dilluns, 8 de març del 2021

3r diumenge de Quarsma'2021

 

«Traieu això d'aquí; no convertiu en mercat

 la casa del meu Pare». (Jn 2,16)




Lectura primera Ex 20,1-17

La llei, Déu la donà a Moisès



Lectura segona 1C 1,22-25

Proclamem un Messies crucificat, que és un escàndol per als homes.

Però aquells que Déu ha cridat veuen en ell la saviesa de Déu

 


Lectura de l'evangeli segons sant Joan

Quan s'acostava la Pasqua dels jueus, Jesús pujà a Jerusalem, i trobà al temple els venedors de vedells, moltons i coloms i els canvistes asseguts. Llavors es va fer un fuet de cordes i els tragué tots, moltons i vedells, fora del temple, escampà la moneda dels canvistes i els bolcà les taules, i digué als venedors de coloms: «Traieu això d'aquí; no convertiu en mercat la casa del meu Pare». Els deixebles recordaren allò que diu l'Escriptura: «El zel del vostre temple em consumia». Llavors els jueus el van interrogar: «Quin senyal ens dónes que t'autoritzi a fer això?». Jesús els contestà: «Destruïu aquest santuari i jo el reconstruiré en tres dies». Els jueus respongueren: «Fa quaranta-sis anys que treballen en la seva construcció, i tu el vols reconstruir en tres dies?». Però ell es referia al santuari del seu cos.

Quan Jesús ressuscità d'entre els morts, els deixebles recordaren que ell deia això, i cregueren en l'Escriptura i en aquesta paraula de Jesús.

Durant la seva estada a Jerusalem en ocasió de la peregrinació de Pasqua, molts, veient els miracles que feia, cregueren en el seu nom. Però Jesús no hi confiava, perquè els coneixia tots; no tenia cap necessitat que li revelessin el que són els homes; ell sabia prou què hi ha a l'interior de cada home.

                                                                                             Jo 2,13-25


VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA FRANCISCO A IRAK

 HOMILÍA del Domingo, 7 de marzo de 2021

Estadio Franso Hariri de Erbil -

San Pablo nos ha recordado que «Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1,24). Jesús reveló esta fuerza y esta sabiduría sobre todo con la misericordia y el perdón. No quiso hacerlo con demostraciones de fuerza o imponiendo su voz desde lo alto, ni con largos discursos o exhibiciones de una ciencia incomparable. Lo hizo dando su vida en la cruz. Reveló la sabiduría y la fuerza divina mostrándonos, hasta el final, la fidelidad del amor del Padre; la fidelidad del Dios de la Alianza, que hizo salir a su pueblo de la esclavitud y lo guio por el camino de la libertad (cf. Ex 20,1-2).

Qué fácil es caer en la trampa de pensar que debemos demostrar a los demás que somos fuertes, que somos sabios… En la trampa de fabricarnos falsas imágenes de Dios que nos den seguridad… (cf. Ex 20,4-5). En realidad, es lo contrario, todos necesitamos la fuerza y la sabiduría de Dios revelada por Jesús en la cruz. En el Calvario, Él ofreció al Padre las heridas por las cuales nosotros hemos sido curados (cf. 1 P 2,24). Aquí en Irak, cuántos de vuestros hermanos y hermanas, amigos y conciudadanos llevan las heridas de la guerra y de la violencia, heridas visibles e invisibles. La tentación es responder a estos y a otros hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana. En cambio, Jesús nos muestra el camino de Dios, el que Él recorrió y en el que nos llama a seguirlo.

En el Evangelio que acabamos de escuchar (Jn 2,13-25), vemos que Jesús echó del Templo de Jerusalén a los cambistas y a todos aquellos que compraban y vendían. ¿Por qué Jesús hizo ese gesto tan fuerte, tan provocador? Lo hizo porque el Padre lo mandó a purificar el templo, no sólo el templo de piedra, sino sobre todo el de nuestro corazón. Como Jesús no toleró que la casa de su Padre se convirtiera en un mercado (cf. Jn 2,16), del mismo modo desea que nuestro corazón no sea un lugar de agitación, desorden y confusión. El corazón se limpia, se ordena, se purifica. ¿De qué? De las falsedades que lo ensucian, de la doblez de la hipocresía; todos las tenemos. Son enfermedades que lastiman el corazón, que enturbian la vida, la hacen doble. Necesitamos ser limpiados de nuestras falsas seguridades, que regatean la fe en Dios con cosas que pasan, con las conveniencias del momento. Necesitamos eliminar de nuestro corazón y de la Iglesia las nefastas sugestiones del poder y del dinero. Para limpiar el corazón necesitamos ensuciarnos las manos, sentirnos responsables y no quedarnos de brazos cruzados mientras el hermano y la hermana sufren. Pero, ¿cómo purificar el corazón? Solos no somos capaces, necesitamos a Jesús. Él tiene el poder de vencer nuestros males, de curar nuestras enfermedades, de restaurar el templo de nuestro corazón.

Para confirmar esto, como signo de su autoridad dice: «Destruyan este Templo y en tres días lo levantaré de nuevo» (v. 19). Jesucristo, sólo Él, puede purificarnos de las obras del mal, Él que murió y resucitó, Él que es el Señor. Queridos hermanos y hermanas: Dios no nos deja morir en nuestro pecado. Incluso cuando le damos la espalda, no nos abandona a nuestra propia suerte. Nos busca, nos sigue, para llamarnos al arrepentimiento y para purificarnos. «Juro por mi vida —oráculo del Señor Dios— que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se convierta de su mala conducta y viva» (33,11). El Señor quiere que nos salvemos y que seamos templos vivos de su amor, en la fraternidad, en el servicio y en la misericordia.

Jesús no sólo nos purifica de nuestros pecados, sino que nos hace partícipes de su misma fuerza y sabiduría. Nos libera de un modo de entender la fe, la familia, la comunidad que divide, que contrapone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abiertas a todos y solícitas hacia nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Y al mismo tiempo nos fortalece, para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin. Con la fuerza del Espíritu Santo nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida. El Resucitado nos hace instrumentos de la paz de Dios y de su misericordia, artesanos pacientes y valientes de un nuevo orden social. Así, por la potencia de Cristo y de su Espíritu, sucede lo que profetizó el apóstol Pablo a los Corintios: «Lo que parece locura en Dios es más sabio que todo lo humano, y lo que parece debilidad en Dios es más fuerte que todo lo humano» (1 Co 1,25). Comunidades cristianas formadas por gente humilde y sencilla se convierten en signo del Reino que llega, Reino de amor, de justicia y de paz.

«Destruyan este Templo y en tres días lo levantaré de nuevo» (Jn 2,19). Hablaba del templo de su cuerpo y, por tanto, también de su Iglesia. El Señor nos promete que, con la fuerza de su Resurrección, puede hacernos resurgir a nosotros y a nuestras comunidades de los destrozos provocados por la injusticia, la división y el odio. Es la promesa que celebramos en esta Eucaristía. Con los ojos de la fe, reconocemos la presencia del Señor crucificado y resucitado en medio de nosotros, aprendemos a acoger su sabiduría liberadora, a descansar en sus llagas y a encontrar sanación y fuerza para servir a su Reino que viene a nuestro mundo. Por sus llagas hemos sido curados (cf. 1 P 2,24); en sus heridas, queridos hermanos y hermanas, encontramos el bálsamo de su amor misericordioso; porque Él, Buen Samaritano de la humanidad, desea ungir cada herida, curar cada recuerdo doloroso e inspirar un futuro de paz y de fraternidad en esta tierra.

La Iglesia en Irak, con la gracia de Dios, hizo y está haciendo mucho por anunciar esta maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados. También en medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Este es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel.

Queridos hermanos y hermanas: Los encomiendo a ustedes, a sus familias y a sus comunidades, a la materna protección de la Virgen María, que fue asociada a la pasión y a la muerte de su Hijo y participó en la alegría de su resurrección. Que Ella interceda por nosotros y nos lleve a Él, fuerza y sabiduría de Dios.

Denunciamos Señor a los que profanan Templos,

   los templos que son tantos hombres y mujeres,

   personas explotadas y humilladas.

Señor hay demasiados mercaderes.

Mercaderes de niños, y mercaderes de sueños,

   mercaderes de órganos,

   y mercaderes de esfuerzos,

   mercaderes de vidas, y mercaderes de rezos,

   mercaderes de espíritus,

   y mercaderes de cuerpos.

Negociantes de armas, negociantes de pueblos,

   negociantes de droga, negociantes de fetos.

Su dios es uno, su dios es el dinero.

Inflama Señor nuestro zelo,

Fortalece nuestro compromiso,

   de no adorar a estos ídolos,

   ni a ellos ni a sus mensajeros.

Danos fuerza para la crítica,

   y coraje para la denuncia,

   y sinceridad para que nuestras manos

   construyan mundos nuevos.


La mano de Jesús, acariciante, que bendecía

y se abría generosa partiendo el pan y la misericordia,

la mano que no dejaba de curar y de crear,

    se levantó por una vez amenazante,

    empuñando el látigo de la cólera.

Y cólera también en su palabra,

      que siempre fue de gracia y de perdón.

«No convirtáis en mercado la casa de mi Padre».

No convirtáis el templo en jaula de mi Padre.

No queráis con vuestras ofrendas y vuestros rezos

    domesticar el Espíritu de mi Padre.

Mi Padre es fuego, no curandero.

Mi Padre es peregrino, no viejo fatigado.

Mi Padre es pan partido para todos,

    no es hotel para ricos e iniciados.

El templo de mi Padre no es de piedras que se rompen;

   es de corazones que se encienden y de cuerpos que se entregan.

Jesús sigue con la mano levantada

contra todos los que profanan las casas de su Padre:

contra los mercaderes de hombres y mujeres,

contra los violadores de mujeres y de hombres,

contra los asesinos de niños e inocentes,

contra los fabricantes de pobres y de hambrientos,

contra todos los que afean y destruyen

       la imagen viva de su Padre.

Y Jesús profetiza nuevamente

   contra los comerciantes de afectos e ilusiones,

   los fabricantes de placeres y pasiones.

Y aún quiere llegar con su látigo

   hasta el templo de los mercaderes, 

    un grandioso templo de oro,

   y derribar el altar dedicado al dios que ellos adoran,

    un dios que tiene un nombre vulgar,

    suena a libra, yen, marco, euro, dólar.


     La ley del Señor (cf. Sal 18)

Es de Dios y no baja de los cielos

entre truenos y al son de las trompetas,

   no és código ni ley abrumadora,

   no es yugo esclavizante y deprimente...

Es la fuerza que nace en tus entrañas,

aunque su manantial tiene otro origen,

    para hacerte crecer y para ser;

es luz del corazón liberadora,

camino de la paz y de la dicha

    y que apunta al amor en plenitud.

Niega la esclavitud y la opresión,

    pero afirma el respeto y la tolerancia;

niega la hipocresía, la mentira,

   pero afirma verdad y transparencia;

niega el robo, el despojo, la codicia,

   pero afirma la ayuda solidaria;

niega el odio, la muerte, la venganza,

   pero afirma la vida y el amor.

La ley de Dios es limpia, perfecta,

íntima, filantrópica, entrañada,

alegra el corazón, descansa el alma.

              PREGUEM AMB L’EVANGELI

Gràcies, Senyor, per ensenyar-nos el camí de la salvació,

   un camí que no està construït per mans humanes,

     sinó que l'anem obrint a mesura que et seguim.

Ens doneu pautes, ens mostreu prodigis,

   ens il·lustreu amb la vostra saviesa,

   però l'important és conèixer-vos,

   gaudir de la vostra amistat,

    acollir el vostre amor i correspondre'l

    en la mesura de les nostres possibilitats.

Ens impressionen els temples de grans dimensions,

   els prodigis que semblen no tenir cap explicació,

   però també els arguments convincents per a la nostra raó.

Tanmateix, allò que realment omple el nostre cor,

   sacia la nostra set, guareix les nostres nafres,

   ens fa sentir nets dels nostres pecats,

   és saber que ens estimeu fins a l'extrem,

   que hau donat la vostra vida per nosaltres,

encara que no siguem mereixedors d'aquest sacrifici immens

" Us demanem de saber estimar com Vós estimeu,

   de ser capaços de donar la nostra vida

           en el servei al nostre proïsme."

             Josep Otón Catalan, La Missa de cada Dia, març 2021

Viu el dia d’avui,

Déu te’l dóna Ell és amb tu, viu-lo en Ell.

El demà és amb Déu. No et pertany.

No portis sobre el demà els maldecaps d’avui,

el demà resta amb Déu, deixa’l en Ell.

El moment present és una fràgil passarel·la:

si tu li carregues els planys d’ahir i el neguit de l‘endemà,

La passarel·la cedeix i tu perds el pas.

El passat? Déu el perdona!

El futur, Déu el dona!.

Viu el dia d’avui en comunió amb Ell.


Déu no truca als més capacitats.

Déu et capacita a tu per seguir

    les seves petjades, la seva veu.

Déu no truca als més intel·ligents.

Déu t'instrueix a tu en la seva saviesa,

   perquè aprenguis les lliçons més importants de la vida.

Déu no truca als més bons,

Déu et vol a tu, tal com ets, per fer-te millor.

La trucada de Déu és neta, sense interferències,

    sense problemes de cobertura.

La trucada de Déu no té una franja horària determinada:

    pots rebre la seva trucada quan menys t'ho esperes.

Déu té sempre línia oberta,

    el pots trucar a qualsevol hora,

    des de qualsevol lloc i circumstància.

Si quan el truques escoltes una altra veu, no pengis:

    és que Déu se serveix de persones com tu

    per fer-te arribar el seu missatge.

Si no el sents o no t'arriba bé el seu missatge,

    revisa la teva disponibilitat per escoltar la seva veu;

    para atenció al teu estat d'ànim:

    potser tinguis baixa la bateria.

Ah! Només tu saps el número pin

    per a entrar en contacte amb ell,

    ja que la trucada de Déu i la resposta teva

         és única i intransferible.

Déu et dóna llibertat per agafar la seva trucada

    i per penjar quan ho decideixis.

Déu és pacient, Déu sempre espera,

    et permet tenir activada constantment la trucada en espera.

I una vegada responguis afirmativament a la seva trucada,

    et trobaràs amb moltes xarxes disponibles,

    amb les quals podràs gaudir

     de la joia de sentir-te cridat i estimat per Déu.

                 web espaisagrat.org



VIAJE APOSTÓLICO del PAPA FRANCISCO a IRAK.     

Algunas de las meditaciones y homilias.

 ENCUENTRO INTERRELIGIOSO 

http://www.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2021/3/6/iraq-incontro-interreligioso.html

 HOMILIA del PAPA  FRANCISCO en la Catedral caldea de San José de Bagdad.

Sábado, 6 de marzo de 2021

 http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2021/documents/papa-francesco_20210306_omelia-iraq-baghdad.html

 ORACIÓN de  SUFRAGIO por las VÍCTIMAS de la GUERRA

Hosh al-Bieaa (plaza de la Iglesia) de Mosul

Domingo, 7 de marzo de 2021

 http://www.vatican.va/content/francesco/es/prayers/documents/papa-francesco_preghiere_20210307_preghiera-iraq.html

DISCURSO en la Iglesia de la Inmaculada Concepció de Qaraqosh

Domingo, 7 de marzo de 2021

http://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/march/documents/papa-francesco_20210307_iraq-comunita-qaraqosh.html

ANGELUS - Iglesia de la Inmaculada Concepción de Qaraqosh

Domingo, 7 de marzo de 2021

http://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2021/documents/papa-francesco_angelus-iraq_20210307.html

 HOMILÍA de la misa en el Estadio Franso Hariri de Erbil

Domingo, 7 de marzo de 2021

 http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2021/documents/papa-francesco_20210307_omelia-iraq-erbil.html


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