucederá después, la Resurrección.

Como exclamó el apóstol Pedro (cf. v. 5), es bueno estar con el Señor en el monte, vivir esta "anticipación" de luz en el corazón de la Cuaresma. Es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil —y muchos de vosotros sabéis lo que es pasar por una prueba difícil—, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra.

A veces pasamos por momentos de oscuridad en nuestra vida personal, familiar o social, y tememos que no haya salida. Nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte. En el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla para nosotros y defenderla. Necesitamos, entonces, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros esquemas y más allá de los criterios de este mundo. También nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de la victoria pascual.

Pero tengamos cuidado: ese sentimiento de Pedro de que “es bueno estarnos aquí” no debe convertirse en pereza espiritual. No podemos quedarnos en el monte y disfrutar solos de la dicha de este encuentro. Jesús mismo nos devuelve al valle, entre nuestros hermanos y a nuestra vida cotidiana. Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta. ¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida; la luz de la fe no es para una bella emoción espiritual. No, este no es el mensaje de Jesús. Estamos llamados a vivir el encuentro con Cristo para que, iluminados por su luz, podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes. Encender pequeñas luces en el corazón de las personas; ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza: ésta es la misión del cristiano.

Recemos a María Santísima para que nos ayude a acoger con asombro la luz de Cristo, a guardarla y a compartirla.

  ¿QUEDARSE O VOLVER?

Quedémonos

en la tierra amable del encuentro

en el gesto de ternura,

en la fe sentida de los días vivos.

Quedémonos

en la acogida de los convencidos,

en la protección de los muros,

en la comunidad de los iguales.

Quedémonos

en la oración que es canto,

en la red repleta de peces y logros,

en la serena quietud de Betania.

¡Qué bien se está aquí!

¡No! ¡Volvamos! Volvamos

a la tierra por desbrozar

al amor luchado, conquistado

en la batalla nuestra de cada día

Volvamos

al rechazo de quienes aún te ignoran,

a la inseguridad del cielo abierto

al griterío de Babel hambriento de palabra.

Volvamos

a la profecía que incordia,

al intento sin garantías

a la estridencia de un mundo sordo

¡Tú volviste!

          José María Rodríguez Olaizola


UN TABOR CONTEMPLATIVO

La contemplación resuena en mí a gratuidad.

La contemplación me habla de silencio.

La contemplación és hondura de vida.

La contemplación es don y gracia del Señor.

La contemplación és permanencia en el estar:

estar sintiéndome querido,

estar, sin más, dejándome amar y amando,

sentir la presencia de Dios amorosa,

presencia silenciosa y profunda, con gozo.

Contemplación es sentir a Dios en mi corazón

y saberme viviendo en el corazón de Dios;

es admirarme de esta comunión profunda,

toque y chispazo de la vida divina.

Es también contemplar la creación,

expresión de tu belleza. presencia silenciosa;

y cómo la explotamos y maltratamos...

Tú Señor, sigues en Cruz, amando y esperando,

recordando que la creación necesita ser liberada.

Contemplarte a Ti, Señor, contemplando mi vida,

me soñaste y modelaste según tu imagen,

imagen que yo rompo y embarro tantas veces,

y Tú desde la Cruz sigues sonriéndome.

Contemplación: belleza de lo cotidiano.

Contemplación: hondura de la vida.

Contemplación: calidad de relaciones.

Contemplación: finura en la entrega,

alegría en el servicio.

Sentir tu gozo Señor, en mí,

saborear el gozo de mi vida en Tí.


Llum i claror.

Vida i Pasqua.

El Tabor és camí y es Pasqua

-Mestre, que be estem aquí dalt - deia Pere,

però no sabia el que es deia,

com tantes vegades no ho entenia.

Tant a prop del Messies

i a la vegada tant lluny.

Com sempre i com ara.

Estorats davant el nuvol resplendent,

envoltats per la seva llum

però també tant de dubtes i ombres.

Tot s’esvaí. Només restà el Crist.

No fou un somni.

Cal fer camí.

Escoltant la Paraula,

donant la vida,

deixant les cabanes

per ser ben lliure.


     TU ROSTRO BUSCARÉ, SEÑOR.

Si me escondes tu rostro, viene la noche,

mi vida pierde su sentido, viene el vacío.

Busco tu rostro, Señor,

aunque esté desfigurado en los que sufren,

oculto en la carita de los niños,

herido en las mejillas de los pobres,

manchado en el rostro de los oprimidos.

Busco tu rostro, Señor,

en el monte del Tabor o del Calvario,

en la oración escondida,

en la cruz transfigurada,

en el silencio del alma,

en tu palabra de vida y de esperanza.

Busco tu rostro, Señor,

tu mirada, tu luz, tu paz, tu abrazo.

Aquest és el meu Fill, l’estimat”. (Mc 9, 2-10)

  Segur, Senyor Jesús, que Pere, Jaume i Joan

van començar a mirar-vos d’una altra manera

després que us van veure transfigurat dalt la muntanya.

Feu que sapiguem “pujar a la muntanya” tot sovint,

per trobar-nos amb vós, escoltar-vós,

i renovar les forces per al nostre camí;

que el contacte freqüent amb Vós

ens transfiguri i ens faci passar

de l’egoisme a la plena generositat,

de la poca fe a la confiança total,

de l’individualisme a la vida de comunitat,

de l’acomodació al seguiment generós de Jesucrist.

Que, caminant cada dia amb Jesús,

aprenguem a ser una Església servidora,

que viu i dóna testimoni de la joia de l’Evangeli,

de l’alegria de la vida en fraternitat,

del perdó i la reconciliació

que renoven la vida de les persones i dels pobles. Amén



¡QUIERO VERTE, SEÑOR!
 

Quiero cerrar los ojos
y mirar hacia dentro
para verte, Señor.

Quiero también abrirlos
y contemplar lo creado
para verte, Señor.

Quiero subir al monte
siguiendo tus huellas y camino
para verte, Señor

Quiero permanecer acá
y salir de mí mismo
para verte, Señor.

Quiero silencio y paz
y entrar en el misterio
para verte; Señor.

Quiero oír esa voz
que hoy rasga el cielo
y me habla de ti, Señor.

Quiero vivir este momento
con los ojos fijos en ti
para verte, Señor.

Quiero bajar del monte
y hacer tu querer
para verte, Señor.

Quiero recorrer los caminos
y detenerme junto al que sufre
para verte, Señor.

Quiero escuchar y ver,
gozar de este instante,
y decirte quién eres para mí, Señor.

                   Florentino Ulibarri

 


PARA MEDITAR

      EN UN TIEMPO PERSONAL DE TRANQUILIDAD...

 

 


 

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