dilluns, 9 de març del 2020

2n diumenge de Quaresma 2020

Quaresma 2020

Us ho demanem en nom de Crist: 
reconcilieu-vos amb Déu.
 (2Co 5,20ss)


 

Lectura primera Gn 12,1-4a

Vocació d'Abraham, pare del poble de Déu


Lectura segona 2Tm 1,8b-10

Déu ens crida i ens il·lumina




Evangeli Mt 17,1-9

La seva cara es tornà resplendent com el sol
Lectura de l'evangeli segons sant Mateu
En aquell temps, Jesús prengué Pere, Jaume i Joan, el germà de Jaume, els dugué dalt una muntanya alta i es transfigurà davant d'ells. La seva cara es tornà resplendent com el sol, i els seus vestits, blancs com la llum. També se'ls aparegueren Moisès i Elies, que conversaven amb ell. Pere va dir a Jesús: «Senyor, que n'estem, de bé, aquí dalt! Si voleu, hi faré tres cabanes, una per a vós, una per a Moisès i una altra per a Elies». Encara no havia acabat de dir això quan els cobrí un núvol lluminós, i del núvol estant una veu digué: «Aquest és el meu Fill, el meu estimat, en qui m'he complagut; escolteu-lo». En sentir-ho, els deixebles, esglaiats, es prosternaren de front a terra. Jesús s'acostà, els tocà i els digué: «Aixequeu-vos, no tingueu por». Ells alçaren els ulls i no veieren ningú més, sinó Jesús tot sol.
Mentre baixaven de la muntanya, Jesús els manà que no diguessin res a ningú d'aquella visió fins que el Fill de l'home no hagués ressuscitat d'entre els morts.


PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS - Plaza de San Pedro (Biblioteca del Palacio Apostólico)
Domingo, 8 de marzo de 2020
"(...) El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma (cf. Mateo 17, 1-9) nos presenta el relato de la Transfiguración de Jesús. Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan con Él y sube a un monte alto, símbolo de la cercanía a Dios, para abrirles a una comprensión más completa del misterio de su persona, que debe sufrir, morir y luego resucitar. De hecho, Jesús había comenzado a hablarles sobre el sufrimiento, la muerte y la resurrección que le esperaba, pero no podían aceptar esa perspectiva. Por eso, al llegar a la cima del monte, Jesús se sumergió en la oración y se transfiguró ante los tres discípulos: «su rostro —dice el Evangelio— se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (v. 2).
A través del maravilloso evento de la Transfiguración, los tres discípulos están llamados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios resplandeciente de gloria. De este modo avanzan en el conocimiento de su Maestro, dándose cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; a sus ojos se revela la dimensión sobrenatural y divina de Jesús. Y desde arriba resuena una voz que dice: «Este es mi Hijo amado [...]. Escuchadle» (v. 5). Es el Padre celestial quien confirma la “investidura” — llamémosla así— de Jesús ya hecha el día de su bautismo en el Jordán e invita a los discípulos a escucharlo y seguirlo.
Hay que destacar que, en medio del grupo de los Doce, Jesús elige llevarse a Pedro, Santiago y Juan con Él al monte. Les reservó el privilegio de ser testigos de la Transfiguración. ¿Pero por qué elige a los tres? ¿Porque son los más santos? No. Sin embargo, Pedro, a la hora de la prueba, lo negará; y los dos hermanos Santiago y Juan pedirán ser los primeros en entrar a su reino (cf. Mateo 20, 20-23). Jesús, no obstante, no elige según nuestro criterio, sino según su plan de amor. El amor de Jesús no tiene medida: es amor, y Él elige con ese plan de amor. Es una elección gratuita e incondicional, una iniciativa libre, una amistad divina que no pide nada a cambio. Y así como llamó a esos tres discípulos, también hoy llama a algunos a estar cerca de Él, para poder dar testimonio. Ser testigos de Jesús es un don que no hemos merecido: nos sentimos inadecuados, pero no podemos echarnos atrás con la excusa de nuestra incapacidad.
No hemos estado en el Monte Tabor, no hemos visto con nuestros propios ojos el rostro de Jesús brillando como el sol. Sin embargo, a nosotros también se nos ha dado la Palabra de salvación, se nos ha dado fe y hemos experimentado la alegría de encontrarnos con Jesús de diferentes maneras. Jesús también nos dice: «Levantaos, no tengáis miedo» (Mateo 17, 7). En este mundo, marcado por el egoísmo y la codicia, la luz de Dios se oscurece por las preocupaciones de la vida cotidiana. A menudo decimos: no tengo tiempo para rezar, no puedo hacer un servicio en la parroquia, responder a las peticiones de los demás... Pero no debemos olvidar que el Bautismo que recibimos nos hizo testigos, no por nuestra capacidad, sino por el don del Espíritu.
Que, en este tiempo propicin María nos otorgue esa docilidad ante el Espíritu que es indispensable para emprender resueltamente el camino de la conversión. (...)"

 

PARA PROFUNDIZAR EN EL EVANGELIO:




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MEDITACIÓN

Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.
¿En qué momentos me retiro con Jesús al silencio de la oración para escucharlo más profundamente?
¿Soy asiduo en buscar esos momentos?
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol…
Traigo a la memoria esos momentos de experiencias furtes de encuentro con el Señor. ¿En qué momentos se ha manifestado Dios en mi vida? ¿Cuáles han sido esas manifestaciones que más han dejado huella en mí?
De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
La simbólica presencia de Moisés y Elías conversando con Jesús expresa que, al fin y al cabo, padecer y morir es la suerte del Mesías según toda la Escritura.
Ver si todavía sigo sin entender su Palabra, si todavía me resisto a creerle y seguirle, si todavía quiero hacerlo a mi medida.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!… haré tres tiendas.
Toda persona corre el riesgo de instalarse en la vida buscando un refugio cómodo que le permita vivir tranquila, sin sobresaltos ni preocupaciones excesivas. Es fácil dejarse atrapar por un conformismo cómodo que nos permita seguir caminando de la manera más confortable. ¿En qué momentos me puedo ver de esta manera? ¿En qué momento busco mi propio bienestar al margen de las necesidades de los demás? Es aquí cuando podemos descubrir que la felicidad no coincide con el bienestar.
Tenemos la tentación de “plantar tiendas” porque nos conformamos con lo que ya hacemos, eludiendo nuestra responsabilidad. Lo que nos aísla de los hermanos, nos instala cómodamente en la vida, nos tranquiliza y aleja del compromiso y del servicio a los más necesitados, no es una experiencia verdaderamente cristiana. ¿En qué ocasiones puedo vivir estas situaciones?
… ”Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo”.
En una sociedad como la nuestra, en la que cada vez abundan más voces de profetas que pretenden descifrar y solucionar el porvenir, donde los medios de comunicación no sólo informan, sino que orientan o desorientan, en un mundo donde los valores reinantes son el dinero, el poder, la salud, el placer… quien desee dar un sentido humano y cristiano a su vida ha de cuidar con esmero en qué fuentes alimenta su existencia. Ha de recordar la palabra evangélica: “Este es mi Hijo… Escuchadlo”. ¿Qué tiempo dedico a hacer silencio para escuchar a Jesús? ¿Cómo lo hago? ¿Qué debería hacer?
Muchas personas están necesitadas de que las escuchemos, acompañemos. ¿Soy consciente de esta necesidad? ¿Qué tendría que hacer para escuchar más y mejor a los que me rodean?
Jesús… les dijo: “Levantaos, no temáis”.
¿Cuáles son mis principales miedos? ¿Qué situaciones me hacen estar postrado? ¿Cómo puedo levantarme de esa postración? ¿Qué retos está poniendo el Señor ante mí y no hago realidad por el miedo a fracasar, a complicarme la vida, a salir de lo conocido…?
Cuando bajaban del monte…
El discípulo ha de estar atento a las señales de Dios. Hemos de estar atentos para discernir, aceptar, seguir y vivir esas señales. ¿Cómo se me me hace presente Dios en medio de los conflictos de la historia? ¿Vivo mi fe iluminando las realidades cotidianas o me evado de esas situaciones con falsos “pretextos cristianos”? ¿Cuáles son las situaciones que esperan de mí una respuesta evangélica: familia, trabajo, amigos, diversiones…?


ACG - Dossier Cuaresma 2020 p.18s
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DIOS NOS CONCEDE UNA EXPERIENCIA
     DE TABOR, DE TRANSFIGURACIÓN...
● cuando ponemos nuestra vida en sus manos;
● cuando nos alimentamos de su Palabra;
● cuando le buscamos con constancia;
● cuando le encontramos en el sufrimiento;
● cuando le servimos en los demás;
● cuando compartimos
     el sufrimiento de los pobres;
● cuando nos liberamos
     de nuestras esclavitudes;
● cuando somos creadores de vida;
● cuando vivimos el perdón;
● cuando nos gastamos por el otro por amor;
● cuando nos olvidamos de nuestro Tabor
     para que otros lo tengan.





             ¿DÓNDE EL TABOR?

El monte Tabor. La transfiguración.
La nube envolvente de la dicha.
La palabra de Dios afirmativa:
"En verdad eres mi hijo."
El monte Tabor. ¿Pero dónde está ese monte?
¿Hay una cima en la tierra que llegue a tocar el cielo?
¿Hay alguna colina luminosa
que aclare una sola de mis dudas?
¿Hay alguna capilla secreta i elevada
en la que yo pueda hablar con Dios?
¿Existe la bienaventuranza en la tierra?


Y, sin embargo, Jesús sube al monte de nuevo,
con los suyos, a hacer oración.
Y la experiencia se repite.


¿Dónde?
No sé. A lo mejor no es arriba, sino DENTRO.
A lo mejor la luz está dentro.
A lo mejor la palabra del Padre resuena dentro,
y te repite: Sí, hijo mío.
A lo mejor la alegría viene de dentro.
A lo mejor Dios mio
has puesto la solución en mi interior.

¿Dónde?
No sé. A lo mejor no es arriba, sino AL LADO.
A lo mejor la dicha está
en el grupo de hermanos y hermanas.
A lo mejor en los amigos encuentras la luz y la palabra.
A lo mejor en la familia sientes
la nube sagrada del amor que te envuelve.
A lo mejor el Tabor siempre está junto a ti,
en los demás.

¿Dónde?
No sé, a lo mejor no está arriba, sino ABAJO.
A lo mejor encuentras la dicha en el sufrimiento.
A lo mejor Dios desde abajo te interpela:
"Son mis hijos más queridos."
A lo mejor, entre los pobres,
te envuelve la nube santa de la misericordia.
A lo mejor, tú puedes hacer que todo sea más Tabor.


¿Dónde el Tabor?
No sé. Pero lo encontrarás
si lo buscas de veras,
si te abres a la luz,
si te dejas guiar por el amor;
o tal vez no lo encuentres,
tal vez se te regale
cuando dejes de buscarlo,
cuando no corras tanto y Dios te pueda atrapar,
o tal vez la misma búsqueda sea un Tabor.



Tu rostro buscaré, Señor.
Si me escondes tu rostro, viene la noche,
     mi vida pierde fuerza, el vació.
Tu rostro buscaré,
     aunque esté desfigurado,
     oculto en el rostro de los pequeños,
     herido en el rostro de los pobres,
     manchado en el de los oprimidos.
Tu rostro buscaré
     en los montes del Tabor o del Calvario,
    en la oración escondida
    y en la cruz transfigurada,
    escuchando tu silencio
    y esperando tu palabra.



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¡Ven, Espíritu de Dios!
¡Ven, viento divino!
Irrumpe en nuestras vidas,
transforma nuestro interior
y prepáralo para acoger la Palabra.
¡Ven, fuego del cielo!,
reposa en cada uno de nosotros,
purifica nuestros oídos y nuestro corazón
para escuchar y vivir la Palabra.
¡Ven, lenguaje de Dios!
Enséñanos a hablar como tú quieras,
lo que tú quieras, cuando tú quieras.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
                          Amén


Gracias, Señor,
      porque nos has llamado contigo a la montaña,
      te has fiado de nosotros
      y nos sigues llamando “amigos”.
Gracias, Señor,
      porque después de anunciar tu muerte a los discípulos,
      les has mostrado en el monte santo,
      el esplendor de tu gloria,
      y quieres que también nosotros
      participemos de esa misma gloria.
Ayúdanos a descubrir,
      de acuerdo con la Ley y los Profetas,
     que la pasión es el camino de la Resurrección.
                          Amén.
        (Cf. Prefacio - La transfiguración del Señor)



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